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42º FESTIVAL DE CANNES

El cine recupera las películas de agitación política

ENVIADO ESPECIAL, Tiempo de los gitanos, dirigida por el yugoslavo Emir Kusturica, y Reunión, coproducción europea dirigida por Jerry Schatzberg, volvieron a subir en la jornada de ayer el tono del festival, que está lleno de altibajos. El célebre actor norteamericano Jason Robards presentó la segunda película, de la que es protagonista. El filme yugoslavo exalta el universo mágico de una minoría étnica. El franco-alemán-británico vuelve a exponer el genocidio de los nazis contra la etnia judía e insiste en la respuesta del cine a los últimos brotes de neofascismo.

La contestación del cine europeo a los nuevos fascismos se inició en septiembre de 1988 en el festival de Venecia. Se acentuó en febrero pasado durante el de Berlín. Y ahora prosigue su escalada en esta edición del de Cannes.La respuesta antifascista no procede ya únicamente de Europa. Los próximos días tendremos ocasión de hablar, además de la alemana La tela de araña, de la japonesa Lluvia negra y de la norteamericana Do the right thing, del director de raza negra Spike Lee, que trae la aureola de una virulenta denuncia del recrudecimiento del racismo en Estados Unidos en la era Reagan. Resurge en ellas, después de muchos años de silencio, el cine de agitación política, que se endurece por días.

Jason Robards derrochó ironía y se mostró combativo en su presentación de Reunión, que, no obstante, es un filme en el que los resultados no están a la altura de las intenciones. Más violento de palabra que de imagen, tiene dignidad, pero sólo eso. La precisión del guión de Harold Pinter (aunque no alcanza la perfección de sus trabajos en El coleccionista y Accidente) se diluye en la dirección, muy imprecisa, de Schatzberg, que se muestra proclive a las soluciones visuales fáciles. Hay en él una falta ostensible de autoexigencia en un asunto tan exigente como el que desarrolla este filme.

Magia

Mucho más profundo es el yugoslavo Emir Kusturica (director de Papá está en viaje de negocios, que ganó el gran premio de Cannes en 1984) en su esperada Tiempo de los gitanos, que es una película formidable, pero por desgracia irregular.Su hora inicial es insuperable y da idea del talento de este cineasta, capacitado como pocos para moverse ágilmente en la ambigüedad, a mitad de camino entre la tragedia y la humorada, entre el verismo y la magia. Esa hora inicial de cine que hay en Tiempo de los gitanos es, con mucho, lo mejor que se ha visto hasta ahora aquí.

Pero al filme le queda otra hora de metraje en la que Kusturica, personalidad sin sentido de la medida, pierde los papeles y no sostiene la fortísima intensidad inicial de su filme. De haberlo mantenido en el mismo ritmo de principio a fin hubiera logrado esa obra maestra que siempre sebusca, aunque pocas veces se encuentra, en un festival que convoca a lo mejor de la producción mundial de cada año.

Y, mientras las películas se suceden en un torbellino de proyecciones, prosiguen los debates teóricos entre los cineastas.

La última contribución procede de la voz incomparable de un viejo maestro, el norteamericano Elia Kazan, ya apartado del cine activo, que ha venido aquí a presidir nuevas discusiones sobre el inagotable manantial del cine y la libertad.

Especulaciones, experiencias e ideas se suman unas a otras, y hay ya suficientes palabras acumuladas para llenar tomos con que ilustrar la encrucijada en que se encuentra el cine.

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