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FERIA DE SEVILLA

Banderillas negras

Un toro de Sevilla fue condenado a banderillas negras. Lo merecía. El resto de la corrida de toros-de Sevilla también mereció el baldón de las banderillas negras, porque salió con tipo escalonado, trapío al estilo chotuno, bravura ni por sueños, casta tampoco y fuerza apenas ninguna. Así como para los toros mansos que huyen de los caballos y se niegan a que les claven puyas hay reglamentadas banderillas negras, para las corridas descastadas debieran instituirse otras, que serían entregadas al ganadero una vez concluído el festejo, en presencia de sus abogados.Lo del toro de Sevilla no se recuerda sin intención pues tal toro es un invento interesado de taurinos que pretenden meter en la Maestranza toros como los de ayer o como la mona que le sacaron a Espartaco el domingo, con la excusa de que son el toro de Sevilla. Y no hay tal toro. La verdadera afición sevillana, que de indocta y de tonta no tiene un pelo, sabe distinguir perfectamente toro de cabra, trapío de gordura, cuajo de kilos. Y a un animal al límite del peso reglamentario, proporcionado, serio y cortejano lo ve toro, porque es toro, mientras si está anovillado, tullido o famélico no lo ve toro, porque no lo es. Luego tocará palmas o dará la callada por respuesta -de eso se aprovechan, porque calla- pero en ningún caso comulga con ruedas de molino.

Jandilla / Romero, Paula, Litri Toros de Jandilla, (3º, sobrero), desiguales de tipo, algunos impresentables, descastados; 42, condenado a banderillas negras

Curro Romero: pasada sin clavar, tres pinchazos y siete descabellos (pitos); pinchazo, media estocada caída y rueda de peones (algunos pitos). Rafael de Paula: dos pinchazos y estocada corta baja (silencio); media atravesada; aviso con retraso (silencio). Litri: estocada corta atravesada y descabello (minoritaria petición y vuelta); estocada corta y tres descabellos (algunas palmas). La condesa de Barcelona presenció la corrida desde el palco Real. Plaza de la Maestranza, 10 de abril. Quinta corrida de feria.

Por montón y casi también al menudo, la corrida de ayer fue impresentable, y después, en la lidia, resultó bochornosa. Aquello, a salvo la boyantía del quinto, apenas tenía nada que ver con el genuíno toro de lidia.. Por una vez Curro Romero se cargaba de razón cuando macheteó sin más miramientos al primero de la tarde. La especie que le pusieron delante no merecía ni siquiera fingirle el toreo. El segundo se acobardó al segundo ayudado de Rafael de Paula; renunciando a embestir, se refugió en tablas, y si no se tumbó allí mismo cuan largo era, fue porque a cuatro patas se defendía de los coletudos que le aterrorizaban con su simple presencia. Ese toro creía que Paula era King-Kong.

El cuarto huía de los lidiadores y además tenía los pies planos. Un toro que huye de los lidiadores merece banderillas negras, y si además tiene los pies planos, no se le debe permitir la entrada en la Maestranza sin pasar antes por el podólogo. Ocurrió, sin embargo, que finalmente aceptaba pases, hasta el punto de que Curro le dio dos, y no le dio tres para no sentar graves precedentes.

Tres toros hambrunos más saltaron a la arena, uno noble, los restantes buenos para la carreta, y para estofado, ya se verá hoy a la hora del almuerzo. El toro noble le correspondió a Rafael de Paula, que componía la figura al citar y la descomponía al embarcar. Rafael de Paula ensayó decenas de derechazos y limpio no le salió ni uno. Rafael de Paula perdió ayer una excelente ocasión de triunfar en la Maestranza, que se le mostraba propicia y estaba dispuesta a declararse partidaria, entre otras cosas para que Curro se enterara de lo que vale un peine.

Los toros de carreta le correspondieron a Litri, que en uno de ellos hizo lo más torero de la tarde. A ese toro, reservón, con media arrancada, le cuajó un toreo serio, desde luego valiente pero de ninguna manera tremendista. Y hasta le ligó los pases, mejores por la derecha, en los que llegó a cargar la suerte y a embarcar con la panza de la muleta, lo que constituye una sensacional novedad en estos tiempos modernos que consagran la tauromaquia del pico y la suerte descargada.

El otro toro, de arrancada tenía un cuarto o menos, se paraba con la cara alta, y a ese le porfió temerario, sin otro resultado que dos desarmes, un volteretón incruento, y el susto y el disgusto del público, que no estaba para angustias a esas alturas del atardecer, después de haber soportado casi dos horas y media de infumable corrida. La ceremonia de entrega de las banderillas negras al ganadero en presencia de sus abogados, con el correspondiente diploma acreditativo, habrían servido de reparación moral al público de la Maestranza, que merece mayor respeto.

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