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A la caza de las poltronas de Bush

Más de 3.000 cargos públicos tendrán que ser nombrados antes del próximo 20 de enero

Puede que esto no sea "una OPA hostil", como ha advertido el jefe del Gabinete de Reagan. Después de todo, un republicano sucede a otro, pero en Washington se ha desatado la verdadera batalla por el poder, causada por la transición de la Administración de Ronald Reagan a la de George Bush y el acceso a los más de 3.000 puestos, que van desde el director de la CIA hasta el embajador en Madrid pasando por el jefe de los bosques federales, que el nuevo presidente debe nombrar en un plazo de 70 días.

Mañana, en un edificio de tres pisos de la Connecticut Avenue, en Washington, un equipo de 500 personas ayudadas por ordenadores comenzarán a ejecutar la transición. La Oficina del Presidente Electo tiene un presupuesto para esta misión de 3,25 millones de dólares (350 millones de pesetas), aprobado por el Congreso tras el asesinato de John Kennedy, cuando no se sabía con qué fondos pagar los gastos del féretro adquirido a una funeraria de Dallas.Los ordenadores de los fontaneros de la transición son compatibles con los de la Casa Blanca, para que cuando en la tarde del 20 de enero los hombres de Bush pasen al 1600 de Pennsylvania Avenue puedan continuar trabajando sin solución de continuidad. El libro más cotizado de Washington estos días es una lista de todos los nombramientos políticos que tiene que hacer el presidente y quien los ostenta hoy, que se puede comprar por 14 dólares (1.600 pesetas).

El equipo de la transición está dirigido por dos de los principales colaboradores del nuevo presidente: su jefe de Gabinete, Craig Fuller, un californiano de 37 años con extraordinarias dotes e ejecutivas, y el especialista en sondeos Robert Teeter. Además de filtrar miles y miles de historiales profesionales, su misión es también definir las prioridades administrativas y políticas.

El equipo triunfador en las elecciones está agotado y tiene muy poco tiempo para formar la nueva Administración. Gran parte de su esfuerzo se dirigirá a evitar la entrada de arribistas y personas que creen que pueden comprar un puesto en la nueva presidencia. Algunos lo harán. Hay una tradición de que los grandes contribuyentes a la campaña electoral reciben algunas embajadas. Ya se rumorea, por ejemplo, que el millonario de Houston William Ferrish puede ser el próximo embajador en Londres. Bush está pasando unos días en la casa junto al mar que tiene Ferrish en Florida, que además ha invertido el dinero del vicepresidente desde 1980. Este personaje, amigo personal de la reina Isabel, a la que alojó en su finca de Kentucky, criador de caballos y jugador de polo, tiene una fortuna de 150 millones de dólares.

Mal pagados

Un serio problema de las transiciones es atraer a gente de calidad a empleos que en relación con la empresa privada, y corno ocurre en todos los países, están bastante mal pagados y exigen jornadas agotadoras. Un secretario del Gabinete (ministro) gana al año 99.500 dólares, los subsecretarios y los asesores principales, entre 75.000 y 89.0000, y los embajadores, 75.000 dólares. En contraste, un abogado recién salido de la facultad que entra en una firma jurídica puede ganar 70.000 dólares.Pero a pesar del poco atractivo económico para entrar en la Administración, hay más de 100 personas aspirando a cada puesto y movilizando a medio mundo para llegar a la gente de Bush. Y no es difícil, porque el presidente electo, que ha basado su carrera política en una vasta red de relaciones personales, tiene muchos amigos. Los Bush envían cada Navidad 50.000 tarjetas de felicitación. Pero no todos podrán ser colocados.

Otro de los problemas al que se enfrenta Bush es que la limpia que quiere hacer necesita un nuevo equipo para justificar que no es sólo el albacea de Reagan- choca con sacar de sus puestos a centenares de leales republicanos de su propio partido. Pero ya el presidente le ha echado una mano y el jueves pidió pública y formalmente a todo el Gabinete y a los principales cargos políticos de la Administración que dimitieran para facilitar la labor de Bush.El presidente electo ya ha cantado el premio gordo, la Secretaría de Estado, concedida a su íntimo amigo y astuto político James Baker, que se convertirá en una especie de primer ministro. Baker dirigirá un departamento que emplea a 25.000 personas en todo el mundo y tiene un presupuesto de 3.400 millones de dólares anuales.

Los conservadores, que consideran una derrota la designación de Baker y su influencia sobre Bush, están luchando intensamente en la sombra por poner a uno de los suyos en el influyente empleo de jefe del gabinete presidencial. Su hombre es John Sununu, gobernador de New Hampshire, que ha desempeñado un papel importante en la campaña.

Centro neurálgico

También compiten por este puesto -verdadero centro neurálgico de la Casa Blanca- Craig Fuller, demasiado joven y demasiado pragmático para los derechistas, y Robert Teeter. Es posible que los tres sean integrados en el equipo de la Casa Blanca, recordando a la troika que formaron Baker, Meese y Deaver en el primer mandato de Reagan. Los conservadores exigen uno de los suyos en el Ministerio de Justicia.El Pentágono y el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) son otras dos canongías de máxima influencia. Baker tendrá el derecho de veto sobre estos dos nombramientos, y puede que quiera dos personalidades no muy fuertes. La Secretaría de Defensa podría caerle al ex senador tejano John Tower.

El embajador en la RFA, el ambicioso y brillante Richard Burt, está promoviéndose para consejero de Seguridad Nacional, pero los hombres de Bush parece que apuntan a Brent Scowcroft, que ya ocupó este puesto con Gerald Ford.

Y, por supuesto, la CIA es otro gran cargo. Bush, que dirigió durante un año la central de espionaje, debe de tener muy claro a qué tipo de persona quiere como primer espía del país.

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