Con la casa a cuestas
Miles de vecinos son víctimas de las condiciones leoninas de los alquileres en Madrid
Ángel se vuelve a León "porque aquí ya no hay quien viva", Pepe se dispone a cambiar por cuarta vez de piso en seis meses y Lola y Enrique se anuncian desesperados para ver si alguien se digna alquilarles "cualquier cosa". No hay solución. El suelo no toca techo y los propietarios pasan factura: avales, fianzas, nóminas, alquileres que se han duplicado en menos de tres años ... Condiciones cada vez más leoninas para inquilinos cada vez más desesperados. Ésta es la historia de miles de vecinos que viven con la casa a cuestas.
Lola Hernández (27 años) y Enrique Alcaide (31) no ven el momento de dejar el redil paterno. Llevan casi un lustro casados, tienen un hijo y viven apretujados con otros tres familiares en apenas 40 metros cuadrados. "Nos gustaría tener otro hijo, pero como no lo colguemos del techo ya me dirás dónde le metemos", bromea Lola.Gestiones ante el Instituto de la Vivienda de Madrid, búsquedas infructuosas, llamadas y más llamadas... En los dos últimos años lo han intentado todo. ¿Lo último? Un anuncio desesperado en Segunda mano: "Matrimonio busca piso de tres dormitorios, nómina y seriedad". Pero no les llaman.
Y eso que han sido prudentes y no han puesto lo que estarían dispuestos a pagar. "Hasta 35.000 pesetas llegamos, porque mi marido ha encontrado ahora trabajo en una fábrica. Por ese precio no encontramos nada en Carabanchel. Como mucho te tienes que ir a Móstoles, o a Parla, o al fin del mundo".
Ángel Escudero no pretende irse tan lejos; se conforma con León. "Vuelvo a mi tierra porque aquí ya no hay quien viva, chico, la cosa se ha puesto imposible. Allí por lo menos encuentras alguna cosa digna por 50.000 pesetas".
Ángel es ingeniero técnico, tiene 29 años y trabaja en Telefónica. "He pedido el traslado y, me puedes creer, me voy por lo cara que está aquí la vivienda". Ángel comparte un piso de 70 metros cuadrados -62.000 pesetas al mes- en Ciudad Saconia.
Su compañero de alquiler, José Fidalgo, afronta ahora el más difícil todavía: la cuarta mudanza en apenas medio año. "Lo peor de todo es que vas siempre con la casa a cuestas. Estoy esperando a ver si en junio, aprovechando que se van los estudiantes, me lanzo de nuevo a la selva".Mientras tanto, Ángel va empaquetando 11 años de recuerdos en la capital. Porteros que pedían comisiones de 40.000 pesetas para dar buenas referencias, colas de gente desesperada en los portales, interrogatorios casi policiales por parte de los propietarios... "Este último piso lo encontró casualmente mi hermano cuando andaba por la calle. ¿Las agencias? Eso es un robo, te clavan todo lo que quieren".
Los trucos de las agencias
Carlos Calero comenzaba ya a desesperarse porque no había forma, ni aun dándose madrugones para pillar antes que nadie el Segunda mano o el Tú vendes, yo compro. En aquella ocasión marcó un teléfono que se anunciaba como un particular y temió encontrarse con lo de costumbre: "Mire, en esa zona no, pero tenemos otro piso por un poco más de precio en..."."Me ha ocurrido varias veces", afirma Carlos, un valenciano de 24 años que está en Madrid haciendo un master en asesoría jurídica. "Ponen una ganga como cebo para que la gente pique, e intentan liarte. Esta vez tuve suerte y encontré un piso de dos dormitorios en el barrio de la Concepción por 50.000 pesetas. Me lo enseñaron deprisa y corriendo, a última hora de la tarde, que es cuando menos se aprecian los defectos".
Luego vinieron los problemas. "Me pedían nómina y un aval. Me quedé atónito. Tuve que decirle a mi padre que me enviara una fotocopia de su nómina y una carta por la que se comprometía a pagar los alquileres".
