Expolio de restos

Como tantos años, la familia Iglesias se dirigió el día primero de noviembre hacia el cementerio del suroeste para revivir, con el amor al pasado y el color de unas flores, el recuerdo del ser querido, vivo aún por este sencillo hecho. En las ceremonias de este tipo no hay boato ni hipócritas demostraciones de dolor; todo se reduce al cálido abrazo y alguna lágrima silenciosa que hace realmente verdadero el sentirse unidos más allá de la separación.Este año todo fue estúpidamente distinto. A la familia Iglesias se le negó el derecho al recuerdo. La sepultura estaba vacía. Los restos, amparándose en oscuras disposiciones, se habían exhumado junto a otros, sin ninguna posibilidad de saber en qué lugar se habían depositado. La mañana fue larga. La burocracia de un Estado, de cualquier entidad social, es un raro ser que vuelve inútiles a los que de ella hacen profesión y a aquellos para quien ha sido creada. Una ciudad no puede detenerse, pero si para conseguir la Barcelona del futuro hay que dejar de lado los más íntimos sentimientos de sus ciudadanos, utilizando para ello el poder de las instituciones, quizá haría falta preguntarse si el precio del futuro vale tanto dolor.-