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La ausencia de los caballos andaluces entristeció la estancia de Isabel II en Sevilla

R. M. DE RITUERTO /J. A. CARRIZOSA, Isabel II de Inglaterra recorrió ayer los principales monumentos de Sevilla en olor de multitud, pero la soberana no pudo dejar de lamentar la cancelación de una exhibición de caballos andaluces en la plaza de España. Su interés por la hípica quedó puesto de manifiesto con la admiración que mostró por el Libro de AIbeytería, del siglo XVI, que pudo contemplar en una exhibición especial en la catedral. Este conjunto arquitectónico y un mapa de una localidad de Nueva Guatemala ocupada por los ingleses llamaron poderosamente su atención. En la fiesta flamenca ofrecida en los Reales Alcázares mostró un frío interés.

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Y Sevilla volvió a ser una fiesta

La visita oficial a Sevilla de la Reina de Inglaterra y el duque de Edimburgo tuvo un carácter exclusivamente turístico. La catedral, el Archivo de Indias y los Reales Alcázares fueron los ámbitos que recorrieron, todos ellos en torno a la Plaza del Triunfo en la que los visitantes, acompañados por los Reyes de España, fueron recibidos con entusiasmo por el público sevillano.La comitiva recorrió la catedral precedida por una veintena de canónigos, que la esperaba junto a la puerta en la que se levanta la imponente tumba de Colón. Este fue el primer monumento que contemplaron. La Reina se quedó sorprendida por la altura de las naves de la mayor catedral de España y por las proporciones del altar mayor. El himno español acompañó su entrada en la Capilla de los Reyes, donde reposan los restos de Fernando III.

Los sevillanos estaban empeñados en "demostrar que la Reina de Inglaterra es andaluza",, como dijo Carlos de Córdoba, quien preparó al efecto un árbol genealógico que tenía en un extremo a Isabel II y en otro, al rey santo. El pergamino le fue entregado a la soberana por el alcalde de la ciudad, Manuel del Valle, en los Reales Alcázares.

Pero antes la soberana tuvo que terminar el recorrido de la catedral y visitar la Biblioteca del Archivo de Indias. Los minutos finales en el recinto sagrado estuvieron dedicados a contemplar una muestra especial de tesoros en la Sacristía de los Cálices. A la Reina y al duque les atrajo el Libro de Albeytería, un tratado del siglo XVI de veterinaria del caballo.

Descendiente de Colón

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La Reina también se interesó vivamente por un libro de horas que perteneciera a Isabel la Católica A la salida de la sacristía, don Juan Carlos presentó a la Reina a Manuel Prado y Colón de Carvajal. Isabel II le preguntó a Prado si realmente era descendiente del Descubridor a lo que el interpelado le respondió con humor "Parece que sí".

En el vecino Archivo de Indías, la Reina contempló una exposición de documentos, entre los que uno de 1758 concentró su interés. Era un plano policromado de Río Tinto, en el Golfo de Honduras, con su pueblo, barra y fortificaciones "todo ello ocupado por los Ingleses".

En este recinto le fue mostrada a la soberana una maqueta de lo que será la Expo 92 en Sevilla y, acto seguido, la comitiva se dirigió al Patio de la Montería de los Reales Alcázares, donde esperaba la corporación municipal. El alcalde hizo un pequeño discurso y entregó a la Reina las llaves de la ciudad, "a la que estáis vinculada por antiguos lazos familiares". El árbol genealógico de De Córdoba planteó esa relación. Este pergamino, además, guarda un secreto en algo menos de un milímetro cuadrado de superficie. El artista, con muy buen criterio, no quería revelarlo, pero la lógica es implacable y el enigma quedó desvelado: es la plasmación gráfica de lo que, del Rey para abajo, todos piden en España a la Reina de Inglaterra.

La corporación también regaló a la real pareja una reproducción de El Giraldillo, la veleta que corona la Giralda, una pequeña escultura de un caballo y una silla de montar, ésta para la Reina. Tras el almuerzo, los Reyes asistieron a un mini festival flamenco ofrecido por un grupo de jóvenes de Jerez en el Patio de las Doncellas, el único de piedra labrada de todo el conjunto palaciego. Las variaciones andaluzas (sevillanas, zapateados, romeras, tangos de Málaga y demás) parecieron llegarle al alma a don Juan Carlos, quien hizo todo lo que estuvo en su mano para transmitir sus sentimientos a Isabel Il. El Rey palmeaba o llevaba el ritmo con los pies y, de vez en cuando, se inclinaba hacia su izquierda para explicar a la soberana lo que ocurría sobre las tablas. Isabel II asentía, pero a su rostro no le abandonaba el hieratismo. En más de una ocasión se echó hacia adelante, como quien quiere contemplar de cerca algo extraño que acaba de descubrir, pero sin mostrar emoción. Apenas en un par de ocasiones, Isabel II se vió arrastrada a un casi imperceptible marcar el ritmo. El duque de Edimburgo fue más permeable al flamenco. El recital duró 30 minutos y se alargó para ganar algo de tiempo al inicialmente previsto dedicar a la exhibición de caballos andaluces en la Plaza de España. Eso sí hubiese sido una ocasión para ver sonreir a la Reina de Inglaterra.

Por la tarde, la Reina se trasladó a Barcelona, última etapa de su viaje oficial a España. Isabel 11, que fue recibida brevemente por los Reyes en el aeropuerto de El Prat, permanecerá en Barcelona hasta esta noche, en la que dará por concluida su visita y emprenderá un viaje privado por mar a Palma de Mallorca a bordo del Britannia.

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