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Estambul, Ankara, Esmirna

Ozal ha presentado las grandes ciudades como escaparates de la "nueva Turquía", abierta al futuro, construida durante su mandato. La derrota en Estambul, Ankara y Esmirna refleja, por ello, más allá de los resultados globales en todo el país, la importancia de su fracaso.

Lo impensable ocurrió en Estambul. Bedrettin Dalan era más que un alcalde. Era, aparentemente, un jefe carismático, una figura en alza, un recambio para el liderazgo de Ozal. Todas las encuestas le situaban muy en cabeza. Tan sólo se discutía el volumen de su victoria. Para amarrar el resultado, se descolgó de su propio partido e hizo campaña como un cuaslindependiente, por encima del bien y del mal. No quería atar su destino al de un PMP en plena cuesta abajo. No sirvió de nada. Sus megalomaniacos proyectos, que han cambiado en los últimos años la faz de la ciudad de los dos continentes, no bastaron para evitar que siguiera la estela del partido del Gobierno. Su rival socialdemócrata, Durettin Sözen, que le acusó de corrupción y de violar la ley, le venció (aunque no escandalosamente) en la mayoría de los distritos. La estrella de Dalan, como la de Ozal, ha dejado de brillar.

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En Ankara y Esmirna, los alcaldes salientes, ambos del PMP, deben estar ocultos bajo una mesa. Su derrota ha sido humillante. El de la capital, Melimet Altinsoy, carece de todo carisma y no contó con los inmensos medios que Dalan tuvo en sus manos. La corriente anti PMP le pilló sin salvavidas y le arrastró al fondo. Todos los distritos cayeron en el saco del candidato socialdemócrata, Murat Karayalcin.

Otro tanto ocurrió en Esmirna, pero allí tuvo buena parte de culpa Burhan Ozfatura, un hombre próximo a la Santa Alianza, que no se dio cuenta de que esta ciudad mediterránea, la más europeizada de Turquía, no le perdonaría que llevase su devoción islámica hasta empeñarse en proyectos como levantar una mezquita en la zona de más intensa vida nocturna.

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