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Occhetto: El 'reformismo fuerte'

Hoy se inicia en Roma un congreso del Partido Comunista Italiano (PCI), llamado a ejercer una notable influencia en el pensamiento de la izquierda europea. Muchos de los que hemos participado activamente durante los últimos años en la reflexión eurocomunista seguimos considerando como un estímulo los esfuerzos comunistas italianos por renovar las ideas de la izquierda, en contraposición con las visiones dogmáticas, sectarias y fundamentalistas que siguen dominando en una parte de los partidos comunistas de Europa occidental.Occhetto, continuador de la tarea de Berlinguer, preside un congreso que pretende sentar las bases teóricas y políticas de un amplio movimiento de encuentro de todas las fuerzas de progreso europeas, con el ánimo de inaugurar un nuevo sistema de relaciones que supere "las viejas divisiones" que estuvieron en la base de la ruptura entre la Segunda y la Tercera Internacional.

En este sentido no resulta casual que Occhetto haya mantenido, pocas semanas antes del congreso, sendas reuniones con la dirección del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y con Gorbachov, en una visita a Moscú llena de significado. Si tenemos que superar la división del movimiento obrero y de izquierda que se produjo en la crisis de 1914-1917, el papel del SPD y de Gorbachov resulta de especial trascendencia.

En el encuentro celebrado en Bonn el 26 de enero del presente año, Occhetto no dudó en afirmar que para abrir una perspectiva de vía democrática y europea al socialismo es preciso "prefigurar y determinar estructuras organizativas nuevas para el conjunto de las fuerzas de progreso"; en este sentido, la Unión Europea de Partidos Socialistas podría ser la primera sede de encuentro y debate entre el conjunto de las fuerzas de la izquierda europea.

Pocas semanas más tarde se celebró la entrevista Gorbachov-Occhetto, que no ha podido ser más esperanzadora. La perestroika impulsada por el dirigente del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) ha permitido superar el espíritu de la histórica frase de Berlinguer, en el sentido de que "octubre ha perdido su impulso reformador". Hoy los acuerdos entre ambas fuerzas resultan altamente significativos. En el mundo de hoy se trata de lograr un proceso de democratización mundial en el cual "el Oeste tiene la necesidad de introducir una regulación en la economía de mercado, mientras en el Este es preciso introducir más elementos de mercado así como impulsar la democratización del sistema político". Para afrontar los problemas de nuestro tiempo, ambos dirigentes omitieron la referencia al "movimiento comunista", y Gorbachov hablaba de la "articulación del movimiento progresista y de izquierda" para referirse al sujeto histórico que hoy tiene que realizar los cambios que demanda nuestra sociedad. La experiencia positiva del pluripartidismo iniciada en Hungría, la nueva situación creada en Polonia, la necesidad de restablecer la verdad sobre la primavera de Praga, así como defender la figura de Dubcek, estuvieron en el centro de los debates y, al parecer, en las conclusiones.

Todo ello significa la confirmación de que estamos viviendo un profundo y positivo cambio en la escena de la izquierda europea, cambio que el congreso del PCI pretende consolidar realizando una serie de propuestas políticas y teóricas, con el fin de avanzar en un camino que acaba de nacer. Veamos lo esencial de esas propuestas.

Es preciso comprender que la revolución de nuestro siglo está resituando nuestro pasado y que inspirándonos en valores de igualdad, de libertad y de no violencia debemos dar impulso a un gran movimiento cultural, social y europeo que abra el camino a una sociedad más justa, más responsable y más democrática. Ahora bien, la apertura de una vía democrática y europea al socialismo depende de la capacidad de las fuerzas de izquierda para abrir nuevos horizontes de progreso y de civilidad en Europa.

Estamos viviendo el legado de la crisis del realismo, que nos sitúa ante una disyuntiva fundamental: o somos el sostén subalterno del proceso. de modernización en curso, o procedemos a una reformulación de la idea misma de progreso, en el sentido de que no es posible concebir el progreso sólo en los términos de un crecimiento económico indiferenciado, sino que es preciso hacer referencia a factores esenciales de orden social y ecológico. No es posible reducir el progreso al desarrollo de los medios tecnológicos porque tal desarrollo, al tiempo que un impacto productivo, no ha tenido uno distributivo. No puede identificarse desarrollo técnico y desarrollo social, sino que el primero debe orientarse a ser compatible con el segundo.

Para ello se hace preciso encontrar nuevas formas de organización y de coordinación de las opciones económicas de diversos países, porque cualquier política reformadora recibiría graves penalizaciones en los supuestos de opciones no armonizadas con otros países. Es necesario volver a conectar expresamente la opción europea progresista con nuestra convicción de que las vías estrictamente nacionales son insuficientes para lograr transformaciones socialistas. Las fuerzas de izquierda y de progreso tienen la necesidad de una escena más amplia que la estrictamente nacional para desarrollar sus estrategias, pues incluso cuando la izquierda asume responsabilidades de Gobierno entra en conflicto con factores situados más allá de las propias fronteras nacionales. Por ello el PCI se pronuncia positivamente en cuanto a la adopción del mercado único europeo, por ser contrarios a todo retroceso en los procesos de internacionalización.

Entre las propuestas congresuales destaca el planteamiento de la cuestión de la democracia como un problema nodal, partiendo del supuesto, expresado ya por Berlinguer, de concebir la democracia no como un instrumento, sino como un valor universal. Una democracia en expansión debe conceptuarse como motor de una nueva concepción del socialismo, socialismo que debe ser entendido como la máxima realización de las libertades individuales.

Este concepto de democracia debe desarrollarse en dos direcciones. Por una parte, en profundidad, a través de nuevas formas de democracia económica, y debe desarrollarse en extensión, a través de una redefinición de poderes, de nuevas formas de control del Estado.

En el contexto de este concepto de democracia se produce una importante revisión de la concepción del Estado, que rechazando la tradicional concepción estatalista de la izquierda más dogmática debe suscitar energías no sólo públicas, sino también privadas, suministrando proyectos a una pluralidad de sujetos y situando en segundo plano la función del Estado relativa a su gestión directa. Desde esta visión renovada y no estatalista del Estado tenemos que lograr la gran tarea inconclusa: producir una integración completa entre libertad e igualdad, que sigue siendo el gran problema de la moderna sociedad del fin del siglo XX. "Octubre", declaró recientemente Occhetto, "lejos de resolver esta contradicción, la ha exasperado más, forzando el término de la igualdad".

Desde estos supuestos y para el logro de esta histórica tarea, el PCI se define como una opción reformista, en el entendido de que hoy una opción reformista no puede limitarse a secundar el crecimiento económico garantizando una equidad distributiva, sino que debe producirse una reorientación del desarrollo. Por ello se habla de un "reformismo fuerte", que sepa intervenir con proyectos y propuestas concretas respecto de las nuevas contradicciones creadas, o de las ya existentes, pero que se han acentuado. La contradicción entre el Norte y el Sur, la disminución del horario de trabajo como gran reforma global del modo de producir, la cuestión de la mujer, la atención 'al medio ambiente como forma de introducir mutaciones cualitativas en el desarrollo, son objetivos de un reformismo fuerte, en contraposición a un reformismo débil, carente de proyecto y, por tanto, incapaz de hacer frente a los fenómenos de nuestra civilización y del siglo XXI.

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