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En busca del madroño

Sólo es posible encontrar ejemplares de este árbol en puntos aislados de Madrid

Cualquier turista que visita Madrid pregunta qué: significa el símbolo de la ciudad, el oso y el madroño que aparecen en el escudo y que están inmortalizados en una estatua de la Puerta del Sol. La respuesta suele ser que se eligieron porque en Madrid hubo muchos osos y muchos madroños. Que no queden osos es natural, pero la escasez de madroños es algo que no deja de sorprender en uno de los municipios mejor dotados en superficie verde de la Península. Tan sólo es posible encontrar algún ejemplar en puntos localizados del área urbana.

Para empezar con buen pie y no desesperarse, lo mejor es visitar el Retiro. En este parque existe la mayor reserva de madroños de la ciudad. Están por todas las zonas, en un número superior a 20 y seguramente inferior a los 150, según la opinión de varios jardineros que trabajan en diferentes sectores del parque. En esta época del año son fácilmente reconocibles, pues es el momento de su floración, en racimos de flores con corola globosa de color blanco marfil.Muchos de ellos han comenzado también a dar fruto, unas pequeñas bayas parecidas en tamaño a las cerezas, con aspecto granuloso y cuyo sabor varía según el color y grado de maduración. Si son verdes, al parecer saben como a menta; cuando son amarillas, más adelante, se parecen al pomelo; al volverse rojas se asemejan a la fresa, aunque algo más insípidas, y, finalmente, cuando están muy maduras y se han caído del árbol, tienen gusto a plátano. Es entonces, cuando están pasados los frutos, el momento en que contienen alcohol. La versión popular dice que, si se comen en cantidad suficiente, pueden emborrachar como el licor, y también hay quien les atribuye unas ciertas propiedades afrodisiacas.Hojas como el laurelVolviendo al recorrido, no lejos del Retiro,, en el Real Jardín Botánico también es posible encontrar algunos ejemplares. El más bonito y antiguo, que seguramente alcanza los 200 años, coincidiendo con las fechas de fundación del jardín, se encuentra en la escuela 7. Alcanza los cinco metros de alto, y su copapuede estar también en unos cinco metros de diámetro. Sus hojas, parecidas a las del laurel pero un poco más oscuras, brillan de salud bajo el sol del otoño. En la escuela 4 existen otros ejemplares, recogidos del monte hace 10 años, que se han dejado crecer sin podas, para respetar la forma que adquieren en la naturaleza. En ellos se aprecia el carácter arbustivo de esta especie. "Tienden continuamente a brotar desde la base", afirma Alfredo Barra, jefe de unidad del jardín.

"En el caso del madroño del escudo, esa forma sólo es posible si tenemos en cuenta que los animales del bosque podían pasar y arrancar o romper las ramas más bajas, bien para comérselas o simplemente porque les estorbasen. De otra manera, la forma que coge la planta es la de un arbusto de gran tamaño". Finalmente, a ambos lados de la puerta que da entrada al recinto de exposiciones existen otros dos madroños, junto a dos fuentes simétricas entre sí.Una de ellas está seca, y el árbol que crece cerca tampoco está en muy buen estado. Del otro lado, frente a una fuente con peces rojos existe el otro ejemplar centenario, que, después de sufrir una enfermedad que casi acaba con él, rebrotó desde la base y ahora muestra un aspecto inmejorable.

Semejante apariencia no es precisamente la que ofrecen los madroños que se plantaron hace unos años en las riberas de la Castellana, cerca del edificio de la Caixa. "La contaminación los ha vapuleado mucho", comenta el director general del Medio Natural, José Vicente Olmo, "incluso creo que algunos ejemplares murieron". Efectivamente, las hojas no son tan brillantes, la mayoría no ha florecido este año, no han crecido por encima del metro y medio y tienen un tono bastante más oscuro que otros madroflos de otras zonas, sin duda por la acumulación de humo en sus hojas.

En el paseo de Recoletos,enfrente del Ritz, se encuentra otro madroño centenario, en el jardín que rodea al obelisco. Tiene un aspecto parecido al de la escuela 7 en el Jardín Botánico, pero, en vez de tener un tronco único, brota en tres partes desde la base, para extenderse en una amplia copa plagada de frutos rojizos.

Uno de los más cuidados

Finalmente, en la Escuela de Montes, en la Ciudad Universitaria, se encuentra uno de los más cuidados arboretos, con unos ocho ejemplares próximos entre sí. Si salimos de la ciudad podemos encontrar madroños en la Peña de Cadalso de los Vidrios, que es la zona más importante de la provincia en cuanto a su población de madroños. También hay en la sierra de Hoyo del Manzanares, en la Pedriza, en las Peñas de Cenicientos, en la zona de Valdemanco y la Cabrera y en los Montes del Pardo.

En licores y pasteles

Los frutos del madroño también juegan su papel en la gastronomía madrileña. Existe en el castizo barrio de Lavapiés, y desde hace unos meses en el no menos típico de Ma1asaña, un pequeño local que se dedica a la venta del licor de madroño y de unos pastelitos artesanales también elaborados con estas bayas.El primero es una pastelería donde, a partir de las ocho de la tarde, se concentran los estudiantes para tomar algún vasito de licor acompañado por un rico pastel. Está regentado por Gregorio y Ángela, sobrinos de Cruz Palomino, un toledano afincado en Madrid que comenzó a fabricar licor de madroño en los años sesenta. Gregorio mantiene en secreto la fórmula y la manera de conseguir este líquido de tono ocre, con un gusto que no es amargo ni dulce, que posee unas propiedades digestivas que lo han vuelto popular en algunos restauran tes y cafés del Madrid típico.

"Hace poco, una empresa comenzó a fabricar licor de madroño en plan industrial", explica Ángela desde detrás del mostrador, "pero los que lo han probado dicen que no hay ni comparación".

Los frutos son recogidos en los montes de Toledo, donde abunda esta especie, y enviados a Madrid en cantidades que varían según las necesidades de la pastelería. No existe ninguna plantación ni criadero, si bien en algunos grandes viveros de los alrededores de Madrid es posible encontrar ejemplares jóvenes para cultivar en macetas o en el jardín, y, quién sabe con la moda del bonsai, se implantan en Madrid los madroños enanos.

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