Un Gandi del Pacífico
Jean-Marie Tjibaou era un hombre corpulento y de cabeza grande y poderosa, orlada por los rizos de su negra cabellera, como la gran mayoría de los melanesios. Los caldoches racistas les llaman mickeymouse. Pero entre los jóvenes canacos esta estampa humana, salida directamente de las imágenes decimonónicas de la colonización, es un motivo de orgullo. Los jóvenes dejan crecer ferozmente su cabello para hacer más inmensa y orgullosa su cerviz.Tjibaou hablaba pausadamente, con la parsimonia de un jefe tribal, mientras sus labios esbozaban permanentemente una sonrisa, como un gesto de una nostalgia de la vida paradisíaca de estas islas, la vida de, antes, -antes de todo eso- o una promesa de otro tiempo mejor, difícil, quizás inalcanzable.
Era un jefe tribal, alcalde electo de Hienguéne, en la costa norte de la isla grande. Pero era también algo más: un político de la casta de Gandhi y de Luther King, tenaz e inagotable en su tozudez, comprensivo con las impaciencias de los jóvenes, pero radicalmente partidario de la lucha pacífica. Esta era su arma y a la vez su defecto. Su moderación permitió el camino de la paz, pero ha sido su pecado para los intolerantes.
Tjibaou no era sólo un político. Era también un hombre de ideas, casi un místico del alma melanesia. Habría que buscar sus raíces ideológicas en el catolicismo conciliar de su formación como seminarista católico y en el pacifismo de Lanza del Vasto y de los grupos ecologistas del Larzac. Pero lo más original de su aportación es la búsqueda de las raíces de su pueblo y la traducción al lenguaje político de las investigaciones de antropólogos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.