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El partido gobernante en Turquía amenaza ruina

Turgut Ozal ha quedado fuera de combate. Tendido sobre la lona. El primer ministro turco y líder del conservador Partido de la Madre Patria (PMP) necesitará un milagro para recuperarse. Su derrota en las elecciones municipales celebradas el pasado domingo no admite paliativos. Perdió las alcaldías de las grandes ciudades y la batalla de las asambleas municipales del país. Ozal fue superado por la izquierda (el Partido Populista Socialdemócrata, PPSD), de Erdal Inonu) y por la derecha (el Partido de la Recta Vía, PRV, de Sulcimán Demirel).

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Estambul, Ankara, Esmirna

Ya no tiene un territorio sobre el que ejercer su dominio. Sus esperanzas de convertirse en presidente se desvanecen. Se evoca abiertamente al presidente Adolfo Suárez y su Unión de Centro Democrático (UCD). El espectro de la descomposición planea sobre el futuro inmediato de la formación en el poder. Pese a todo Ozal aseguró ayer que no convocará elecciones anticipadas y que se mantendrá en el poder hasta 1992.Los resultados disponibles a media tarde de ayer ponían en cabeza en las asambleas municipales al PPSD, con el 28,39% de los votos, seguido por el PRV, con el 26,2 1. %. El PMP se colocaba en tercer lugar, con el 21,88%, mientras que el islámico Partido de la Prosperidad (PP), de Necmettin Erbakan, lograba el 9,26%, y el Partido de Izquierda Democrática (PID), del ex primer ministro Bulent Ecevit, quedaba ligeramente por detrás, con el 9,13%. Finalmente, el ultraderechista Partido Nacionalista del Trabajo (PNT), de Alparslan Turkes, lograba el 3,90%. En cuanto a las alcaldías de las capitales de las 67 provincias, 44 estaban ya decididas en ese momento, y de ellas, 27 iban a parar a los socialdemócratas; 13, al PRV; 2, al PMP; 1, al PP, y sólo una al partido del Gobierno. La ventaja era clara en la mayoría de las restantes para el PPSD. En general, éste se impuso claramente en las grandes ciudades, mientras que las huestes de Demirel consiguieron sus mejores resultados en las zonas rurales.

El cuartel general del PMP en Ankara era el domingo por la noche un espejo de la catástrofe. Ni un simpatizante para jalear a Ozal. Sólo dirigentes del partido y periodistas. El vicepresidente Oltan Sungurlu conservaba, sin embargo, el buen humor. "Si no ha ido tan bien", pidió a su ayudante, "di a Melimet que traiga té para todos".

Ayer, un Ozal que parecía ver blanco donde todos ven negro aseguró que los comicios no han producido ningún cambio en el espectro político, sino tan sólo un desplazamiento de votos dentro de las fuerzas de la derecha. "El pueblo", dijo, "sabía que no se trataba de forzar un cambio de Gobierno. Es cierto, sin embargo, que ha lanzado una clara advertencia, que habrá que atender. Se tomarán las medidas oportunas. Quizá no hemos dado a la inflación la importancia que se merecía". El primer ministro anunció para dentro de un par de días un amplio reajuste de su Gabinete, pero dejó muy claro que no pensaba dimitir, que no convocará elecciones anticipadas y que su partido seguirá en el poder hasta agotar su mandato, en 1992.

Comicios anticipados

Los comicios anticipados parecen inevitables. Es muy difícil que Ozal, con apenas el 22% de los votos, resista todas las presiones. En 1987, con el 36% de los sufragios, obtuvo 292 de los 450 escaños de la Asamblea, por 99 del PPSI) y 59 del PRV, cuyos porcentajes respectivos fueron del 24,7 y del 19,32. Ambos partidos de oposición quieren que el nuevo mapa político se refleje cuanto antes en el Parlamento, especialmente porque, en noviembre, la Cámara tiene que nombrar un nuevo presidente.Octubre parece el mes más indicado para que los turcos vuelvan a las urnas, por novena vez desde el golpe militar de 1980. Hasta entonces, es probable que Ozal gobierne pensando más en los votos que en la teoría del ultraliberalismo económico que tanto ama.

Las presiones para que se adelanten los comicios vendrán también de dos formaciones que se han quedado justo ante la frontera del 10%. necesario para obtener representación en el Parlamento: la socialdemócrata de Ecevit y la integrista de Erbakan Al ascenso de este último puede que no haya sido totalmente ajena la reciente guerra del velo.

El principal enemigo del primer ministro no es Inonu, pese a que éste haya ampliado considerablemente sus dominios, sino Demirel, el viejo sultán de la derecha, dos veces derribado por el Ejército, casi desahuciado políticamente y que, de golpe y porrazo, contra todo pronóstico, recupera su papel histórico y aspira a aglutinar nuevamente a las fuerzas conservadoras. Ni siquiera el secretario general del PRV, Gokberk Ergenekon, se atrevía a pronosticar que iba a propinarse tal derechazo a Ozal. En unas declaraciones a EL PAÍS, días antes de los comicios, este nuevo valor, de sólo 36 años, confiaba en que la porción de tarta que conserva la derecha turca (más de la mitad del total) se repartiría en dos mitades casi exactas entre el PMP y su propio grupo.

Ayer, Demirel lanzó un claro mensaje a Ozal: "Dijiste que tendrías si perdías. El panorama está claro. Vete. ¿Pretendes gobernar sabiendo que de cada 100 turcos 90 te dicen que no te quieren?".

Ahora cabe esperar que las ratas comiencen a abandonar el barco. El PMP, más que un partido, es un conglomerado de intereses diversos y hasta contradictorios cuyo único aglutinante es el poder. Cuenta al menos con tres corrientes: la liberal, la tecnócrata y la Santa Alianza (formada, a su vez, por islámicos y extremistas de derecha).

Si ya no hay postre, cada cual puede irse por su lado. Muchos, hacia Demirel, aunque éste niegue que vaya a favorecer tal tráfico. Otros, hacia Erbakari; algunos, incluso, hacia el PNT, de Turkes, lo más cercano a un nazi entre los políticos legales de la derecha.

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