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Paseante

Manuel Vicent

Sacó a pasear al perro a las tres de la madrugada y no había a esa hora un solo superviviente en aquella parte de la ciudad. Caminaba por el laberinto de cemento e iba absorto pensando en las cosas de la vida, mientras el perro, tirando de la correa, le conducía a los cubos de basura, que levantaban una sombra aguda en cada esquina. Arriba estaban las frías estrellas de enero; abajo todo el mundo dormía, incluso los chacales. El paseante cruzaba las calles desiertas cuando de repente en medio de la soledad oyó el trino de un pájaro que le dejó maravillado. No era un ruiseñor. En la oscuridad aquella melodía bajaba al asfalto desde el cielo después de percutir con sus notas de cristal los muros grises, las ventanas cerradas, las puertas herméticas de la ciudad. No era un ruiseñor, ni una calandria, ni una alondra, sino un ave desconocida que siguió cantando hasta la aurora, y el paseante nocturno la escuchó inmóvil e insomne. ¿Qué pájaro sería capaz de cantar de una forma tan milagrosa en una terrible noche de invierno? Con los Ojos abiertos a las tinieblas, el hombre recordó los cipreses y limoneros de su infancia en el Sur.A la mañana siguiente el paseante contó el caso en la oficina. Preguntó a los compañeros si alguien conocía un pájaro urbano que cantara así sobre el asfalto en enero. Algunos dijeron que podría tratarse de un ángel, o de un sueño, o de un ave del paraíso que había regresado a la ciudad. Otros pensaron sí no sería el augurio de una era de felicidad que se avecinaba. Nadie dio una respuesta científica. Y el paseante deseó que llegara la madrugada para caminar con el perro por las calles desoladas de la ciudad, donde tal vez sonaría de nuevo un cántico tan maravilloso. Varias noches anduvo perdido por el laberinto de cemento bajo la niebla y la helada, pero el milagro no se repitió. Con el tiempo el paseante se sorprendió a sí mismo pensando otra vez en las cosas de la vida, en los plazos que tenía que pagar, en la operación de vesícula, en el rostro de una amante lejana, mientras el perro le arrastraba hacia los cubos de basura en la oscuridad.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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