Martirio y emulación
RAFAEL FRAGUAS, Lo más singular de la condena formulada por el ayatollah Jomeini contra el escritor Salman Rushdie y el editor Gillon Atkien no es únicamente su carácter público y abierto, y su alcance, destinado a todos los musulmanes del mundo que quieran oir su mensaje. Lo específico del anuncio de Ruhollah Jomeini es la promesa de considerar sahid, mártir, al eventual vengador de la afrenta si acaso sucumbiera en su intento por reparar -mediante la muerte de Rushdie- el honor del Islam; Jomeini lo considera blasfemamente agredido por el libro, por la vinculación del Profeta Mahoma con prostitutas que en su texto se hace.
Este rasgo le da a la eventual eliminación del escritor de Bombay la impronta de un jihad, que no tiene aquí el significado de guerra santa abierta, objetiva, de masas, con que se acostumbra definir desde Occidente algunas invitaciones a acciones decretadas por el Faquili, el Guía; sino que más bien significa la suprema comunicación-emulación privada entre el individuo musulmán y Alá, cuyo contacto silencioso y profundo no admite mediadores y puede devenir en la certeza, para el fiel, de luna llamada a inmolarse por el bien supremo del Islam.
Empero, el Islam muestra siempre un profundo respeto por la vida y un rechazo claro y taxativo del suicido, salvo en casos extremos como el que, al parecer de Jomeini, este asunto presenta. Aquí reside la fuerza y la gravedad de la convocatoria del imán.
Es preciso recordar que un reciente decreto, en el que el imán Jomeini pedía la condena a muerte de los responsables de la emisión de un progama de radio considerado blasfemo por él, quedó anulado posteriormente ante el plante de seis horas de huelga de los empleados de radiotelevisión de Irán.
En el programa, emitido durante la festividad de Fátima, la hija del Profeta, una joven iraní dijo abiertamente que no la consideraba un modelo a seguir, por tratarse de una persona cuya vida se desarrolló en el siglo VII. La huelga truncó la condena.
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