Eduardo Primo Yúfera
Investigar la multiplicación de los panes y de los peces
Ha dedicado su vida casi exclusivamente a la investigación, con una constante preocupación por mejorar el aprovechamiento de los alimentos, y no comprende cómo "en un mundo cuya tecnología permite dar de comer a sus 6.000 millones de habitantes todavía hay gente que se muere de hambre". Es Eduardo Primo Yúfera, que acaba de recibir, a sus 70 años, el Premio Nacional de investigación técnica Leonardo Torres Quevedo. Aunque está jubilado, Eduardo Primo sigue trabajando en el laboratorio.
Nacido en Puerto de Mazarrón (Murcia), Primo Yúfera se graduó en Ciencias en 1941 y en 1944 obtuvo el doctorado en. Ciencias Químicas por la universidad de Madrid. En los primeros años cincuenta se trasladó a Basilea (Suiza), becado para investigar junto al que considera su maestro, el premio Nobel Tadeo Reichstein, descubridor de la cortisona y de la síntesis de la vitamina C.Fundó el Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos de Valencia, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ha alcanzado renombre internacional, y fue presidente del CSIC. Desde que se jubiló, en 1986, es profesor emérito de la universidad Politécnica de Valencia, en la que durante 22 años fue catedrático de Bioquímica y Química Agrícola. Ahora investiga métodos no contaminantes de lucha contra las plagas del campo. Tres de sus cuatro hijos han seguido sus pasos en carreras técnicas y de investigación y docencia y el cuarto es economista, aunque también profesor.Tiene obsesión por la falta de tiempo. Sus días deberían tener más horas y no entiende cómo hay gente que se aburre. Amante de la música, la pintura, de la lectura y del tenis -cuya práctica tuvo que abandonar tras sufrir un infarto-, lamenta no poder dedicarse a esas aficiones todo lo que le gustaría.Hace una crítica al mundo de la investigación al señalar que "se valoran demasiado las publicaciones en revistas científicas", porque, según explica, los investigadores se preocupan más por acometer trabajos que den lugar a publicaciones que en investigar temas "importantes, que pueden suponer estar cinco años sin publicar nada".
Su obsesión por aprovechar al máximo los alimentos tiene su punto de partida en un pasaje del milagro de los panes y los peces, que cita en latín, en el que Jesucristo dice a los apóstoles que recojan los pedazos sobrantes "para que no se pierdan". Esa preocupación le ha llevado a tratar de aprovechar las partes leñosas de desecho de cultivos como el arroz y los cereales para obtener alcohol carburante y productos industriales.
Tiene una concepción universalista de la investigación y dice que si, a pesar de contar con la tecnología necesaria para evitarlo, en este mundo hay gente que se -muere de hambre, es porque "los sistemas socioeconómicos vigentes no valen". Dice no conocer la solución, pero asegura que tiene que existir alguna; por eso piensa que es prioritario el desarrollo de la socioeconomía y la sociología, " porque resulta que la ciencia y la tecnología avanzan muy rápido y las ciencias del comportamiento de las agrupaciones humanas se han quedado atrás".
"Si se puede ir a la Luna, tiene que haber medios para resolver lo de Etiopía. Hay que investigar; cuando algo no se sabe, hay que investigar sobre ello".
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