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Tribuna
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Un Gandi del Pacífico

Lluís Bassets

Jean-Marie Tjibaou era un hombre corpulento y de cabeza grande y poderosa, orlada por los rizos de su negra cabellera, como la gran mayoría de los melanesios. Los caldoches racistas les llaman mickeymouse. Pero entre los jóvenes canacos esta estampa humana, salida directamente de las imágenes decimonónicas de la colonización, es un motivo de orgullo. Los jóvenes dejan crecer ferozmente su cabello para hacer más inmensa y orgullosa su cerviz.Tjibaou hablaba pausadamente, con la parsimonia de un jefe tribal, mientras sus labios esbozaban permanentemente una sonrisa, como un gesto de una nostalgia de la vida paradisíaca de estas islas, la vida de, antes, -antes de todo eso- o una promesa de otro tiempo mejor, difícil, quizás inalcanzable.

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Era un jefe tribal, alcalde electo de Hienguéne, en la costa norte de la isla grande. Pero era también algo más: un político de la casta de Gandhi y de Luther King, tenaz e inagotable en su tozudez, comprensivo con las impaciencias de los jóvenes, pero radicalmente partidario de la lucha pacífica. Esta era su arma y a la vez su defecto. Su moderación permitió el camino de la paz, pero ha sido su pecado para los intolerantes.

Tjibaou no era sólo un político. Era también un hombre de ideas, casi un místico del alma melanesia. Habría que buscar sus raíces ideológicas en el catolicismo conciliar de su formación como seminarista católico y en el pacifismo de Lanza del Vasto y de los grupos ecologistas del Larzac. Pero lo más original de su aportación es la búsqueda de las raíces de su pueblo y la traducción al lenguaje político de las investigaciones de antropólogos.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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