El agente
P. S., Un cabeza de serie entre los escritores jóvenes comentaba entre amigos: "Me dicen que me forro. Estoy ganando unos tres millones de pesetas por obra. Si se tiene en cuenta que procuro dedicarme a esto y que tardo unos tres años por libro, me sale un sueldo de unas 80.000 pesetas. ¡Menuda forma de forrarse!".
Nadie discute hoy que algo ha cambiado en las relaciones editoriales entre autor y editor en España. Hace 10 años, recuerda Mario Lacruz, el editor era "un Júpiter bondadoso que le hacía el favor al autor de publicarle el libro". Hoy día "lo que es seguro es que en la segunda novela el autor se presenta en la editorial con un agente".
Para Lacruz, uno de los nuevos factores decisivos es la aparición de los agentes fiterarios. "Estoy por completo de acuerdo en que un autor no tiene por qué estar negociando sus contratos o vigilando sus traducciones, pero también deseo decir que la aparición de un tercero, en una relación que era tradicionalmente de dos, no la mejora. En el mejor de los casos, la mantiene igual. En otros, la empeora'. aura reixas, e Grijalbo, opina que en casos de editores y autores pequeños, el agente puede ser un elemento solidario.
Jorge Herralde considera inevitable que, tal como van las cosas, los autores terminarán aceptando unas cifras que no se corresponden con el valor hipotético de sus novelas -"nosotros sabemos mejor que nadie lo que venden", dice Beatriz de Moura-, y que son, según definición de Herralde, dinero de fichaje.
No todos los escritores se prestan a abandonar sus editoriales, y no todos los editores literarios aceptan títulos de venta segura, pero que a menudo no responden a sus criterios de exigencia. La competencia no es todavía feroz, pero no tardará mucho en serio, vaticina uno de ellos.
Babelia
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