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El imperio contrataca

Time Warner se convierte, tras su fusión, en el nuevo líder de la comunicación global

Francisco G. Basterra

"A mediados de los años noventa, la industrila de los medios informativos y del entretenimiento estará compuesta por un número limitado de gigantes globales. Y nosotros seremos uno de ellos". Esta predicción, realizada hace unos meses por el presidente de Time Incorporated, Richard Munro, acaba de convertirse en realidad con la creación de la mayor empresa de comurticaciones del mundo, Time Warner Incorporated, producto de la fusión de la revista Time con la principal empresa norteamericana de producción de televisión (Dallas, Falcon Crest) y discos y una de las principales del mundo de las películas, Warner Communications.

Una operación de 9.000 millones de dólares, coste del intercambio de acciones entre las dos empresas, que generará un multimedia con un valor combinado de 18.000 millones de dólares. Y lo que es más importante, la capacidad de inundar la aldea global con sus productos -material editorial, vídeos, películas de Hollywood-, que puede diseminar por los cinco continentes amortizando costes que serían imposibles para empresas convencionales o simplemente regionales.Los estudiosos de la información alertan sobre el peligro del monopolio universal de unos pocos. Frente a "lo pequeño es maravilloso", esto es la magia de lo colosal. Serán, junto con los Murdoch, Bertelsmann, Hachette y Maxwell, los nuevos dueños del universo, con una inmensa capacidad de decidir sobre el ocio y la cultura de la humanidad.

Un futuro de "s¡nergias"

Es el aprovechamiento, gracias a la integración vertical de las compañías, de las abstrusamente denominadas por los economistas "sinergias" producidas por la combinación de sus productos y recursos complementarios. A Time Warner Incorporated sólo le faltará prensa diaria, pero Madonna o U-2, cantantes de la cuadra Warner, pueden ser biografiados en un libro de la editorial de Time, que distribuiría su club de libros por correspondencia y serializaría Time (4,7 millones de ejemplares semanales) o People (el ¡Hola! norteamericano).

Los vídeos de Madonna serían producidos por el gigante, que los di1stribuiría en EE UU a través de sus empresas de cable HBO, Ciriemax o ATC, o por satélite a todo el mundo. También cabría que hicieran miniseries de televisión. Y sus estudios podrían realizar una película. Y las críticas, presumiblemente favorables, podrían leerse en los 30 millones de ejemplares que en todo el pllaneta distribuye ahora Time Incorporated.

Hasta la fusión de Time y Warner, aún no concluida (712 millones de dólares de beneficios netos entre ambas en 1987), una empresaalemana occidental que trabaja sin hacer ruido, Bertelsmann AG -nacida hace 136 años como editora de himnos religiosos-, era el principal holding mundial de comunicaciones, con unas ventas anuales de 6.600 millonesde dólares y unos beneficios netos también anuales de 193 millones de dólares. Pero con Time Warner Incorporated Estados Unidos se sitúa a la cabeza de la competición global de los medios de comunicación cara al año 2000.

Munro, Ross y N. Nicholas -quien, pasados cinco años, presidirá en solitario Time Warner- pasan a liderar un club exclusivo de magnates de los medios de masas. Son los Mohn, Murdoch, Lagardére y Maxwell. "Sólo empresas norteamericanas de comunicación muy fuertes sobrevivirán en el mercado europeo unificado de 1992", explicaba Ross para justificar la formación del gigante. Este club, de los más fuertes, no tendrá más de media docena de plazas.

El desconocido Reinhard Mohn, que posee el 89% de las acciones de Bertelsmann, es el primer socio. Además de la editorial Doubleday, tiene en Estados Unidos Bantam, Dell y Literary Guild, así como RCA, y edita las revistas Parents y Young Miss. El 29% de las ventas del grupo proviene del mercado norteamericano. Las leyes antimonopolio le impiden extenderse más en la República Federal de Alemania y Bertelsmann ha entrado en la televisión privada francesa. Mohr ha dicho que no se precipitará para responder al reto de Time Warner.

Murdoch, nacido en Australia y nacionalizado norteamericano, es el tercer socio de esta peña especial, con su holding News Corporation (4.400 millones de dólares de ingresos anuales y 11.000, millones de activos). Los norteamericanos le consideran como el miembro "más agresivo y brillante" de la fraternidad que puede llegar a decidir lo que leemos, escuchamos o vemos los ciudadanos del planeta Tierra.

