Excepcional creación de Klaus Maria Brandauer en 'La tela de araña'
ÁNGEL FERNÁNDEZ-SANTOS ENVIADO ESPECIAL, La interminable película alemana occidental (tres horas y cuarto de duración) La tela de araña, dirigida por Bernhard Wicki, junto a algunas cosas discutibles, lleva dentro una buena virtud que no tiene discusión posible: la creación que de un complejo personaje anarquista judío hace el actor austriaco Klaus Maria Brandauer, esta vez a la altura, e incluso por encima, de su no siempre justificada celebridad. Completó el programa oficial de ayer un disparate australiano titulado Sweetie, que se llevó el primer abucheo unánime del público.
Brandauer, un actor austriaco que se dio a conocer por sus exageradas y artificiosas interpretaciones en las películas del húngaro István Szabó, sobre todo Mephisto y Hannussen, fue hace tres años domesticado por Sydney Pollack en Memorias de Africa, película que le valió un merecido oscar.Desde entonces, este irregular actor ha venido poco a poco dominando sus inclinaciones al divismo, hasta convertirse en un intérprete sereno y con un inteligente control de su vanidad. Su trabajo en La tela de araña es perfecto.
Compone Brandauer a un anarquista judío de vida contradictoria y personalidad escurridiza, archidotado para la supervivencia en tiempos de brutal antisemitismo, un prototipo de hebreo alemán incatalogable, al que el actor da una vitalidad y una inteligencia excepcionales. Su contrapunto con el militar antisemita y finalmente nazi (la película transcurre en 1923, año del primer intento de golpe de Estado de Hitler en Múnich) que interpreta Urich Muhe, da a esta película un valor añadido que por sí sola no tendría. Ammin Mueller-Stahi, Andrea Jonasson, Corinna Kirchhoff y Elisabeth Endriss completan el reparto.
Dirige La tela de araña Bernhard Wicki, un veterano del cine alemán, especie de todoterreno que junto a curiosas actuaciones ocasionales en películas ajenas (recuérdese el inquietante hombre moribundo del comienzo de La noche, de Antonioni) destacó hace 20 años como director de El puente y más tarde de La visita de la vieja dama.
En La tela de araña, película de duración desmesurada, Wicki mantiene el ritmo y hace un trabajo bastante sobrio, muy meticuloso, logrando la heroicidad de mantener en su butaca al espectador durante más de tres densas, espesas y duras horas de cine bien elaborado, pero convencional y ya sabido.
Rutina
Si el trabajo de Wicki se caracteriza por su precisión artesanal, el de la joven australiana Jane Campion es el de una aficionada que no ha logrado todavía escapar de las nieblas de las cinematecas. Su filme Sweetie es un delirante gazpacho no digerido de recuerdos de Buñuel, Antonioni, Makavejek, Godard, Lester y otros muchos heterodoxos del cine, que no logran hacer heterodoxa a una película que es rutinaria en el peor sentido: porque busca desesperadamente la originalidad, cuándo en cine ésta se encuentra sólo donde no se busca. Primer abucheo despiadado oído este año en Cannes, donde abundan los entusiasmos injustificados y sobre todo los silencios prudentes.
La excepción y la regla
Apuntamos hace unos días que el cine español no había entrado con buen pie en esta edición del Festival de Cannes. En términos generales la impresión inicial se ha convertido en regla, con alguna excepción.En la lista diaria de calificaciones a los filmes en concurso que hacen 12 comentaristas de otros tantos países, en la revista Screen International, la película española El niño de la luna, de Agustí Villaronga, está situada, cuando nos encontramos en el ecuador del festival, en la penúltima posición. Sólo la norteamericana Ángeles perdidos, que ocupa el furgón de cola, le supera en adversidades.
Por otra parte, en la revista Le film français, una veintena de críticos de este país han llegado a idéntica conclusión. Pero hay, entre los críticos franceses, una excepción notable: la del semanario Le Nouvel Observateur, que considera a la película del cineasta mallorquín una obra apasionante.
Ambigüedad
El otro filme español en sentido estricto (pues Barroco, aunque está producido por Televisión Española, es ante todo un asunto cubano dirigido por el mexicano Paul Leduc) es El río que nos lleva, basado en la novela homónima de José Luis Sampedro, y por ahora no ha provocado muchos comentarios periodísticos -la conferencia de prensa de su director, Antonio del Real, estuvo muy poco concurrida- aunque dos diarios de mucha audiencia aquí, Liberation y Le Monde, le han dedicado espacios importantes, con comentarios ciertamente no favorables, pero sí lo bastante ambiguos para que dejen las puertas entreabiertas a los espectadores de pago.
En cualquier caso, el balance es pésimo y no porque los comentarios críticos sean desfavorables, sino porque algo más grave, el silencio, cerca en Cannes al cine español y éste no genera ninguna discusión, ninguna batalla, sino sólo indiferencia.
Babelia
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