Estilo
Es una lamentable realidad que este país pierde una oportunidad tras otra de equilibrarse. Cuando soltaron a Revilla, gracias a Dios y a una pasta, y nos llegó el hombre en pleno trance de ternura hacia sus secuestradores, pensé que algo cierto debe de haber en eso del síndrome de Estocolmo, aunque en el caso del ex fabricante de chorizos más parecía que el síndrome le abarcara Escandinavia al completo, con Odín en la cabecera y el príncipe Valiente en el mascarón de proa.
Decía que el asunto me hizo reflexionar. ¿Qué ocurre en esos momentos de íntima comunicación entre un ser indefenso y sus verdugos? ¿Es el secuestrado una pieza fácil a la que se elige porque se le sabe ávido de cariño y de cocochas? ¿Descubre, una vez en cautiverio, que nada como la soledad de una celda y la compañía de unos encapuchados para encontrar la pausa que refresca y la chispa de la vida? ¿Hay lavado de cerebro de por medio? Difícil afirmarlo: tratándose de ETA, cualquier utilización de la palabra cerebro debe realizarse con sumo cuidado.
Cuando supe que un concejal de Herri Batasuna había sido secuestrado, a todas luces por un comando terrorista antiterrorista, la esperanza volvió a mí como las golondrinas a los balcones en primavera y el vello a las piernas a las dos semanas del depilado. Al fin, me dije, sabremos que el síndrome no es coto privado de un único tipo de víctimas ni de delincuentes. Y podremos, me decía, condenarlo "venga de donde venga", que es una de las frases que más pátina internacional proporciona, después de lo de "estamos en el concierto de las naciones".
Y no. Resulta que los de ETA son más finos. Observen la falta de estilo, o el estilo totalmente fachendoso, consistente en rajar y grabar a lo bestia. Nadie puede reprocharle a Fermín Urtizberea que no haya regresado dando olés a la madre que lo parió, ni deshaciéndose en elogios sobre las bandas en cuestión. Siendo como son, en el fondo, lo mismo, parece evidente que unos han ido a colegios de pago y otros a escuelas públicas.
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