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Reportaje:

Edwina Currie

Responsable del descalabro del consumo de huevos en el Reino Unido

Edwina Currie, subsecretaria del, Ministerio de Sanidad británico, es la persona más conocida del Gobierno de Margaret Thatcher, con excepción de la propia dama de hierro. Sus manifestaciones han sido una y otra vez carne de titular en las primeras páginas de la Prensa sensacionalista. Eran salidas, en ocasiones, de dudoso gusto, la última de las cuales le ha costado el cargo, y al contribuyente, varios millones de libras. El Gobierno ha decidido comprar los centenares de millones de huevos no vendidos desde que Currie dijo que la mayoría estaba infectada con salmonella.

A la dimisionaria le gustaba la publicidad más que a un tonto una tiza, como indica el dicho popular, y hoy hace dos semanas compareció en televisión dispuesta a aconsejar de nuevo a sus conciudadanos. "La mayoría de la producción de huevos del país" es un peligro para la salud pública, advirtió. La que se armó fue de órdago. Políticos de uno y otro signo e industriales pusieron el grito en el cielo, al tiempo que en las mesas de los británicos dejaban de aparecer los hasta entonces cotidianos y sacrosantos 30 millones de huevos.El coro de damnificados empezó a clamar por las pérdidas que se les venían encima, y los gritos de dimisión atronaron en el Parlamento. Fue desautorizada por el ministro de Sanidad, aunque se negó a destituirla, y por la propia primera ministra, que al poco de la advertencia de Currie dijo que había "almorzado huevos revueltos y estaban muy, buenos", pero ella confió en que pasara el temporal. No se retractó, y lo más que cedió fue el reconocer que en vez de decir "la mayoría" debería haber dicho "muchos".

El Gobierno decididió ayer finalmente hacer frente a los destrozos causados por Currie, y anunció que comprará todos los huevos que no hayan sido vendidos. No dio cifras, pero se calcula que la broma puede costar entre 6 y 10 millones de libras (de más de 1.200 a por encima los 2.000 millones de pesetas). Gastos que se añaden a los 100 millones de pesetas de una campaña publicitaria de alcance nacional iniciada ayer que incita a consumir huevos.

Currie, una funcionaria de tercer rango, es el político conservador más conocido del país después de Thatcher. A una foto de Currie le pone nombre el 78% de los británicos, según una reciente encuesta de The Economist, Las razones de esta popularidad, que ella cultivaba con una desorbitada ambición, hay que buscarlas en sus manifestaciones.

Como prevención contra el cáncer de útero dijo a las chicas que "no hay que andar follando por ahí"; para que los ancianos no se congelaran de frío les recomendó: "Compraos calzones largos; poneos los calcetines de lana; usad la botella de agua caliente; haceos guantes y bufandas de punto y pedid a vuestros nietos que os regalen gorritos de lana". Acusó a las enfermeras de fumar demasiado, y a la gente del norte del país, de consumir una dieta muy poco saludable.

Currie, de 42 años, madre de dos hijas y esposa de un hombre que no se interesa por la política, presentó ayer su carta de dimisión a Thatcher diciendo que "en las presentes círcunstancias, ése es el mejor camino".

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