Animales
Cartelera de espectáculos. La perra Pippin, el conejo Rabbit, el delfín de El gran azul, El oso de Jean-Jacques Arnaud, el cumpleaños de Micky Mouse, Putu, Siku y Kanink, las costosísimas ballenas de la distensión. Próximos estrenos: Gorilas in the mist, con una Sigourney Weaver enamorada de los antepasados del hombre después de sus lamentables tratos con los asquerosos bichos del futuro; Zoo, la ópera prima de Cristina Comencini, protagonizada por Dania, una elefanta; o Roselyne et les lions, de J. J. Beneix, metido a domador y no por influencia de Fellini, sino de Lorenz.Las pantallas son los altares del presente y hay que descartar el azar cuando las divinidades adoptan nuevas formas o cuerpos, como ahora mismo. Después de unas épocas bajo la advocación de los antihéroes cotidianos, bajitos y sentimentales, consagradas a los demonios extraterrestres, dominadas por los supermanes, los rambos y los efectos especiales, surgen los animales como dioses de recambio. Hacía tiempo que en nuestras religiones no ocurría un acontecimiento de estas características, que no practicábamos la zoolatría. Concretamente, desde aquello del buey Apis, el pájaro Ibis o la gata Bets.
Se me puede decir que si la mula Francis, el león de la Metro, los pájaros de Hitchcock, la mona Chita, king-Kong, la perra Lassie. No es lo mismo. Aquéllos eran animales para reír, para temblar, para acariciar, para llorar, para enjaular. Estas nuevas estrellas de la pantalla son como las egipcias: bichos consagrados, mitos venerados, divinidades superiores al hombre. Porque los altares de la ficción sólo entronizan un fenómeno que está al cabo de la calle. Puede que Darwin tuviera razón, pero Lorenzo tiene la religión. Hay que dar marcha atrás en la evolución porque la naturaleza animal, por lo visto, es mucho más humana que la naturaleza del hombre. Han elevado la conducta animal a cátedra moral. O, como dice Gustavo Bueno, la etología es la nueva teología. A ver cómo se lo explico a mi perro.
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