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La inteligencia y la rabia

Juan Cruz

Leonardo Sciascia respira con la dificultad de los que lo han fumado todo, como si se fuera a quedar habitado por el silencio, oculto tras el humo de la esquina que ocupa en el mundo. Pero de pronto surge de su palabra opaca la metáfora precisa, el producto de la rabia de siglos. Se diría que es un hombre de otra época, un ser como el que reclamaba Ernesto Che Guevara: un hombre al que el viento que lo ha vuelto duro no ha podido arrebatarle la ternura. Sus ojos, como su voz, están templados por las sombras de la edad y por la voracidad del humo: todo en él parece querer diluirse, desaparecer en el silencio, a la búsqueda de una realidad más rica que la que le ha dado a ver este siglo turbulento y absurdo, en el queel crimen se recompensa, la hipocresía se sublima y la sublevación se tapa con paños calientes. Y aun siendo un hombre rabioso, que se ha enfrentado a todos los demonios de su tiempo y ante todos, como el personaje de Kipling, ha opuesto su dignidad como una espada, Leonardo Sciascia nunca levanta la voz, no golpea la mesa, no muestra la cólera absurda de los que aspiran a santos. Es simplemente un hombre, un ser humano que ha aprendido del silencio propio el respeto a los otros, a las ideas ajenas, a la narración de las historias contiguas. Por eso es un observador inteligente, un conversador infatigable, un fatigado habitante de su época. Apasionado de Unamuno y de Ortega y Gasset, respetado en su tierra porque nunca calló loque supo, no ha sido nunca un sedentario, a pesar de que la salud le impide el viaje que su mente aventurera le demanda. Encerrado, pues, en el silencio habitado al que le obliga el tiempo, Sciascia busca en los otros el alimento de una cualidad escasa: la generosidad. En pocos autores de este siglo se pueden espigarjuicios más claros sobre la cualidad de los otros. Ese carácter en el que los demás tienen tanto sitio es el que le ha dado a Sciascia el aire de maestro del que han participado en nuestra era seres como Russell, Sartre, Camus, Unamuno y algunos otros elegidos. Su presencia en la tierra es un consuelo, porque indica que la inteligencia y la rabia no tienen por qué ser siempre identidades separadas.

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