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Unos zapatos sin huella

Las suelas de Francisco Herrera no muestran ningún rastro de la hierba que rodea el árbol del que colgaba su cuerpo

La policía no descansa y no descarta. No descarta ninguna hipótesis sobre la muerte del socialista Francisco Herrera, desaparecido de su domicilio de Baracaldo (Vizcaya) el 26 de septiembre y descolgado de la horca cuatro días después. Herrera intuía el final y se despidió de sus hijos por carta. Se trate de un asesinato o de un suicidio, hay muchas piezas del rompecabezas que no acaban de encajar.

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El muerto tampoco era él

Los forenses de Bilbao se inclinan por la muerte voluntaria. La policía, al contrario, piensa "en un 90%" en un homicidio. Las claves, aún por descifrar, se encuentran en la suela de los zapatos de Herrera, en la superficie de sus manos y en sus vísceras. A la espera de los resultados de los análisis, sólo hay preguntas.A favor de la teoría de la muerte voluntaria opera el procedimiento. Los ahorcados suelen ser enterrados como suicidas aunque no siempre lo sean. Los forenses creen posible que Herrera se quitara la vida él mismo, atándose las manos para evitar una reacción guiada por el instinto de conservación o para culpar a alguien.

Los policías desconfían de esta versión y señalan que, al menos, debería haber contado con ayuda. Aunque los nudos de la cuerda no se encontraban muy firmes, las muñecas estaban atadas a la espalda. Enlazarse la cuerda con ayuda de los dientes y Pasar las manos atadas bajo los pies exigiría casi habilidad de contorsionista y una vocación simuladora poco compatible con el ánimo presumido a un verdugo de sí mismo.

Las suelas de los zapatos de Herrera no muestran en la inspección ocular rastro alguno de tierra o yerba como resultaría normal después de pisar el terreno rural donde fue localizado el cadáver. Igualmente, ni la ropa ni el cuerpo registran indicios de lucha o resistencia.

El automóvil, abandonado a 200 metros del árbol donde estaba colgado, tampoco tiene huella alguna ni de su propietario ni de los supuestos secuestradores (tres hombres y una mujer) que un anónimo confidente policial dijo haber visto. "Como si le hubieran pasado una balleta", explican los expertos. Las llaves no estaban puestas sino depositadas en el suelo junto a un papel, posiblemente utilizado para limpiarlas o para manejarlas sin dejar rastro.

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La búsqueda de posibles móviles familiares o económicos no ha dado resultado. Herrera mantenía una relación extraconyugal sospechada por su esposa pero hacía vida ordenada. Iba a casa a comer todos los días y regresaba a hora temprana por la noche.

Su cuenta corriente registra los movimientos normales del sueldo de un calderero de los astilleros de Sestao, más la inversión de dos millones de un premio de lotería en una lonja que luego vendió.

Todo lo demás son preguntas. Herrera no pudo ser conducido a la horca pasando por encima de una cerca de alambre de casi un metro de altura sin ofrecer resistencia. Salvo que hubiera sido adormecido con alguna sustancia, fácil de detectar en el examen de las vísceras aún pendiente. La ausencia de trazas del terreno en los zapatos descarta en principio el traslado por su propio pie. La presencia o ausencia de restos de las cuerdas en las palmas de las manos, pendiente de análisis, también puede aportar algún indicio.

La carta

Queda el último elemento espectacular de la investigación, una carta dirigida a los cuatro hijos (el mayor, de 13 años). El contenido no es menos enigmático que las restantes circunstancias. Fechada en enero de 1986, la esposa de Herrera la encontró en un lugar donde está segura de haber mirado 15 días antes sin ver nada. La policía cree que Herrera pudo colocar la carta allí al renovarse las amenazas que le movieron a escribirla hace dos años y medio.En el texto, Herrera no identifica a quienes afirma que desean hacerle daño. Critica a ETA y a sus seguidores, y aconseja a sus hijos que eviten el rencor.

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