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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'largo invierno'

ANIMADOS POR su éxito reciente en una elección parcial en el condado de Galmorgan, los laboristas británicos parecen convencidos de que el thatcherismo no es imbatible. Ya es mucho. Su travesía del desierto -el largo invierno, como es calificado por la Prensa británica- ha sido especialmente dura a lo largo de estos 10 años de conservadurismo triunfante.La aguda polarización social provocada por la mezcla de corporativismo y milenarismo que caracterizó al tradeunionismo durante los años setenta favoreció el repliegue conservador de los ochenta. El contraste entre unas promesas ilinútadas y unos resultados modestos alejó a buena parte de los trabajadores británicos -ese tercio que se beneficiaba relativamente del crecimiento- de su partido tradicional, conduciendo al laborismo a una situación crítica.

Paradójicamente, sin embargo, el éxito económico de Thatcher podría permitir en estos momentos a los laboristas retomar la iniciativa en el terreno del reformismo. Por una parte, es ahora el thatcherismo el que está sucumbiendo a ensoftaciones ideológicas, llevando sus obsesiones a extremos absurdos, como el de pretender privatizar la distribución del agua potable. Por otra, han acabado por hacerse visibles los efectos de desagregación social y desarraigo de la juventud inherentes al conservadurismo radical, trágicamente expresados, por ejemplo, en el estadio de Sheffield. Para reconquistar el poder, los laboristas deben recuperar en primer lugar su credibilidad como oposición y alternativa viable. Y ello implica dirigirse a sectores más heterogéneos de la población que la sola clase obrera industrial.

Cinco meses antes del congreso laborista anual de Blackpool, y al menos dos años antes de unas nuevas elecciones generales, los laboristas se han puesto decididamente en movimiento y han establecido los principales puntos de una nueva estrategia en la que se abandonan no pocos elementos doctrinarios en aras de un mayor pragmatismo. El nuevo programa del Labour Party presentado esta semana por Neil Kinnock y aceptado por la ejecutiva nacional tiene como eje fundamental dirigirse al público y no a sectores sociales definidos, como, por ejemplo, la base social de los sindicatos, cuyo peso se ha visto drásticamente reducido durante la década.

Los conservadores han acusado el golpe de la ofensiva laborista, y la propia Thatcher se apresuró a manifestar en los Comunes que le parece escandaloso que Kinnock sacrifique los principios para buscar el poder. Resulta cuanto menos ridícula esa crítica cuando ha sido precisamente ese anclaje en viejos principios lo que los conservadores han reprochado con más fuerza a los laboristas durante todos estos años. Y es que la amenaza laborista está empezando a ser tomada en serio, si se tiene en cuenta que todo esto ocurre cuando existen más que indicios de un desfondamiento de los partidos de centro, lo que facilitaría una nueva polarización de la oposición en torno a un partido laborista renovado.

El primero de los principios abandonados es el del unilateralismo, es decir, el compromiso de desmantelar unilateralmente el arsenal nuclear del Reino Unido en cuanto los socialistas lleguen al poder. Durante las tres últimas convocatorias electorales, esta propuesta constituyó una auténtica muralla entre el electorado y el Partido Laborista. A partir de ahora, dice Kinnock, un Gobierno laborista mantendrá al Reino Unido armado mientras cualquier agresor potencial isponga de capacidad nuclear y hasta que la capacidad convencional de los miembros del Pacto de Varsovia sea drásticamente reducida. El segundo principio afecta al concepto mismo de la economía de mercado: se abandona la idea del control por el Estado y se la sustituye por la teoría de que los mecanismos del mercado solamente requieren ser perfeccionados para servir al objetivo último del socialismo, que es "una distribución del poder que haga posible un mayor control de los individuos sobre sus vidas".

Queda pendiente, sin embargo, uno de los principales problemas, y es el futuro de las relaciones del partido con las trade unions, cuyo voto bloqueado en las conferencias del partido y su decisiva contribución a la financiación del mismo han determinado la política del Labour hasta ahora. Kinnock y sus jóvenes turcos están dispuestos a Regar hasta el final para liberar al partido de tan pesado lastre, pero ésa será, sin duda, una dura batalla.

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