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La contaminación en lugares cerrados puede ser mayor y tan peligrosa como la exterior

Tres agencias federales emprenderán este mes un estudio para averiguar el origen de las molestias físicas denunciadas por los trabajadores de un nuevo edificio de la biblioteca del Congreso de Estados Unidos. El estudio es una muestra de la creciente preocupación por la calidad del aire que se respira en lugares cerrados con ambiente artificial.

Los trabajadores del nuevo anexo de la Biblioteca del Congreso, que es el segundo edificio de oficinas por su tamaño de Washington, se han quejado, desde su inauguración en 1981, de problemas tales como jaquecas, sinusitis, picores y enrojecimiento de la piel. El estudio que se va a emprender costará medio millón de dólares (unos 55 millones de pesetas) y empleará técnicas avanzadas de medida que servirán también para disipar parte de la confusión que rodea la contaminación ambiental de interiores.No existen en la actualidad acuerdos sobre los contaminantes peligrosos en interiores ni sobre sus niveles de seguridad. Una floreciente industria privada utiliza métodos dispares y una base científica poco clara para emitir sus informes sobre la calidad del aire en edificios cerrados. Algunos contaminantes, como el amianto y el tabaco, han sido objeto de completos estudios, pero se sabe muy poco de las bacterias que proliferan en los sistemas de aire acondicionado y de calefacción, o sobre los efectos de compuestos orgánicos volátiles que se encuentran presentes en mínimas cantidades y proceden de las cintas de las máquinas de escribir, las fotocopiadoras, los materiales de limpieza, los adhesivos para moquetas, los antipolillas y otros productos similares. Entre medias se encuentran sustancias reconocidas como peligrosas, como el ozono, pero cuyos efectos en concentraciones bajas no son conocidos.

Crisis del petróleo

El tema de la calidad del aire de interiores no surgió hasta que la crisis del petróleo en los años setenta hizo proliferar toda una serie de medidas de ahorro de energía que incluían el aislamiento térmico de los edificios y un menor gasto en ventilación. Más recientes son los nuevos métodos de medida, que pueden detectar una molécula de determinados compuestos entre mil millones.En 1981, investigadores federales utilizaron por primera vez monitores en miniatura, que permitieron demostrar que la contaminación interior que sufre una persona puede ser mayor que la exterior en muchos casos.

Los científicos federales están estudiando también los productos químicos que despide la ropa limpiada en el tinte, algunos de los cuales son cancerígenos en concentraciones altas.

Algunos expertos piensan que la mayoría de las molestias desaparecería con una mayor ventilación y una limpieza periódica de conductos, pero activistas ambientales piden la promulgación de normas específicas y esfuerzos especiales para proteger al creciente número de trabajadores que sufren fenómenos alérgicos ante determinadas sustancias químicas.

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