Música, maestro
Hacía diez años que no actuaba en Madrid Paco Ibáñez. Su público tenía tantas ganas de oírle como él de cantar. Preparó estos conciertos con mimo. Pero, al menos el primer día, los dioses no fueron propicios. Salió al escenario afectado por una cruel afonía que deslució el espectáculo. "Me he quedado ronco -dijo-, pero estamos aquí por otra razón". Sin embargo, esa era una apreciación equivocada. En estos momentos, a un teatro se va a ver a un artista en. su jugo, no a practicar ejercicios de nostalgia. Paco Ibáñez significó mucho para mucha gente. Su presentación, en cambio, constituyó una lucha contra los elementos, como sucedió con la Armada Invencible. Ibáñez tuvo que bregar contra una ronquera inmisericorde que no respeta ni a los intocables. En estas circunstancias, lo más sensato hubiera sido suspender el festejo, porque, como dijo el torero, lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. Curro Romero, en similar coyuntura, hubiera acabado con el toro de inmediato, a pesar de las broncas consiguientes. Paco Ibáñez prefirió seguir lidiando. Sus seguidores se empeñaban. en pedir más y más, cosa comprensible, habida cuenta de la prolongada ausencia de nuestros escenarios.
Paco Ibáñez
Frangois Rabbath (contrabajo), Balda Olier (guitarra). Teatro Alcalá Palace. Madrid. Del 2 al 6 de noviembre.
Renacimiento
A pesar de todo, Ibáñez ha Hegado en un momento oportuno en el que se detecta un renacimiento de la canción de autor, una necesidad de propuestas artísticas al margen de la crispante canallez estética multinacional. Pero Paco Ibáñez quizá no ha analizado fríamente la si tuación. Los mítines los dan los políticos, y de los artistas se espera, precisamente, el arte Paco probó con escasa fortuna algunos trucos de escenario cercanos a la demagogia. "Ya no hay locos", cantó con versos de León Felipe. Él sí que está loco, un loco sublime del que todos necesitamos. Pero no se puede ejercitar la locura si no está simulada tras la cordura, que es lo que se lleva y, acaso, lo que es menester. Si uno propugna dislates desde la música, no queda otro remedio que pedirle música al propugnador de la iniciativa. Por eso, algunos pedían en secreto: "¡Música, maestro!".Hubo música, es verdad pero sólo en la primera parte del espectáculo, ofrecida por el formidable contrabajista Frangois Ratibath, acompañado en algunos temas por la pianista Florence Bouchet.
A Paco Ibáñez le queda por delante mucha música. También le quedan muchos seguidores. Otra vez será. Quizá mañana. Él vive lejos y acaso no se ha percatado de que nuestra sociedad ha evolucionado.
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