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La hora del sosiego

Hoy sí puede decirse que nos encontramos en un momento decisivo de la batalla contra el terrorismo, sin que por ello nos dejemos llevar más por razones del corazón que del entendimiento. El Gobierno, arropado por todas las fuerzas democráticas, abre el diálogo en Argel una vez situada ETA en un callejón sin salida. Llegar hasta aquí ha costado un gran esfuerzo, mucha sangre vertida, y hay que templar los nervios con el fin de no abrir brechas en la posición gubernamental que es hoy la de todos.Segar la hierba

Conviene decirlo una vez más: ETA ha pedido el diálogo desde la bancarrota política. Esto dicho por los demócratas podría aparecer como un brindis al sol. Lo novedoso de la hora presente es que sea la propia organización terrorista quien lo diga. Es la única significación que tiene una tregua unilateral ofrecida después de dos peticiones de tregua bilateral caídas en caso roto. Para ETA, la tregua bilateral era su legitimación como alter ego del Estado español. Su autoconsideración de Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) les llevaba a un armisticio pactado con las fuerzas gubernamentales para, en lógica secuencia, dar paso a la agenda política. El modelo está lejos de ser original. Algo parecido fueron los acuerdos que abrieron paso a la paz en Vietnam; otro tanto ocurrió en Argelia; procesos similares podemos observar frecuentemente en Centroamérica... Salvando las infinitas distancias en ellos, eran cuando menos los frentes políticos los que negociaban las victorias militares.

Aquí, por el contrario, serían los militares los que, desde un principio, negociarían el programa político. En una Euskadi independiente, forjada desde el proyecto del MLNV, la tensión poder civil / militar inherente a todo proceso insurreccional de toma del poder estaría resuelta desde un principio: una dictadura militar pondría en marcha el nuevo Estado vasco independiente.

Los acuerdos de Ajuria Enea le segaron la hierba bajo los pies a tan, en este caso, inconsistente doctrina. No es ya el "opresivo Estado español" quien desconoce en ETA tal cualificación, sino la mayoría del pueblo vasco a través de sus representantes elegidos en procesos electorales libres y democráticos en los que también el proyecto político de ETA fue puesto en juego. El punto 10 del acuerdo, que dice al hablar del final de la violencia: "respetando en todo momento el principio irrenunciable de que las cuestiones políticas deben resolverse a través de los representantes legítimos de la voluntad popular", ha sido para ETA un golpe tan duro o más que la nueva actitud francesa o la política de reinserción. He aquí cómo los acontecimientos han convertido en obsoleta la vieja discusión sobre medidas políticas o policiales. Como dijeron algunos, era la justa combinación de ambas la que obtenía los mayores réditos en la lucha contra el terrorismo.

La realidad al final penetró los sueños doctrinarios de la organización terrorista, imponiendo la posición democrática de que con atentados no hay diálogo posible. La detención de Josu Ternera u otras que pudieran producirse no vendría sino a subrayar la unilateralidad de la tregua.

De acuerdo a la situación, hoy es un momento en el que resulta incomprensible un debate sobre el derecho de autodeterminación o sobre otras cuestiones políticas referidas a Euskadi, a no ser desde una intranquilidad que no corresponde. Tampoco se entendería que precisamente hoy, por querellas intestinas o de otro tipo, se pusiera en peligro el acuerdo democrático alcanzado. Los ciudadanos, vascos o españoles, tomarían buena nota de tan grave irresponsabilidad.

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De un lado, el Gobierno sabe la fortaleza que le dan y los límites que le imponen los acuerdos de Madrid y Vitoria, suscritos ambos por la fuerza política que le sustenta. El viaje del ministro Corcuera para informar -es de suponer que permanentemente- al lehendakari Ardanza puede ser una muestra de la responsabilidad con la que el Gobierno está asumiendo las conversaciones de Argel.

De otro, ninguna fuerza democrática vasca o estatal ha sustanciado en las instituciones el derecho de autodeterminación -en los acuerdos ni se menciona-, como tampoco la incorporación de Navarra a Euskadi, que es una posibilidad prevista en el texto constitucional. Expresamente excluyo lo que diga HB, reducida, por voluntad propia o ajena, al triste papel de correveidile de ETA. Su irresponsabilidad política con su pueblo la demostró al retirarse de la segunda ronda de Ardanza que abrió el camino a los acuerdos de Ajuria Enea. Entonces tuvieron la oportunidad de un debate sin límites previos con el conjunto de las fuerzas políticas vascas; más aún, hubo un compromiso de participación activa del que se renegó sin que los señores Erkicia o Idígoras nos hayan dicho de verdad a causa de quién y por qué razones. Posiblemente sea hoy cuando HB y quizá algún filósofo adscrito al marxismo-aranismo tengan el máximo interés en involucrarnos en su debate. No hace falta ser Maquiavelo para adivinar el afán de los dirigentes de HB en extender una imagen distorsionada de lo que pueda estar ocurriendo en Argel. Caso de seguir así las cosas, unas conversaciones sobre Euskadi nos serán presentadas dentro de poco como una negociación sobre su futuro político.

Puede que llegue un día en el que sean posibles acuerdos con HB en función de su trayectoria futura, pero ello ocurrirá en todo caso cuando jueguen en la mesa política sin armas escondidas en la bocamanga. Mientras tal cosa no ocurra supondría sancionar un ventajismo siniestro en la política nacional con el peligro de alentar a exércitos do pobo, terras lliures y demás hierbas. En esas condiciones se imposibilita cualquier mesa de juego.

Tiempo de silencio

El que hoy sea tiempo de silencio sobre aspectos que, como el derecho de autodeterminación, Navarra u otros, son centrales de la denominada cuestión vasca, no significa su abandono intelectual, pues pueden un día plantearse exigiéndonos a todos la máxima clarividencia.

Argel nos hace vivir, entre tanto, momentos de esperanza teñidos, a pesar nuestro, de un escepticismo crecido en la memoria. Volviendo la vista atrás, todos podemos constatar, excepto parte interesada, el largo camino recorrido: en Euskadi gobiernan juntos nacionalistas y socialistas abriendo grietas en la incomprensión mutua de dos comunidades, el PNV se identifica con el principio de que vasco es todo aquel que vive y trabaja en Euskadi, Euskadiko Ezkerra afirma su compromiso con la Constitución... En Madrid, y en un contexto de apertura de la izquierda a la comprensión del problema, finaliza una negra etapa en el Ministerio del Interior, la derecha abandona también lo que hasta ahora no eran sino posiciones irreductibles... Se han firmado dos acuerdos en Madrid y Vitoria que son conquistas irrenunciables de todos los demócratas vascos y españoles. Queda aún mucho por hacer. Ahora lo importante es que callen las armas para siempre.

Manuel Corvo es sociólogo.

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