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LA FUSIÓN QUE NO PUDO SER

La ruptura exige modificar de nuevolas cuentas de resultados

La decisión de no proceder a la fusión entre las dos entidades va a obligar a los responsables de los dos bancos a presentar nuevas cuentas de resultados y a rehacer todas sus previsiones sobre beneficios a la luz de las exigencias del Banco de España en materia de provisiones. La fusión llevaba aparejadas unas exenciones fiscales y una revalorización de activos muy importantes, que ahora no van a lucir ni en el balance ni en la cuenta de resultados de los dos bancos.

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La revalorización de activos, plusvalías latentes en la cartera de valores y en la valoración de los inmuebles de las dos entidades suponían unos 180.000 millones de pesetas repartidos a partes iguales entre el Central y Banesto.Si el Ministerio de Economía autorizaba las exenciones fiscales a estas plusvalías, como ocurrió en el proceso de fusión entre el Bilbao y el Vizcaya, los dos bancos contarían con un ahorro de pago de impuestos de 60.000 millones de pesetas. Estas dos cantidades aumentarían el volumen de recursos propios de las entidades, con lo que las obligaciones en materia de cumplimiento del coeficiente de garantía estaban aseguradas al tiempo que permitirían cubrir parte de las provisiones obligatorias en materia de riesgo interior, riesgo-país y fondos de pensiones.

Saneamiento

El esfuerzo realizado por los dos bancos para estar completamente saneados ha sido muy importante en los últimos ejercicios como consecuencia de la presión llevada a cabo por las autoridades monetarias. Estas presiones no han estado exentas de fuertes enfrentamientos y de importantes cambios en la dirección al menos del Español de Crédito. Pero los recursos generados tanto por Banesto como por el Central no habían sido suficientes para ponerse al día.

Las plusvalías generadas por la fusión permitían dejar zanjados todos estos problemas. Como reconocía un alto cargo del Banco de España a finales del pasado ejercicio, cuando se cerraron prácticamente las conversaciones entre la autoridad monetaria y los bancos sobre el volumen de recursos a destinar a provisiones, "Dios les ha venido a ver con la fusión". Porque la intención de las autoridades era utilizar la fusión para tapar todos los problemas que tenían los dos bancos.

Hay que tener en cuenta que el Banco de España, a la luz de los elevados crecimientos de los beneficios que tenían en el primer semestre de 1988 el conjunto de bancos y cajas de ahorro, decidió adelantar totalmente los calendarios de provisiones que existían en materia de riesgos genéricos y de complementos de pensiones.

De esta forma las entidades de depósitos tenían que aprovisionar, con cargo a los resultados de 1988, el 1% de todos los riesgos genéricos, aunque no estuvieran en mora ni en litigio. Igualmente se exigía a todas las entidades cubrir completamente todos los compromisos de complemento de pensiones de los trabajadores activos en 1988, adelantando el calendario en cuatro años.

Ni Banesto ni Central tenían, aunque en distinta proporción, capacidad para, por sí mismos, generar los recursos necesarios para llevar a cabo esta doble ex¡gencía y repartir al tiempo un dividendo entre los accionistas de relativa cuentía. Las plusvalías generadas por el proceso de fusión, 60.000) millones de pesetas, junto con una parte importante de los recursos obtenidos en el ejercicio, iban a servir en su mayor parte para dejar completamente culminado el proceso de saneamiento, según las exigenclas del Banco de España.

Calendario

Por ello las cuentas de resultados presentadas ante la autoridad monetaria el pasado 20 de enero recogían una parte de estos esfuerzos y permitían el reparto de un dividendo de 175 pesetas por acción.

Ahora la situación ha cambiado de forma radical y la parte de las plusvalías debe compensarse con los recursos generados en el ejercicio o conseguir del Banco de España un aplazamiento en el cumplimiento del calendario, algo que parece difícil vaya a conseguirle en las condiciones actuales y cuando el resto de los grandes bancos, excepción hecha del Banco Exterior de España, han cumplido todas las exigencias.

Por ello no sería extraño que los presidentes de los dos grandes bancos tuvieran que renunciar al reparto de ese dividendo previsto, disminuyéndolo en alguna proporción, y que tengan que modificar sustancialmente sus cuentas presentadas.

Ello debería repercutir, a medio plazo, en las cotizaciones de las acciones de los dos bancos en la medida en que el mercado español, cor una transparencia limitada, refleja en sus movimientos de valoración la capacidad que tienen las sociedades para retribuir a sus accionistas en función de los dividendos repartidos.

Pero la propia estrechez del mercado de valores español supone un freno.

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