Bajo mínimos
A PESAR de que la mayoría socialista ha aprobado en el Parlamento el presupuesto para 1989, respondiendo al llamamiento angustiado que Andreas Papandreu le había dirigido, ello no significa que se haya resuelto la crisis política por la que atraviesa Grecia desde hace dos meses. Los diputados socialistas, muchos de los cuales están profundamente indignados por lo que está ocurriendo, votaron con disciplina la ley presupuestaria, porque era la única manera de evitar un éxito rotundo de la derecha y un adelantamiento de las elecciones, que se hubiesen celebrado en un clima de caos y en las peores condiciones para el partido del Gobierno, el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK). Papandreu ha acogido la votación con expresiones exageradas de satisfacción. En realidad, las espadas siguen en alto; su Gobierno ha logrado salir de un bache, pero el horizonte es oscuro.El problema de fondo es que Grecia se halla ante una crisis de orden moral. No está en juego el acierto de las orientaciones políticas, o los éxitos o fracasos cosechados en la escena internacional, sino la moralidad del equipo gobernante. El escándalo político-financiero provocado por las operaciones fraudulentas llevadas a cabo por Georges Koskotas -huido del país en condiciones extrañas y ahora detenido en Es tados Unidos- arroja sospechas sobre ministros del Gobierno de Papandreu y sobre otras personas próximas a él. Nadie puede creer que el tal Koskotas, que en 1979 no era nadie, haya podido acumular desde entonces una enorme fortuna, cometer fraudes gigantescos, sustraer enormes sumas para crear un verda dero imperio de la Prensa, sin contar con ayudas y complicidades en los altos medios del Gobierno. Las condiciones en que pudo escapar de Grecia añadieron nuevos motivos para pensar que fue ayudado por miembros del Gobierno interesados en su desaparición, para cubrir así sus propias responsabilidades.
El desprestigio moral en el que ha caído el Gobierno de Papandreu es particularmente grave por las características del partido que lo forma. El PASOK no es un partido socialista con una larga historia de avatares políticos. Se formó, en la etapa de la dictadura militar, como movimiento de "resistencia antifascista", con un fuerte componente ético e integrando a sectores social e ideológicamente heterogéneos. Con ese partido, Papandreu ganó brillantemente las elecciones en 1981, y no se puede decir que su balance de gobierno carezca de aspectos positivos. Cabe destacar, por ejemplo, que ha iniciado una nueva etapa de diálogo con Turquía, problemaTundamental para Grecia que estaba bloqueado desde hace mucho tiempo. El PASOK, además, se constituyó sobre una plataforma socialista de corte radical: contra la OTAN, contra la CE (considerada instrumento del capitalismo europeo) y a favor de un "socialismo meridional" inclinado hacía los movimientos revolucionarios del Tercer Mundo. De forma que el abandono de esos irreales presupuestos no se ha hecho sin crear grandes desgarros y sin provocar luchas internas en el seno del partido.
Hasta el momento, el disfrute del poder ha ayudado a poner sordina a las tendencias divergentes. Ahora, la autoridad indiscutida de Papandreu ha sido puesta en tela de juicio. Desde su retorno a Atenas, después de dos meses de hospitalización en Londres, no ha logrado enderezar el deterioro de su Gobierno. Lo reorganizó hace un mes, cambiando a nueve ministros, para dar la impresión de que cortaba las ramas podridas. Pero desde entonces ha habido nuevas dimisiones. Y los ministros partidarios de un saneamiento radical han sido destituidos. A pesar de que Papandreu sigue hablando con optimismo del futuro, cada vez se generaliza más la opinión de que no podrá evitar la derrota en las elecciones generales del próximo 18 de junio.
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