Carlos se considera un hombre de suerte y no para de narrar desgracias ajenas: "A una amiga mía no le alquilaban nada porque tiene acento vasco, otro paga 100.000 pesetas por un pequeño estudio en la avenida de América, a otro le cobraban 40.000 por un bajo en Montera que amanecía sembrado de jeringuillas, a otros les hicieron pagar 75.000 pesetas en las mismísimas escaleras por un piso en el que te mueres de frío... A mí mismo me pedían 65.000 por una casa en Ascao en la que tendrían que entrar los de Sanidad para desinfectarla".
Dos meses de fianza, mes por anticipado, mes para la agencia, nómina de la empresa, aval bancario... "Ya sólo falta que te pidan una entrada para los toros". Isabel Torralva, presidenta de la Cámara de Inquilinos, está aconstumbrada a todo tipo de quejas.
El 'decreto Boyer'
Los pasillos de la Cámara, en un destartalado edificio de la calle de Jorge Juan, están últimamente que echan humo. Un centenar de inquilinos acude cada tarde con una queja común: el famoso decreto Boyer.'La gente está viviendo con un pie dentro y otro fuera, temiendo que cuando cumpla el año de contrato los van a poner de patitas en la calle", afirma Isabel Torralva. "No hay quien escape al problema: parvas, estudiantes, ancianos... Ultimamente viene mucho extranjero, sobre todo árabes y suramericanos".
'Los abusos son constantes", añade. "Hace unos días vinieron dos chicas jóvenes que acababan de alquilar un piso pequeño en la plaza de los Carros por 70.000 pesetas. El piso estaba hecho un desastre: sin calefacción, sin calentador, con el suelo levantado. Firmaron el contrato y el dueño se lava ahora las manos; dice que las reparaciones no corren por su cuenta".
¿Otras quejas? Pisos que se anuncian amueblados y que, según los inquilinos, "te los dan con dos sillas y una mesa". Intermediarios piratas que se ofrecen a arrendar pisos por una pequeña comisión. Agencias que pretenden cobrar dos y tres meses de fianza...
"Lo siento, es lo que exigen los propietarios". Lo dicen en la agencia Almi. "¿Por 60.000 pesetas, dos dormitorios, en Ventas? Imposible. 75.000 mínimo. Lo más cerca que tengo por ese precio es Prosperidad". La amabilidad cambia sorprendentemente cuando el interlocutor se identifica como periodista: "No nos interesa salir en el periódico".
Al interlocutor le interesa ahora poner en alquiler su piso. Lee un anuncio anónimo: ¿Alquila piso? No se moleste en hacerlo". Marca el teléfono y responde una agencia: "Central Inmobiliaria, ¿dígame?". El piso está también por la zona de Ventas, unos 65 metros cuadrados, con calefacción y ascensor. "Unas 80.000 pesetas", responden categóricamente al otro lado del teléfono.
Y es que para encontrar un piso a menos de 1.000 pesetas el metro cuadrado hay que irse lejos, muy lejos, en la periferia de Madrid. Los precios de alquiler se han duplicado en menos de tres años.Un buen termómetro es Segundamano, una publicación que ha subido como la espuma a remolque del boom inmobiliario. Por término medio, sólo cinco de cada 100 anuncios de alquiler de pisos están por debajo de las 40.000 pesetas. La mayor parte (el 31%) se sitúa entre las 60.000 y las 100.000 pesetas.
Un 24% de los anunciantes son inquilinos que se ofrecen al mejor postor. Están en la misma desesperada situación que las autoras de un curioso cartel aparecido en una pared de la calle del Tutor: "Chicas con nómina buscan un piso en alquiler".Inquilinos y propietarios tienen en sus manos dos brazos legales en defensa de sus intereses, casi siempre enfrentados. La Cámara de la Propiedad Urbana lanzó una ofensiva hace un año al anunciar la creación de una lista negra de inquilinos morosos, elaborada a partir de unos 6.000 procedimientos judiciales por impagos de alquileres.
La respuesta de la Cámara de Inquilinos, que cuenta con 10.000 afiliadas, no se hizo esperar. Su presidenta, Isabel Torralva, puso en duda la legalidad de esta iniciativa. Torralva criticó el hecho de que la legislación actual "barre descaradamente a favor del propietario".
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