El embrión que vino del frío

Si algún tema científico llega hoy día con fuerza a la opinión pública es sin duda el de la manipulación de las etapas iniciales de la vida del hombre.El origen de esta polémica estriba en la discrepancia generalmente existente entre la finalidad, casi siempre positiva, que persiguen estas técnicas y los medios que se utilizan para conseguir dicha finalidad, no siempre acordes con el respeto que la dignidad de la vida humana merece.

Que se solucione el problema de una pareja que no tiene hijos es loable. No hay duda. Que se trate de encontrar caminos para corregir enfermedades congénitas hoy día incurables es una meta deseable, aunque lejana, pero positiva en sí misma.

Lo que ya no está tan claro son los medios que para conseguirlo se utilizan.

Estos comentarios vienen al hilo del nacimiento en el hospital de Cruces, de Bilbao, del primer niño nacido de un embrión congelado en un centro de la sanidad pública. ¿Y por qué comento esto? Les voy a referir los hechos. A la paciente, madre del embrión venido del frío, se le extrajeron 19 óvulos. De ellos se fecundaron 13. Esto quiere decir que en ese momento iniciaron su andadura vital 13 hijos suyos y de un donante anónimo, pues su marido, para complicar más las cosas, también era estéril. De estos 13 embriones se le implantaron cuatro y se congelaron los nueve restantes. De los cuatro implantados, ninguno consiguió sobrevivir. En vista de ello se descongelaron cuatro de los conservados. De éstos, dos fueron inservibles tras la descongelación -estaban muertos-, implantándoseles los otros dos. De ellos, uno consiguió sobrevivir, dando así lugar al embarazo motivo del caso. Los cinco embriones congelados restantes quedaron en tal estado. La reciente ley aprobada por nuestro Parlamento para regular estas prácticas indica que si a los dos años no se han utilizado los embriones congelados, los padres pierden la jurisdicción sobre estos hijos suyos congelados y pasan a disposición de los congeladores. No del contenedor en que se guardan, sino de los profesionales que los congelaron. A los cinco años pueden ser descongelados y destruidos.

Es decir, para poder fecundar a esta señora con material genético obtenido de un donante distinto a su marido hubo que utilizar 13 vidas humanas, de las cuales 12 fueron víctimas de la propia experiencia técnica y una es posible que llegue a alcanzar la vida. Sin duda, el fin que se perseguía era bueno: facilitar un hijo a un matrimonio que no podía tenerlo por sus medios naturales. Pero ¿el medio utilizado es el más adecuado? Doce vidas humanas perdidas pueden ayudar a establecer un juicio ético sobre este comentado hecho clínico?

No hay duda de que la experimentación científica constituye uno de los medios más necesarios para el progreso del hombre, pero una experimentación que no esté supeditada a la ética que la dignidad de la vida humana impone puede conducir a cotas de degradación de esa dignidad humana difícilmente previsibles- Justo Aznar Lucea. Presidente de la Federación Española de Asociaciones Pro Vida.