Se ensanchan las fronteras de la 'galaxia Lumière
Artistas y científicos proclaman la primacía contemporánea de las artes audiovisuales
En una fecha imprecisa de 1989 se cumplirá el centenario de la construcción, por Étienne Marey y Thomas Edison, casi simultáneamente, a una y otra orilla del Atlántico, de los primeros artilugios capaces de depositar en una emulsión fotográfica el movimiento natural del mundo exterior, que hasta entonces era patrimonio exclusivo del ojo humano. Cinco años después, los hermanos Lumiére convirtieron este hallazgo en el espectáculo por excelencia de este tiempo. Pero ha pasado un siglo del invento fundacional, el que más hondamente gravita sobre la historia de la imaginación contemporánea, y las formas de creación artística derivadas de él siguen pidiendo para sí la consideración de cultura en sentido noble, pues todavía hay resistencias institucionales a considerarles como algo más que un entretenimiento de barraca. Y cineastas, artistas, historiadores, a la sombra del Año del Cine y la Televisión, han proclamado la primacía actual de estas artes.
¿Qué tiene que demostrar ya el cine? Hace décadas fue escrita la novela de Kazantzakis y nadie se dio por aludido, hasta que un cineasta visualizó La última tentación de Cristo". Estas palabras de un dirigente de la Mostra de Venecia hablan por sí solas: un siglo después de la creación del cine, cuando éste predornina abrumadoramente entre los esfuerzos de la imaginación por representar las zonas conflictivas y recónditas de la vida humana, todavía sus practicantes han de vencer resistencias a que se acepte, por las legislaciones, la condición cultural de su trabajo.En septiembre, los organizadores del Año Europeo del Cine y la Televisión convocaron en la ciudad griega de Delfos a dos centenares de personalidades de la cultura para que elaborasen un manifiesto sobre la importancia que lo audiovisual tiene en la cultura europea. Este manifiesto, conocido como Declaración de Delfos, se ha convertido en un documento básico de trabajo para los organizadores del Año, dedicado a mostrar que la batalla del audiovisual que se libra en este fin de siglo sólo se ganará ahora, con la urgente sensibilización de los poderes públicos hacia un fenómeno en el que entran en juego no sólo astronómicas cifras económicas sino la supervivencia de nuestra cultura.
"Gentes de la cultura de toda Europa", dice la Declaración, "han llegado a Delfas traídos por un sentimiento de urgencia: el arte audiovisual está en crisis cultural y su futuro en Europa nos preocupa. Esta declaración se dirige a la opinión pública, a los Gobiernos y a las instituciones comunitarias de Europa". Y llama a estos poderes: "¡Actuad, antes de que sea tarde!".
Proclama la Declaración: "Por su universalidad y su tendencia a la hegemonía, lo audiovisual se ha convertido en un elemento decisivo de la cultura". Pero la condición cultural del cine y la televisión es negada o está confiscada por fuerzas políticas o intereses económicos" que los convierten en instrumentos de poder o de cambio. De otra manera, tal como se dijo en uno de los debates de Delfos: "No existe diferencia jurídica alguna entre un filme de Fellini y un paquete de cigarrillos".
El cine, bien cultural
Detrás de esta llamada, la Declaración teme que un rasgo viviente de la identidad cultural europea quede sometido a intereses de mercado. Y advierte a los Gobiernos que "suya es la responsabilidad de combatir la debilitación progresiva de las identidades culturales europeas; suya es la responsabilidad de imponer en Europa una verdadera libre circulación de ideas, informaciones y obras (audiovisuales) no manipuladas por fines políticos o comercíales; y suya es la responsabilidad de acabar con que los criterios de la rentabilidad invadan nuestros espacios culturales".
Un siglo después de desencadenadas las artes audiovisuales, personalidades de la cultura movilizan a políticos y legisladores para que éstos reflejen en las futuras leyes europeas la consideración de estas artes como cultura y no como simple mercadería. En 1990, Europa demandará alrededor de 150.000 horas por año de productos audiovisuales. Hoy, produce alrededor de 10.000. Tan enorme desajuste entre demanda y oferta hipoteca un mercado que para equilibrarse exige urgentemente su consideracíón política y jurídica como mercado de bienes culturales, base jurídica selectiva sobre la que el audiovisual europeo podrá ser protegido contra la "sin cesar creciente invasión de las empresas multinacionales", en palabras de quienes entregaron el texto de la Declaración de Defflos a los responsables del Año Europeo.
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