El francés Jean-Luc Lagard¿re, con Hachette (4.000 millones de dólares de ingresos al año, la mitad fuera de Francia), el mayor editor de revistas del mundo (74 en 10 idiomas), es otro de los grandes.

Su empresa, fundada en 1826 como editora de libros de texto, es una subsidiaria de Matra, que fabrica misiles. Hachette (40 millones de dólares de beneficios en 1988) vende cuatro millones de ejemplares de la revista Elle en 14 países, incluida la República Popular China. En España controla Salvat.

El pequeño británico

Y no hay que olvidar, aunque sea el más pequeño, a sir Richard Maxwell, británico de origen checo, y su Maxwell Corporation, con 1.400 millones de dólares de ingresos anuales. Posee el grupo Mirror de periódicos en el Reino Unido y compró el pasado año, por 2.500 millones de dólares, la editorial norteamericana MacMillan.

Por volumen de negocio (4.400 millones de dólares el pasado año), la norteamericana Capital Cities, propietaria de la cadena nacional de televisión ABC, podría formar parte del club. Pero sus dueños aseguran que no les interesa por el momento el destino global.

"El mundo será nuestra ostra", ha prometido el presidente de Warner Communications, Steven Ross, quien hace dos años cruzó la calle, desde su edificio del Rockefeller Center, en Nueva York, para presentar a su colega de Time Incorporated, Munro, la idea en bruto de algún tipo de colaboración entre sus dos empresas (una fuerza laboral de 30.000 empleados y unos ingresos en 1987 de unos 4.500 millones de dólares cada una). Se trataba de responder al desafío de los multimedia europeos y japoneses, que, al amparo de un dólar barato, iniciaban la compra de editoriales, casas discográficas y otros medios de comunicación en Estados Unidos. Ross no pensaba entonces en una fusión de iguales, sino que cada compañía mantendría su independencia.

Desde aquel día, la inversión extranjera, que ya estaba comprando títulos estadounidenses del Tesoro -ayudando a financiar el déficit-, rascacielos en Nueva York o Los Ángeles y empresas en todos los sectores industriales, se fijó también en los medios de comunicación, poniendo 12.000 millones de dólares en la adquisición de editoriales, productoras de discos, periódicos, revistas, imprentas y productoras de cine, vídeo y televisión.

Bertelsmann se hacía con Discos RCA-Ariola, comprándoselo a General Electric, y la editorial Doubleday. Todo el paquete por 800 millones de dólares. En 1987, la francesa Hachette compraba, por 450 millones de dólares, la editora de enciclopedias Grollier, convirtiéndose en el principal productor de enciclopedias del mundo.

La japonesa Sony pagaba por esa misma época 2.000 millones de dólares por quedarse con la compañía discográfica de la CBS. Y este pie en los Estados Unidos le desató el hambre por un estudio de cine. Quiso hacerse el pasado año con la filmoteca de 1.000 películas de la Metro-Goldwyn Mayer-UA pensando en 1990, cuando en Japón distribuirá 24 horas de televisión vía satélite. Fracasé en el intento, pero Sony le ha echado el ojo ahora a Columbia Pictures.

La competencia de Murdoch

Para entonces, ya el magnate australiano-norteamericano Rupert Murdoch había comprado la 20 Century Fox y siete estaciones de televisión en EEUU, con la idea de crear un cuarto canal nacional, Fox Broadcasting, para hacer la competencia a CBS, NBC y ABC. Recientemente, Murdoch engordó su imperio comprando por 3.000 millones de dólares (la mayor cantidad pagada por medios escritos) la millonaria guía de televisión TV Guide y Triangle Publications, editora de varias revistas de difusión masiva.

Su imperio es todavía más completo que el de Time Warner, ya que cuenta con periódicos diarios en Australia, el Reino Unido y Estados Unidos, y el embrión de una cadena de televisión nacional, no de pago, en este país. La legislación norteamericana, que prohíbe poseer una emisora de televisión y un diario en la misma ciudad, forzó recientemente a Rupert Murdoch, propietario de The Sun y de The Times de Londres, a vender el tabloide sensacionalista neoyorquino New York Post. En 1983 había intentado ya comprar Warner.

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