Fuego sospechoso
LA ACTUAL oleada de incendios en fábricas y almacenes textiles del cinturón industrial de Barcelona resulta altamente sospechosa, además de dañina. La insólita frecuencia con que se producen los siniestros, a razón prácticamente de uno diario, y la coincidencia de que muchos de ellos se originen a la misma hora, en la madrugada, añaden perfiles que agravan la hipótesis de una acción intencionada. La sospecha no es únicamente producto de una excesiva susceptibilidad de la sabiduría popular. En más de un caso los bomberos de la Generalitat han encontrado inexplicable el origen del incendio, y los líderes sindicales han solicitado a la Administración autonómica una serie de medidas para reforzar la investigación.Algunas voces han convertido la lógica hipótesis de intencionalidad en automática tesis de autoría, extrayendo dos precipitadas conclusiones, contrarias entre sí, pero igualmente ridículas. Tan absurda resulta la opinión de que la burguesía catalana en pleno se ha lanzado a quemar sus fábricas -acusación que algunos medios han lanzado sin el menor recato- como la versión de los medios patronales según la cual es absolutamente impensable la culpabilidad de alguno o algunos empresarios.
Desde luego, no debe descartarse la posibilidad de una mano saboteadora socialmente marginal, ni tampoco que algún reducido grupo laboral, afectado por la continua reconversión del siempre flexible y minifundista sector textil, esté implicado en el asunto. Resulta preciso, para iluminar esta zona de oscuridad, recordar la coyuntura de buena parte de los subsectores textiles, caracterizada por una temporal recesión en el mercado que produce un excesivo nivel de existencias en los almacenes, zonas fabriles donde se ha originado la mayor parte de los últimos incendios. En este sentido, es cierto que el enorme almacenamiento de existencias incrementa el riesgo -ya de por sí elevado por tratarse de un sector que opera con material altamente inflamable- de que cualquier azar o imprevisión desemboque en un siniestro. Pero la explicación del azar no es suficiente: en los últimos nueve días se han registrado nada menos que ocho importantes fuegos. Y no resulta en absoluto descartable que en algunos casos, ante las dificultades del mercado, el exceso de almacenamiento, las dificultades originadas por sobredimensionamiento de plantillas, las posibles recalificaciones urbanísticas y el señuelo del seguro, determinados propietarios sin escrúpulos hayan optado por la vía rápida: la delictiva. Ha habido precedentes históricos de parejos comportamientos, en ésta y en otras zonas del país. Sin concluir que ésta sea la principal línea de investigación, ineludiblemente debe incluirse también en las labores policiales. De forma adecuada, ministerio público acaba de designar un fiscal especial para coordinar las tareas de investigación. Sólo así, con el esclarecimiento a fondo de las causas, se garantizará el honor y la imagen de todo, un sector empresarial que disfruta, obviamente, del derecho a la presunción de inocencia.
Se trata de una tarea con muchos recovecos adicionales: ¿están suficientemente dotadas las fuerzas de seguridad y contra incendios para enfrentarse a esta oleada? O dicho de otro modo, ¿poseen medios homologables a los de otros países avanzados para averiguar las causas de los siniestros? ¿Demuestran las compañías de seguros una exigencia razonable a la hora de elucidar las responsabilidades? Para aclarar estas incógnitas se requiere que el esfuerzo de la justicia sea secundado también, con mayor énfasis que el actual, por la Administración autonómica catalana.
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