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La paz de Euskadi, según monseñor Setién

José María Setién, obispo de San Sebastián, propuso el lunes pasado, en la tribuna del Club Siglo XXI, un proyecto teórico para la pacificación del País Vasco. La lectura reposada del texto íntegro de su conferencia merece al menos un comentario pacífico y pacificador.Nadie podrá cuestionar el derecho de expresión de un vasco notable que habla además sin ocultar su condición de pastor de la Iglesia católica, implicada históricamente en los acontecimientos fundantes de un pueblo entrañable de España. No es la primera vez que el discurso de este obispo suscita la polémica. Las intenciones de su autor no deben ser juzgadas por las reacciones que suscitan su pensamiento y el lenguaje de que se sirve para expresarlo. Sorprende, sin embargo, que el rechazo de sus oyentes no pueda identificarse con la opinión "oficial" del Gobierno, ni con lo que podría calificarse como visión "madrileña" de los problemas de Euskadi. No pocos de los vascos que le escucharon anteanoche salieron apenados por las palabras pronunciadas por uno de sus obispos. Posiblemente esperaban más citas del evangelio que una lección abstracta o una tesis escolástica sobre el conocido principio bíblico de La paz fruto de la justicia. ¿Olvida este obispo que un mismo discurso contiene significaciones distintas según el contexto inmediato en que se pronuncia?

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Pero vayamos al texto escueto de su conferencia. "La persuasión de que la paz es fruto de la justicia es común y, por tanto, es también comúnmente aceptado el principio formulado en esos términos". No carece de fundamento objetivo. Incluso llega a la misma conclusión la reflexión científica que somete al juicio de la razón la significación de los conceptos "paz" y "justicia" y la relación que existe entre ambos. Es evidente, como dijo Setién, que la paz no se identifica con el orden externo, y que toda injusticia contiene una simiente de violencia. Tampoco "la justicia es algo que se consigue de una vez y que, alcanzada, no hay otra cosa que hacer sino defenderla contra las alteraciones que pudieran producir acciones contrarías". La paz y la justicia no son realidades estáticas.

Interpretación ambigua

La primera parte de la conferencia de Setién como reflexión filosófica es irrefutable. En cambio, el proyecto de pacificación para Euskadi que desarrolla en la segunda parte se mueve en el mismo plano de las utopías. Todas sus propuestas podrían ser formuladas y válidas para una discusión en cualquiera de las regiones, nacionalidades e incluso estados que aspiren a ser ellos mismos y a disfrutar de una conciencia colectiva que, dentro de sus solidaridades históricas, les ayude a recuperar su identidad y a aceptar libremente la interdependencia económica, política y cultural característica de la modernidad.

Pero, a pesar de la abstracción académica, probablemente pretendida por el obispo donostiarra, no es dificil para el lector desapasionado adivinar novedades cualitativas en este proyecto de pacificación. Posiblemente en ellas se aloja la espoleta y la interpretación ambigua que ha escandalizado a sus contradictores'

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Citemos solamente las más excitantes: el "problema vasco" no va a solucionarse con el exterminio de "la violencia de ETA".Tampoco puede reducirse a la solución del contencioso político que mantiene el Gobierno de Euskadi con la Administración central. "Es necesario, por el contrario, recorrer el camino, no perfectamente definido desde ahora en toda su concreción, pero coherente con la voluntad política del pueblo vasco, a través del cual éste se vaya haciendo progresivamente dueño de sí mismo, en el ejercicio de su derecho de ser él mismo, autodeterminarse y darse las instituciones adecuadas en las que se materialice u objetivice su voluntad y su derecho de existir como realidad política originaria".

El sentido "de una autodeterminación no tiene por qué ser visto ni planteado necesariamente desde una perspectiva rupturista, sino desde la capacidad, reconocida desde fuera y asumida desde dentro, de hacer un pueblo institucionalmente tramado y organizado desde sí mismo, capaz de fijar sus metas económicas, sociales y culturales, de las cuales no pueden ser ajenas las solidaridades asumidas y vividas a lo largo de su propia historia".

La Constitución

El orador abogó por un consenso político, social y cultural amplio, que diseñe un proyecto concreto, aunque no definitivo. Setién se refirió de pasada a "algo así como una Constitución de Euskadi y para Euskadi, entendida como su ley básica y fundamental". La expresión no es afortunada. Sus connotaciones a la justicia formal la hacen inaceptable. Pero es bueno que un vasco confiese que no existe un proyecto definido de lo vasco y que, de momento, sus fuerzas políticas, sociales y culturales sean juzgadas como incapaces de formular esa referencia que sería definitiva para marginar a ETA.

A este obispo hay que reconocerle el mérito del rigor de su lógica y el valor de meterse en la profundidad de los conceptos. Su visión de Euskadi, discutible ciertamente, podría provocar la reflexión más que la decepción y la oposición apasionada.

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