Dificultades para que Tower dirija el Pentágono
A George Bush se le ha atragantado el Pentágono. El nombramiento de secretario de Defensa es el único que le queda por hacer -la CIA presenta menos problemas, y es posible que confirme al actual director, William Webster- para cerrar su equipo de seguridad nacional. Es el más delicado, porque, después de cinco años de rearme, es el principal objetivo de inevitables recortes presupuestarios. El presidente electo quiere poner al frente del Pentágono (300.000 millones de dólares de presupuesto anual) a su amigo el ex senador tejano John Tower.
Un halcón al que Bush querría controlar mediante la designación, para el segundo nivel del Departamento de Defensa, de un ejecutivo de gran corporación, capaz de poner orden en un proceso caótico, y a menudo corrupto, de adquisiciones militares. Antes de final de año se esperan procesamientos en un amplio caso de fraude de compras militares. Pero Tower está teniendo más oposición de la prevista entre los hombres de Bush, que creen que no es la persona más adecuada para meter en cintura a un Pentágono desmadrado, y el presidente electo no encuentra tampoco a un empresario de primera fila que quiera abandonar su cargo, ganando 10 veces menos, para irse de número dos al Pentágono.Tower, de 63 años, físicamente una fotocopia del actor Mickey Rooney, es considerado por muchos observadores como demasiado próximo a los intereses de los contratistas militares. Ayer se supo que este ex senador republicano, experto en control de armamentos -formó parte del equipo norteamericano en las negociaciones de Ginebra con la URSS-, es actualmente consultor de cinco grandes empresas suministradoras del Pentágono, alguna de ellas tan importante como Martin Marietta o Rockwell International.
Este trabajo de consultor es perfectamente legal, pero provoca dudas sobre la independencia de Tower del complejo industrial militar y sobre su capacidad de decirle no.
Tower tiene también una tendencia a defender siempre las solicitudes de más dinero para el rearme, alineándose con los diferentes ejércitos. Su excesiva identificación con el establecimiento de la defensa le hace también sospechoso en el Congreso, en manos de los demócratas y decidido a recortar el gasto militar.
Recorte presupuestario
Sin embargo, a favor de Tower, que presidió el influyente Comité de Servicios Armados del Senado, juega su dominio del proceso legislativo. Estudios independientes señalan que el Pentágono tendrá que conformarse, en los próximos cinco años, con 200.000 millones de dólares menos de lo que ya ha pedido.La realidad del déficit presupuestario (150.000 millones de dólares), la falta de apoyo popular al rearme (sólo un 15% de norte americanos apoya gastar más en defensa) y la mejoría de la situación internacional van a dictar recortes en el presupuesto del Pentágono.
Y tendrá que realizarlos se2 quien sea el secretario de Defensa. Bush piensa que Tower, precisamente por sus credenciales de duro, podrá hacer pasar mejor a los sectores republicanos más conservadores una reducción de gasto militar. Los grupos más derechistas se han movilizado a favor de que Bush anuncie cuanto antes el nombramiento de Tower, a quien han apoyado públicamente el vicepresidente electo, Dan Quayle, y Barry Goldwater.
Pero los moderados insisten en que lo que se necesita es un buen gestor fiscalmente disciplinado al frente del Pentágono. Bush parece estar de acuerdo, pero considera que tiene una deuda de gratitud con Tower, que le ayudó mucho durante la campaña, y que éste tiene las cualificaciones políticas adecuadas para el cargo.
Bush ha intentado llevarse al Departamento de Defensa al presidente de Aluminium Corporation of America (Alcoa), Paul O'Neill, y el miércoles se entrevistó con Norman Augustine, presidente de Martin Marietta, uno de los más importantes contratistas militares.
George Bush, que ha pedido que no se le presione, no hará público el nombramiento de jefe de la empresa más grande del mundo hasta que cuente con el equipo que va a acompañarle. Aunque todo indica que finalmente será Tower, a pesar de la fuerte oposición, que incluso ha utilizado contra él acusaciones de mujeriego y afición a la bebida, los hombres de Bush han sondeado también a Donald Rumsfeld, que fue secretario de Defensa con Gerald Ford.
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