Un experto en muerte súbita
"Solamente el que está totalmente ocupado tiene tiempo para todo", asegura el atareadísimo Bernard Lown, quien cree que es cuestión de usar eficientemente el tiempo, y delegar los asuntos accesorios. "Claro, mis hijos y mis nietos me ayudan", dice y su esposa, que le ha acompañado compitiendo amistosamente con el reportero gráfico del periódico, se apresura a mostrar una foto familiar con cinco pequeños sonrientes.Hijo de un hombre de negocios, Lown, que en su parecido físico con Gorbachov tiene incluso una pequeña mancha azulada en la frente, nació hace 67 años en Lituania y su familia emigró en 1935 a los EE UU. Es profesor de cardiología de la Escuela de Salud Pública de Harvard, especialidad a la que se acertó en 1950, cuando llegó a Boston, "porque estaba en vías de un rápido progreso". Poco después, en 1960, observó que muchos de sus pacientes no volvían a aparecer por su consulta. "Le pregunté a mi profesor, y me respondió: 'Mueren súbitamente, es muy común'. Empecé a investigar este tema y profundicé en la resucitación de los enfermos que sufrían parada cardiaca. Introdujimos el desfibrilador y algunos fármacos". Una de las aportaciones de Lown fue la utilización de la lidocaína, medicamento ahora generalizado para el control de los transtornos del ritmo cardiaco.
Seguramente inquieto, quiso evitar estas muertes y utilizó la monitorización permanente, para detectar quienes podrían fallecer súbitamente y ponerlas en tratamiento. Se inició en el estudios de las anomalías del ritmo cardiaco (arritmias). Los cardiólogos del mundo estudian su clasificación de las arritmias y conocen sus 300 publicaciones y el centenar de libros que ha escrito.
Últimamente experimenta con modelos animales a los que se les induce la muerte súbita y estudia los factores nerviosos que influyen en el funcionamiento del corazón. "Los elementos que inciden en este órgano son diferentes, depende de la naturaleza biológica de cada ser humano, que es única".
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