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Los arquitectos afirman que una casa no debe conservarse porque tenga 100 años

Juan Antonio Carbajo

El hecho de que una casa del casco histórico de la ciudad tenga más de 100 años no es razón suficiente que impida su derribo. A esta conclusión llegaron el pasado miércoles varios arquitectos que participaron en una mesa redonda sobre Arquitectura en cascos antiguos que se celebró en el Colegio de Arquitectos de Madrid. Todos ellos criticaron la ordenanza municipal por su rigidez.

"Nadie debe alarmarse si se derriba la catedral de Murcia habiendo posibilidad de hacer un edificio mejor", comentó Francisco Sáenz de Oiza, autor, entre otros, del proyecto del edificio Torres Blancas y de la sede del Banco de Bilbao en el complejo Azca, ambos en Madrid. Otro de los participantes, el arquitecto Javier Carvajal, se preguntó si merecía la pena invertir en la restauración de fachadas mediocres sólo porque son de siglos pasados. "Nadie se inmuta por el aspecto que presentan algunos edificios de hace 20 años donde cada vecino ha cerrado el balcón o cambiado la carpintería exterior como ha querido, y sin embargo, a una mierda de casa del siglo XIX se la protege", afirmó. Carvajal es el autor de la Torre de Valencia, el edificio de la Escuela Superior de Telecomunicaciones y la casa de la plaza de Cristo Rey donde vive el industrial Emiliano Revilla.

Una ciudad tiene vida

Los arquitectos pugnaron por la transformación como forma de sentir que una ciudad tiene vida. En este sentido, Carvajal calificó como de complejo de inferioridad e intento de momificación la política establecida por el Ayuntamiento en el Plan Especial de Protección, que permite la reforma interior de edificios antiguos con la obligación de respetar la fachada original. "Esto no es forma de plantear la arquitectura", afirmó.Todos los participantes criticaron las actuales normativas urbarnísticas del Ayuntamiento de Madrid, que, a su juicio, impiden la libertad creadora de los arquitectos. Oswaldo Román, gerente de la Empresa Municipal de la Vivienda, defendió la existencia de un Plan General de Ordenación excesivamente proteccionista "porque era el modo de acabar con las destrucciones indiscriminadas de los años sesenta y setenta"', afirmó. Para Román, la existencia de la normativa impide la proliferación de edificios en el centro de la ciudad. "Un nuevo edificio siempre significa la expulsión de los vecinos que toda su vida han vivido en esa zona", explicó.

"La plaza de San Marcos, de Venecia, por ejemplo, no hubiera sido posible con las actuales normativas", afirmó Carvajal, que se inclinó por una ordenanza dialogada y no impuesta. López Cotelo, que es autor de la facultad de Farmacia de Alcalá, comentó: "El Plan General se ha olvidado de que los profesionales podemos hacen propuestas. Nos imponen hasta los tendederos".

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