Argelia, a la espera de la democracia
Aquellos argelinos que desean la democratización de su sistema político han realizado la única elección posible al votar sí en el referéndum del pasado 3 de noviembre. Al elegir a Kasdi Merbah como primer ministro -un primer ministro que, por primera vez desde la independencia, en 1962, será responsable ante el Parlamento-se puede decir también que el presidente Chadli Benyedid ha realizado la mejor elección posible. Ya se había pensado en este nombramiento hace dos o tres años, y quizá tal decisión hubiera evitado, si se le hubiera confiado entonces tal responsabilidad, los trágicos acontecimientos que en octubre empañaron la imagen de Argelia.Kasdi Merbah es un personaje poco conocido en Europa. Se sabe que fue jefe de Seguridad Militar durante la época de Bumedian. Pero son menos conocidos sus éxitos al frente de los ministerios de Industria, Agricultura y Sanidad. Y es desconocida su faceta de hombre culto, amante de la literatura y gran melómano. Desde un punto de vista personal, cuenta con las capacidades necesarias para iniciar el proceso de democratización.
Con todo, queda, sin embargo, lo más difícil por hacer, y a todos los niveles. Este proceso supone una doble voluntad: la transformación del sistema y la modificación de la disposición anímica de los responsables de esa tarea. En efecto, cualquier responsable del Frente de Liberación Nacional (FLN), bien forme parte de la Administración, bien esté en el Gobierno, se considera a sí mismo investido de legitimidad por la guerra de liberación y, en consecuencia, cree estar en posesión de la verdad. Estos dirigentes tienen, por tanto, la tendencia a usar y abusar del poder que ostentan.
Desde la independencia se ha instaurado en el país un sistema piramidal, dentro del cual nadie se atreve a tomar una iniciativa sin tener las espaldas bien cubiertas, de modo y manera que hasta el referéndum del pasado 3 de noviembre todas las decisiones ascendían hasta el jefe del Estado, que era al mismo tiempo jefe del partido único. Las reformas previstas deberían contribuir al desbloqueo de este sistema, pero no hay que dejar de tener en cuenta que será difícil para todos los que han ostentado el poder renunciar a hábitos adquiridos desde hace más de 25 años.
La primera manifestación concreta de la democratización debería traducirse en la libertad de Prensa, lo que implica libertad de expresión para periodistas y dirigentes, pero también para los ciudadanos. Como, por definición, los instalados en el poder, en cualquier nivel, no podían equivocarse, no admitían ni soportaban las críticas, ni siquiera la confrontación de ideas, ya que el sistema ha manifestado siempre la tendencia a imputar sus errores a causas externas, como el neocolonialismo o el imperialismo.
De esta manera, el sistema ha ocultado la censura que se ejerce sobre la Prensa nacional e internacional, la cual es prohibida desde el momento en que se pone en duda un dogma o, simplemente, produce un cierto disgusto al poder. Así Le Monde, durante algunos años, ha sido censurado un día sí y otro no. Estas prácticas parecen tanto más absurdas para los argelinos ya que oyen emisoras de radio extranjeras o hablan por teléfono con Europa para conocer los contenidos de los periódicos prohibidos.
Clave del éxito
De la reforma que ahora se emprende depende el éxito de cualquier otra posterior. Desde hace algún tiempo, el régimen ha suprimido la autorización previa a la constitución de asociaciones. Pero estas asociaciones, que podrían desempeñar el papel de clubes de reflexión, quedarían paralizadas si ven imposibilitada la difusión de sus ideas.
Por lo tanto, intentar devolver al FLN su vocación primera de ser un frente capaz de reunir diversas tendencias en lugar de ser un partido único no tendría ningún sentido a no ser que las diferentes tendencias existentes en el mismo pudieran expresarse libremente, confrontar sus puntos de vista y someter sus ideas a la libre apreciación ciudadana. Así, los ciudadanos serían llamados a participar de forma permanente en la vida sociopolítica en lugar de ser convocados de cuando en cuando para aprobar decisiones adoptadas por los apparatchiks.
El presidente Chadli Benyedid ha criticado con frecuencia el inmovilismo de la Administración, así como la escasa productividad de las sociedades nacionales. La búsqueda de eficacia implica la democratización, lo que supone, a su vez, un cambio de mentalidad en aquellos que hoy están en el poder.
es especialista francés en temas árabes.
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