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Miguel Verdú

Un escenario neutro y envolvente

Rocío García

Quizá sea por su anterior experiencia en grupos de teatro independiente por lo que Miguel Verdú acomete las obras de los escenarios como verdaderos centros de trabajo. Antes se subía a los escenarios. Ahora los estudia y diseña para que otros se suban. Miguel Verdú, arquitecto de 40 años, es asesor del Ministerio de Cultura para temas de arquitectura teatral, y el mes pasado inauguró su última obra: la rehabilitación del teatro Salón Cervantes, en Alcalá de Henares (Madrid). "El escenario tiene que ser neutro, envolvente, capaz de que dentro de él se cree algo efímero".

No tiene nada que ver con el tipo de arquitecto exquisito y moderno. Es destartalado y con pinta de bonachón. Sigue conservando ese aire progre de los sesenta, con un gran bigote y gafitas redondas. Aunque nacido en Socuéllamos (Ciudad Real), Miguel Verdú se considera de Madrid, ciudad a la que llegó a estudiar Arquitectura y de la que ya no se ha movido.Apasionado desde siempre por el mundo del espectáculo, Miguel Verdú formó parte, en sus años universitarios, de grupos de teatro independiente, de claro contenido político y en oposición al teatro puramente comercial de la época. Su conocimiento teatral, aunque nunca profesional, lo considera un punto importante en su formación, y se lamenta de que ahora no exista esa afición estudiantil por el teatro como existía en sus años.

Su primer trabajo arquitectónico en una sala de espectáculos lo realizó en la sala Olimpia, de Madrid, antiguo cine y posterior almacén, para adaptarlo a teatro. Entonces le debió de coger o rememorar el gustillo porque comenzó a presentarse a distintos concursos nacionales e incluso internacionales, como el del proyecto del teatro de la Bastilla, de París, del que dice que aprendió mucho.

Desde 1984, fecha en la que, en su opinión, se inició un verdadero cambio en la política del espectáculo con la inversión de dinero público para la rehabilitación de salas, Miguel Verdú trabaja exclusivamente para esto. Ha realizado pequeñas intervenciones en la Comedia, el teatro Albéniz, el María Guerrero, y en la actualidad tiene entre manos la rehabilitación del teatro Juventud de Hospitalet (Barcelona) y la casa de la cultura de Collado Villalba, en Madrid. Forma parte también del equipo que trabaja en la transformación en teatro de la ópera del teatro Real de Madrid, y tiene un proyecto entre manos para la creación de la sede y salas de ensayo del Ballet Nacional en un edificio de la Ronda de Atocha, también de Madrid.

Tiene más amigos en el mundo del teatro que en la arquitectura, y opina de su oficio que "es un trabajo apasionante, pero como otro cualquiera". "Ese halo exquisito que rodea a la arquitectura no me ha gustado mucho", dice mientras fuma incesantemente cigarrillos negros. Quizá es otra más de las contradicciones con la moda imperante.

Aunque trabaje exclusivamente para los escenarios, Miguel Verdú dice que le gustaría ser un buen arquitecto antes que un arquitecto de teatro, y no pierde la esperanza de hacer magníficos edificios. Para ello, para no perderla, se hace eco de un pensamiento de Philip Johnson, que dijo: "A los 40 años un arquitecto es un niño". "Eso da muchos ánimos, la verdad".

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