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Salvador Dalí, ingresado en el hospital de Figueres por una insuficiencia cardiaca

Una gripe del pintor derivó en una pulmonía

Salvador Dalí fue ingresado a media tarde de ayer en el hospital de Figueres (Gerona) aquejado de una insuficiencia cardiaca. El pintor enfermó hace varios días de una gripe que se ha complicado con un principio de pulmonía y una insuficiencia cardiaca. El ingreso de Dalí en el hospital fue decidido ayer por su médico personal, el doctor Ponsatí, que consideró que, dada la avanzada edad del paciente, 84 años, y su delicado estado de salud, era mejor tenerlo) en observación en un centro hospitalario. Dalí estuvo a las puertas de la muerte hace ahora cuatro años y, contra todos los pronósticos, logró superar la crisis gracias a que, a pesar de su aparente flaqueza y sus pocas ganas de vivir, su organismo ha demostrado una tenaz fortaleza.

El doctor Ponsatí, que es además director del hospital de Figueres, indicó que si no surgen complicaciones, el enfermo deberá permanecer, como medida de precaución, por lo menos siete u ocho días en el centro hospitalario, en el que ocupa una habitación normal. Fuentes de Torre Galatea manifestaron anoche a este diario que el estado del paciente no reviste, en principio, gravedad. Muestra de que el estado de Dalí no era especialmente preocupante es que su amigo y discípulo, el pintor Antoni Pitxot, que lo había trasladado desde Torre Galatea al hospital, regresó a medianoche a su casa de Cadaqués.También se trasladó a Figueres para seguir de cerca el estado del paciente el doctor García Sanmiguel, que fue quien le atendió en la Clínica del Pilar (Barcelona) en 1984, cuando el pintor sufrió una intoxicación por humo y quemaduras de tercer grado al incendiarse el dormitorio de su residencia, situada en aquellos momentos en el castillo de Púbol. Dalí se había recluido en este viejo castillo, en cuyos jardines reposan los restos de su esposa Gala, tras la muerte de la que había sido su musa y principal fuente de inspiración, ocurrida el 10 de junio de 1982.

En el momento de producirse el incendio de la habitación, Salvador Dalí se encontraba en un estado de semipostración y había entrado incluso en un proceso de desnutrición crónica.

Las quemaduras alcanzaron el 18% de su maltrecha superficie corporal, concentradas en las extremidades inferiores y en las regíones glútea y perineal.

La vida de Dalí dependía de que pudiera ser operado en el plazo de 48 horas y su propio abogado Miguel Doménech llegó incluso a decir que el pintor se encontraba "postrado en su lecho de muerte". Los médicos temieron que el pintor se negara a autorizar la intervención quirúrgica, pero finalmente accedió. Su estado se complicó con una súbita fiebre y una insifuciencia respiratoria, mientras en la calle crecía el interés por el enigma de la vida del pintor en el castillo de Púbol, acentuado por la investigación judicial sobre las circunstancias del incendio. Fue operado e inició una lenta recuperación que le permitió abandonar la clínica el 18 de octubre.

No regresó, sin embargo, a Púbol pues no era el lugar más adecuado para un anciano que se encontraba en ese estado. Se intaló en Torre Galatea, junto al museo Dalí de Figueres, bajo al permanente vigilencia de un equipo de enfermeras. Pudo recuperarse físicamente, pero el pintor continuó siendo víctima de constantes crisis depresivas. Sin leer ni ver la televisión, Dalí pasó horas y horas contemplando los medallones que colgaban de la pared de su habitación.

Sometido a una permanente vigilancia médica, fue ingresado todavía varias veces, una de ellas en julio de 1986 en la clínica Quirón de Barcelona para ser sometido a una intervención quirúrgica en la que se le instaló un marcapasos. Al abandonar la clínica en una silla de ruedas, Dalí, con 20 kilos más que cuando salió de clínica del Pilar en 1984, afirmó querer vivir "por el Rey, por España y por Cataluña".

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