Astifinos
ENVIADO ESPECIALTodos eran astifinos, mejorando lo presente. Los toros. Los seis El quinto rarillo de puntas, pero tampoco es cuestión de sacarle los colores, cuando sus hermanos lucían el armamento tal cual se ve en las dehesas, natural, entero y diamantino. El toro con armamento natural, entero y diamantino parecía desaparecido de las plazas, donde lo habitual es ver astas romas, cornicortas y hechas un churro. Taurinos de extracción diversa -algunos ganaderos incluídos- lo explican diciendo que a los toros de esta época les pica el cuerno, se lo rascan en la s piedras y se lo dejan a cachos en ellas.
Mucha comezón es para acabarla de creer. A los Bohórquez de ayer el cuerno no les picó lo que se dice nada, y si les picó, se aguantaron, de puro machos. Por tal razón aparecieron en la arena luciéndolo natural, entero y diamantino. También es cierto que el Ministerio del Interior acaba de circular a los Gobernadores Civiles un télex con instrucciones para que la autoridad delegada y los veterinarios de servicio rechacen en los reconocimientos aquellos toros cuyo cuerno haya sufrido merma. La Biología aún no ha sabido explicar qué misterioso fenómeno es ese según el cual cuando el Ministerio circula télex sobre cuernos, a los toros se les quita la comezón y no se rascan en piedras ni en soporte duro alguno.
Bohórquez / Domínguez, Manili, Vera
Toros de Fermín Bohórquez, bien presentados, armados y astifinos, en general broncos. Roberto Domínguez: pinchazo y estocada trasera ladeada (silencio); pinchazo, estocada caída que asoma y dos descabellos (ovación y salida al tercio). Manili: pinchazo hondo, rueda de peones y cinc descabellos (silencio); estocada corta atravesada y descabello (silencio). Juan Carlos Vera: pinchazo hondo descaradamente bajo, tres pinchazos y seis descabellos (ovación y salida al tercio); cuatro pinchazos y estocada corta; aviso con retraso (palmas). Plaza de Valencia, 15 de marzo. Quinta corrida fallera.
Dehesas y negociados son ambientes distintos, cualquiera lo entiende, y por tanto es inexplicable aquella relación de causa a efecto. Por muy ágiles y lis tos que sean los toros, ninguno tiene acceso al télex. Ni aún los de ayer que, salvo par de ellos, eran agilísimos y listísimos, broncos además, de los que desarrollan sentido y pueden coger Afortunadamente, avisaban antes. A Manili le estuvieron avisando los dos suyos, a base de tirarle derrotes cada vez que pretendía embarcarles en la muleta Manili lo intentó reiteradamente y con mucho pundonor por ambos pitones, hasta convencerse de que debía cuadrar y matar. De parecida catadura fue el sexto y Juan Carlos Vera le aguantó el mal genio en unos redondos valerosos, a pesar de que, tras los ayudados torerísimos, hubo de librar una colada espantosa.
El tercero embestía noble por el izquierdo y Vera le instrumentó varias tandas de naturales hondos y ligados, que jaleó la plaza. Luego se adornó con rodillazos y espaldinas, y sobró eso, porque el toro, que le había pedido la muerte mucho antes, se puso a la defensiva, alerta y alta la cabezota. Le costó mucho matar y perdió el triunfo legítimo que había ganado. El primero tenía poco recorrido y Roberto Domínguez le muleteó con la superficial compostura que define su estilo. En el cuarto, muy noble, Domínguez toreó suave aunque poco ligado y con propensión a resolver las tandas mediante circulares y otras aproximaciones al cuello del toro.
El asunto de los pitones nada tenía que ver, seguramente, con estos alivios. Es el estilo del torero. El estilo es el hombre -dijo el sabio- y hay estilos de tal categoría que en cuanto apuntan son auténticos campanazos. Por ejemplo, el de Vicente Puchol, un peón jovencisimo que bregó con excelente técnica. Al tercero y al sexto les prendió pares en lo alto asomándose al abismo de los pitonazos y salió de la reunión andandito y relajado, como si volviera de tomarse un caferet.
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