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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El último clavo

LA INAGOTABLE voluntad del Gobierno para apurar todas las posibilidades de prolongar la paz en Euskadi ha debido ceder finalmente a la lúgubre realidad: que ETA ya no sólo amenazaba con romper la tregua, sino que la ha quebrantado de hecho con esa infame forma de terrorismo que es el envío de cartas bomba. Aferrándose al más mínimo atisbo de humanidad y sensatez en quienes han decidido someter de nuevo a la inmensa mayoría de los vascos y del resto de los españoles al chantaje del tiro en la nuca, el Gobierno había asegurado en un principio -a pesar de las amenazas contenidas en la disparatada sucesión de comunicados de la semana pasada- que no consideraría finalizada la tregua hasta que no fuera forzada con atentados. Con la ola de cartas bomba y las explosiones en la vía férrea Pamplona-Alsasua de este fin de semana, aquéllos ya se han producido, aunque faltase aún el requisito de su reivindicación formal.Tanto el Gobierno como la opinión pública sabían que tales actos llevaban la impronta asesina de ETA, por lo que no dar en estas circunstancias oficialmente por concluidos los contactos hubiera sido tanto como mantener una situación engañosa que sólo podría beneficiar a la banda terrorista. El Gobierno, pues, no ha hecho sino levantar acta pública de lo evidente: que la actual dirección de ETA sigue apostando por el terror como instrumento de acción política para imponer al pueblo vasco lo que es incapaz de defender en el seno de las instituciones democráticas.

Hasta el último momento no se ha descartado, a juzgar por la naturaleza de los atentados cometidos en los días anteriores, que pudiera tratarse más de una jugada de póquer en una eventual guerra de nervios que de una ofensiva en toda regla contra las escasas posibilidades de recomponer la situación. Por ello, el Gobierno ha actuado con la prudencia necesaria, pues lo que está en juego merecía que cualquier resquicio fuera explorado ha`sta el final, sin que,ello haya significado en modo alguno debilidad. Finalmente, los acontecimientos se han revelado contrarios a cualquier esperanza.

A falta de una profundización sobre las contradicciones que las conversaciones de Argel han podido desencadenar en el seno de ETA, es evidente que los atentados son la materialización de los deseos de quienes han optado por quemar las naves ante cualquier salida no traumática de la situación. El objetivo de los planificadores de estos golpes, cuidadosamente escogidos por sus efectos limitados, no sólo era ir cerrando poco a poco el dificultoso y estrecho sendero que unía al Gobierno español con Argel, sino, sobre todo, hacer imposible la continuación de su tarea a quienes, dentro de ETA, insisten todavía en la búsqueda de una solución consensuada. De esta forma se convierten también en los carceleros de los etarras que seguirán purgando por mucho tiempo en las prisiones españolas.

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Los sucesivos comunicados de la banda y de sus tramas civiles no sólo revelan su distinto análisis de la marcha de las conversaciones de Argel, sino la paula"tina imposición de la postura de los que están en contra de las mismas si éstas no suponen el espaldarazo explícito a los objetivos políticos de la organización terrorista. A medida que pasa el tiempo se hace más claro que las diferencias surgidas sobre los supuestos acuerdos de Argel han sido el pretexto -y no la causa- esperado por el sector más duro de ETA para imponer su opción. -

Por más negativa que sea para el futuro de la paz la ruptura de la tregua por parte de ETA, ésta sólo podrá ser contrarrestada con la unidad del bloque democrático. Que éste sigue siendo el factor esencial para la definitiva derrota de ETA -con tregua o sin ella- lo demuestran los ataques furibundos dirigidos en los comunicados terroristas contra los partidos democráticos y su interés por desligar la actuación del Gobierno del marco de sus acuerdos. La firmeza de esta unidad es el máximo argumento que puede hacer mella en el conjunto de ETA para que algún día la organización terrorista opte por el abandono de las armas. La pelota vuelve a estar en su tejado.

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