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Tribuna:EL DEBATE SOBRE LA IMPLANTACIÓN DEL TREN DE ALTA VELOCIDAD
Tribuna
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Un tren de escaparate

El autor, secretario general de la Federación de Grupos de Defensa de la Naturaleza (CODA), trata de ilustrar con el ejemplo del contrato del siglo de Renfe lo que no debe ser una concepción del desarrollo que pretende contribuir a la superación de la dependencia tecnológica y el respeto al medio ambiente.

En un país como el nuestro, que, pretende salir de una larga etapa de postración de casi dos siglos de duración, es fácil deslumbrar a la opinión pública con vistosos proyectos que dan cierto aire de modernidad.Ahora, esa modernidad se llama Europa, y algunos europeos del sur de los Pirineos que ocupan puestos claves por su capacidad de decisión están proporcionando suculentos negocios a otros europeos del norte de los Pirineos, apoyándose siempre en el denominador común de lo europeo.

Lamentablemente, los medios de comunicación no han cumplido, salvo algunas excepciones, con su misión de informar debidamente a los ciudadanos; por ejemplo, en lo referente a la adjudicación del llamado contrato del siglo [convocado por Renfe para dotarse de material rodante de alta velocidad en el marco del Plan de Transporte Ferroviario].

Ello es así porque han contribuido a justificar la realización de trazados de líneas de alta velocidad y no han divulgado las enormes desventajas de la opción escogida para renovar el material rodante de Renfe.

Varios comentarios deben realizarse, desde mi punto de vista, en torno a este asunto:

1. Es dudoso que los futuros servicios prestados por los trenes de alta velocidad de Renfe puedan ser disfrutados por la mayoría de los habituales usuarios del tren, debido al alto precio de sus billetes. Sin embargo, si se hiciera un esquema de prioridades serio para analizar dónde debe invertir el sector público grandes sumas de dinero, se encontrarían muchas necesidades primordiales que resolver.

Mejora del servicio

Sin tener que salir del terreno de los transportes, una de esas prioridades sería, sin duda, la mejora del servicio ofrecido por los transportes públicos urbanos, lo cual a muchos ciudadanos nos ahorraría tiempo y a todos el tener que respirar un aire tan contaminado como el que utilizamos los madrileños habitualmente.

2. Las prisas del Gobierno de cara al año 1992 no justifican los destrozos que el trazado de las nuevas líneas está causando en un número importante de espacios, naturales.

3. Los más recientes estudios sobre la estructura industrial de España, entre otros el informe de la situación de la industria española en 1987 elaborado por el propio Ministerio de Industria, señalan el progresivo alejamiento de España respecto a la llamada frontera tecnológica en los sectores que pilotan el actual proceso de cambio técnico. Estos sectores se agrupan en el denominado complejo metalúrgico, el cual comprende las industrias metálicas básicas, de maquinaria, material de transporte y electrónica.

Me parece evidente que servir en bandeja nuestra industria ferroviaria a los franceses no es la forma más adecuada de hacer frente a esta problemática. Esta contradicción se acentúa aún más si tenemos en cuenta que en países como Estados Unidos o la República Federal de Alemania (RFA), el Talgo, que, como todos sabemos, incorpora tecnología nacional, alcanza actualmente velocidades superiores a los 250 kilómetros por hora.

Además se adapta a distintos anchos de vía, con lo cual podríamos dedicar esos cientos de miles de millones necesarios para ejecutar el cambio del ancho de vía a cosas más provechosas, entre las que se me ocurre destacar el aumento de nuestro presupuesto de I+D (investigación y desarrollo), centrando los esfuerzos en la alta tecnología, y, dentro de ella, en los procesos de producción no contaminantes; ello sería, sin lugar a dudas, una apuesta de futuro.

Dependencia tecnológica

Por todo lo anterior, considero irresponsable la decisión del Gobierno acerca del contrato del siglo de Renfe, ya que deja escapar una oportunidad de avanzar en la reducción de nuestra dependencia tecnológica, y no tiene en cuenta el respeto al medio ambiente.

Pero, aun en el caso de que no hubiera más remedio que proceder al cambio del ancho de vía y adjudicar a empresas extranjeras el suministro de las locomotoras y trenes de alta velocidad, no me parece lógica la penosa idea de vender las dos empresas públicas de material ferroviario, previa inyección de 40.000 millones de pesetas para sanear sus maltrechas cuentas de resultados.

Los historiadores de la economía española se lamentan, con razón, de que durante la construcción del ferrocarril en el siglo pasado se importara la inmensa mayoría del material necesario, en vez de haber encargado su producción a la entonces naciente siderurgia vasca. La venta de las empresas de material ferroviario del Instituto Nacional de Industria (INI) a la empresa francesa Alsthom en el momento en que podían registrar los mayores beneficios de su historia implica la posterior repatriación de buena parte de esos beneficios a Francia, lo cual constituye, sin duda, un claro síntoma de descuido de los intereses españoles por parte del Gobierno que preside Felipe González.

Sería mejor para la humanidad que los pueblos convivieran en condiciones de igualdad, en lugar de estar unos dominados políticamente por los otros; hoy día, uno de los principales instrumentos de esa dominación es el liderazgo económico a través del poder político que da el control de las tecnologías avanzadas.

Al parecer, el Gobierno español no sólo no tiene en cuenta estas cuestiones, sino que subordina a intereses exógenes sectores enteros de nuestra industria.

Miguel Ángel Ortega Guerrero es secretario general de la Federación de Grupos de Defensa de la Naturaleza (CODA).

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