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Tribuna
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Carta abierta al compañero Felipe González

Compañero: siento la necesidad imperiosa de intentar, como española preocupada por el desarrollo de los últimos acontecimientos, reflexionar sobre ellos y ver de contribuir a que las aguas no se salgan, innecesariamente, de su cauce.La pregunta que hoy, una semana después de la huelga, debe hacerse cualquier ciudadano preocupado por su país, y especialmente su presidente de Gobierno, es ¿cuáles son las demandas de los españoles? ¿Qué quieren estos ciudadanos que han respondido de una forma tan masiva a una convocatoria de paro general y, sin embargo, volverían a votar al PSOE si hoy se celebrasen elecciones generales? Creo que la lección que de cuando en cuando da este país de sabiduría política, de templanza en sus actuaciones, de saber al menos qué es lo que no quiere, es digna de admiración y de reflexión.

Este país le está pidiendo al PSOE (especialmente a él por su mayoría parlamentaria) y al resto de los partidos políticos que cambien sus actitudes como representantes del pueblo. Les está pidiendo que sean capaces de atender más a las demandas reales del país, que el Parlamento vuelva a ser una cámara de representación popular en el que los ciudadanos vean reflejados sus intereses y preocupaciones, en el que se vean verdaderamente representados. Está en juego el sentido más profundo de la democracia y es al PSOE (por su mayoría) al que más responsabilidades se le pueden pedir.

Este país le está pidiendo al Gobierno que cambie también sus formas de actuación. No creo yo que el país piense que haya que dar un giro de noventa grados a la política económica, ni, desde luego, espere de nadie ninguna revolución pendiente. Lo que exige, de ahí el éxito de los sindicatos en su convocatoria de paro (o si se quiere huelga) general, es que se negocien, y por tanto, haya acuerdos, determinadas demandas sindicales, representativas casi todas ellas de que hay una intención política de transformación social.

Al presidente del Gobierno y secretario general del PSOE corresponde hacerse eco de estas demandas. La sabiduría de un gobernante, y por tanto su capacidad política, se verán acrecentadas sí éste goza de dos virtudes fundamentales, la flexibilidad, y por tanto el reconocimiento de la verdad de los otros, y el realismo, el reconocimiento de los errores de uno.

La tarea que corresponde, tanto al Gobierno como al partido, no es difícil a corto plazo; sí tiene una ligera mayor dificultad en un proyecto a más largo plazo. A corto plazo creo que el país lo que quiere es que el Gobierno se siente a negociar con los sindicatos sus demandas, que casi todos piensan son demandas que se pueden atender. (Más de uno tiene razón cuando dice que no son los sindicatos los que tienen que discutir toda la política económica; ésa es la responsabilidad del Gobierno y sólo a él se deben exigir cuentas a través del Parlamento). El acuerdo al que se llegue no será un triunfo de nadie o en todo caso será del Gobierno, puesto que ha sabido atender una llamada de atención que el país ha dado con una gran prudencia.

La tarea a más largo plazo preseta la dificultad de erradicar unos vicios políticos ya asentados, y, sin embargo, creo que es ineludible emprenderla. Es imprescindible emprender ya, antes hoy que mañana, la vuelta a la representatividad política, a la capacidad del partido socialista de saber reflejar las demandas sociales. Éste se ha convertido, y me temo que ya se reflejaba en las resoluciones del último congreso, en un mero apéndice del Gobierno, en la voz de su amo, con el agravante de que no debe tener siempre la misma información que el Gobierno y, por tanto, sus respuestas a las condiciones políticas son casi siempre mucho más torpes. El partido, y siento decirlo, ha dado muestras de una gran torpeza política durante los acontecimientos pasados y de una tremenda falta de sensibilidad y de conexión con la realidad.

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Creo que aún estamos a tiempo de rectificar. Todavía es posible conseguir que el partido se convierta en el acicate del Gobierno para una gestión más representativa, siendo el portavoz de las necesidades reales del país ante el

Gobierno y en el Parlamento. Ésa es la función de un partido de izquierdas si es que tiene vocación de permanencia política y no se ve a sí mismo como un mero cauce de reparto de poder.

Ésta es la tarea más importante que a mi modesto entender tienen los socialistas por delante. Porque gobernar no se va a gobernar siempre, alguna vez se dejará (aunque éste sea un pensamiento cuyo planteamiento repugna a algunos compañeros, ingenua o malévolamente convencidos de la eternidad del poder que ejercen en este momento), y, sin embargo, un partido fuerte y representativo sí va a ser siempre necesario para la buena marcha de la democracia en este país. O encauzarnos las tareas del partido en el sentido de la historia, con afán de permanencia, o el simple y puntual ejercicio del poder, por mucho que perdure, como objetivo último político hará que nos desvanezcamos en la nada. Ya lo han sufrido otros en el pasado más inmediato.

Ésta es la lección que yo creo han querido dar los ciudadanos españoles con el paro del día 14. Creo yo que éstas son sus demandas. Espero que sirvan para una reflexión serena.

Posdata. Terminadas estas reflexiones, me entero del comentario de un miembro del PSOE diciendo que lo que le pide el cuerpo es que se haga el giro social para que los españoles sepan lo que vale un peine. Independientemente del tono chulesco, lo que resquebraja mis neuronas, es su seguridad absoluta de estar en posesión de la verdad. Nadie con un mínimo de cultura e inteligencia afirma sus verdades con tanta seguridad en sí mismo. Todos hemos aprendido a relativizar nuestras afirmaciones intentando encontrar el punto justo. Es un claro síntoma de falta de finura intelectual estar tan convencido de la verdad y, sin prestar atención al significado del paro del día 14, emplear un ligero tono amenazante. No hay una verdad única, no hay una única y sola política económica posible.

La política, ya lo han dicho otros, es la ciencia de lo posible y las condiciones actuales del país no son lo que algunos piensan. Lo posible es lo real, demostrado por los ciudadanos el pasado día 14, y a ello habría que saber atenerse.

Pilusa Llopis es militante socialista

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