Una obra de este mundo
"La revolución, hecha de barro humano, no es obra de dioses infalibles ni de malignos satanes", dice el autor de este artículo, que efectúa un balance globalmente positivo de la situación en Cuba a los 30 años de la llegada de Fidel Castro al poder. "En 30 años", asegura, "Cuba ha derrotado su hambre, ha multiplicado la dignidad latinoamericana y ha dado un ejemplo continuo de solidaridad al mundo".
Simón Bolívar decía de sus amigos: "Saben elogiarme, pero no saben defenderme". A Cuba le ocurre, sospecho, algo parecido. Los abogados de la revolución cubana vienen haciendo, desde hace 30 años, la propaganda del paraíso. Por amor a Cuba, le faltan el respeto: faltan el respeto a la realidad. Simétricamente, los enemigos de la revolución cubana, que tanto dinero tienen y tanto poder, le faltan el respeto confundiéndola con el infierno. Los visitantes honestos descubren en la isla una realidad alucinante y contradictoria y muy terrestre. La revolución, hecha de barro humano, no es obra de dioses infalibles ni de malignos satanes: ella es de este mundo, y por ser de este mundo, es también del mundo que viene.La realidad desconcierta a quienes esperan encontrar un gran campo de concentración rodeado de palmeras, un pueblo castigado, condenado al miedo eterno: se precisa mucho prejuicio para no sucumbir al abrazo de este pueblo cariñoso y protestón, que se queja y ríe a viva voz y contagia dignidad y frescura a quien se arrime.
Cualquiera que no tenga telarañas en los Ojos puede ver que la gente se expresa a pleno pulmón, y que es imposible caminar un paso sin tropezar con algún hospital o alguna escuela.
Pero no se desconciertan menos quienes acuden a una cita con el anunciado reino de la perfecta felicidad: en Cuba encuentran tiendas vacías, teléfonos imposibles, transportes pésimos, una Prensa que a veces parece de otro planeta y una burocracia que para cada solución tiene un problema. La burocracia está empeñada en convertir la vida cotidiana de la gente en un ascenso al Gólgota.
Éstos han sido 30 años de bloqueo y guerra. Guerra contra un imperio que está ahí, a un pasito, y que no puede perdonar la insolencia de la colonia perdida; y guerra, sobre todo, contra el subdesarrollo y sus poderosas estructuras de la impotencia.
Pero el acoso económico y la amenaza militar, dramáticamente reales, sirven a veces de coartada. La burocracia usa explicaciones mágicas para absolverse de responsabilidad y lavarse las manos. Está todo claro, cualquier duda se hace sospechosa de herejía: los largos años del bloqueo tienen la culpa de cualquier ineficiencia, y en tiempos de guerra, las órdenes de arriba no se discuten. El lenguaje de consignas sustituye la realidad que es por la que debe ser. "Bajo la orientación", dice el burócrata, y así transmite una sentencia divina.
El desafío
La burocracia, enemiga de la esperanza, desprestigia al socialismo. Su asombrosa capacidad de ineficiencia y su costumbre de dar órdenes, en lugar de explicaciones, hacen indirecta propaganda al egoísmo como destino inevitable del hombre. Si por buocracia fuera, los Estados socialistas serían cada vez más Estados y cada vez menos socialistas, lo que equivale a reconocer que la jodida condición humana no merece nada mejor que el reino capitalista de la codicia.
Pero la justicia social no tiene por qué ser enemiga de la libertad ni de la eficacia, y el socialismo tiene planteado este tremendo desafío en el mundo de nuestro tiempo.
Fidel se ríe de los copiones: de los prosoviéticos, de los prochinos y también de los procubanos. La imitación de los modelos ajenos y la aplicación mecánica de las recetas importa das actúan, a la corta o a la larga, contra la fecundidad creadora. "Siempre será mejor equivocarse por cuenta propia", dice Fidel, "que equivocarse por cuenta de otros. Por que al menos seremos unos equivocados independientes".
Cuba debe mucho a la ayuda de los países socialistas, sin duda, y los cubanos son los primeros en reconocerlo. Pero en estos tiempos de perestroika está ocurriendo una situación paradójica: quienes siempre acusaron a Cuba de ser un satélite soviético, ahora la acusan de no serlo.
Mientras tanto, Cuba busca un camino propio para salir del atolladero burocrático. Yo creo que lo encontrará, más temprano que tarde. Porque la burocracia se reproduce repitiéndose, pero las revoluciones, cuando son verdaderas, se multiplican transformándose. Esta revolución verdadera, que nació muy de abajo hacia arriba y que ha crecido de adentro hacia afuera, tiene en la burocracia su penitencia, pero no su destino.
Ni descalzos ni analfabetos
En Cuba no hay ningún descalzo, ningún analfabeto, ningún hambriento. Dicen los cubanos que ni Diógenes, con su linterna, podría encontrar allí lo que en Latlnoamérica sobra por todas partes. Y tienen razón: a 30 años de la fuga de Fulgencio Batista, ellos viven una vida más larga que los demás latinoamericanos y tienen los niveles de salud y educación más altos del llamado Tercer Mundo.
También es indudablemente cierto que, a partir de la revolución cubana, Latinoamérica se ha hecho más independiente y más latinoamericana.
Cuba es, hoy por hoy, el país más solidario del mundo. ¿Qué habría sido de Angola sin los 50.000 cubanos que desde hace años la defienden contra los racistas de África del Sur, a cambio de nada? ¿Qué habría sido de Nicaragua sin los médicos y los maestros y los técnicos que a cambio de nada, acuden desde Cuba? ¿En cuántos países los cubanos han sido los primeros en llegar, a cambio de nada, a la hora de hacer frente a una peste, un huracán o un terremoto? ¿Cuántos muchachos latinoamericanos y africanos se están educando en Cuba?
En estos 30 años, Cuba ha derrotado su hambre, ha multiplicado la dignidad latinoamericana y ha dado un continuo ejemplo de solidaridad al mundo. No es poco. Y por todo eso, aunque sus enemigos tuvieran razón en lo que contra Cuba dicen y mienten, valdría la pena seguir jugándose por ella. Con burocracia y todo.
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