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Con la 'Novena sinfonía' de Beethoven, el teatro Real de Madrid cierra hoy sus puertas hasta 1992

Tras unas obras de remodelacíón, volverá a ser teatro de la Ópera

Esta noche, poco después de que suenen los últimos acordes de la 'Oda a la alegría', de la Novena sinfonía beetboveniana, en interpretación de López Cobos y la Orquesta Nacional, se cerrarán las puertas del Real para comenzar las obras que lo convertirán en el coliseo lírico para el que fue inaugurado en 1850. Los 22 años que lleva el teatro Real dedicados a la música sinfónica no han hecho olvidar su primitivo origen operístico, y han sido muchas las voces que han pedido su reconversión. La historia ha llegado a su fin. Madrid contará a final de mes con un nuevo auditorio sinfónico y el Real albergará la ópera a partir de 1992.

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Un público apasionado

La última vez que el Real cerró sus puertas, en 1925, lo hizo por espacio de 41 años. Todo este tiempo permaneció musicalmente inactivo, aunque en su interior se realizasen obras esporádicamente. Tan extenso lapso de tiempo logró desahuciar la afición a la música en el público madrileño, hasta el punto de que entre las generaciones nacidas en este interludio se encuentran los porcentajes más bajos de asistencia a conciertos.Los mundos líricos y sinfónicos se han ido recuperando en la capital desde la década de los setenta hasta convertir en realidad la existencia de unos auténticos coliseos de conciertos y ópera. Cuando en 1992 abra de nuevo sus puertas, se enlazará de nuevo con aquella amplia tradición lírica interrumpida en 1925.

La construcción del teatro Real fue obra de Isabel II, aficionada a la música por vía materna, que unificó en él los públicos que hasta entonces acudían a los teatros Príncipe, del Círculo y de la Cruz.

No siempre las cosas fueron bien en los destinos del teatro. Así, cuando en 1868 cayó Isabel II, las representaciones experimentaron una drástica reducción de sus 150 habituales a la mitad. El nombre cambió, pasando a denominarse Nacional, hasta que con la proclamación de Alfonso XII en 1875 recobró el original.

El 5 de abril de 1925, Fleta despidió el Real con una aclamada Bohème. El desinterés musical de los gobernantes durante la dictadura, la falta de medios, etcétera, mantuvieron cerrado el Real por cuatro lustros, y la lírica se refugió en las breves temporadas de la Zarzuela, a pesar de que la Fundación March depositó en 1963 la apreciable suma de 400 millones para la construcción de un nuevo teatro de ópera, llegando incluso a fallarse un concurso. Todo quedó en agua de borrajas hasta que Franco, en octubre de 1966 y en una de sus contadísimas presencias en actos de música clásica, inauguraba la sala como centro sinfónico.

Las obras, en un teatro que se decía amenazaba ruina debido a las humedades producidas por el río del subsuelo, habían durado escasamente un año. Prácticamente se habían reducido a eliminar los palcos para colocar asientos corridos y transformar el escenario para introducir una concha acústica a fin de aislar la torre de telares.

Desde entonces, en una sala con una reducida visibilidad y acústica discutida por algunos, pero alabada por los más veteranos directores como Karajan o los más jóvenes como Chaílly, en el Teatro Real se ha encarrilado la afición madrileña por la música. La Orquesta Nacional de España (ONE) encontró su sede propia, la RTVE anduvo de prestado con múltiples problemas para ensayar y fue creciendo el número de conciertos extraordinarios hasta desbordar las posibilidades del local.

Renacimiento

El aficionado disfrutó en el Real de algunos grandes directores. Karajan y su Filarmónica de Berlín lo visitaron por vez primera en 1968. Celibidache entusiasmó a sendas orquestas estatales y acabó por aborrecer a ambas, tras unos ensayos dignos de la película de Fellini. Giulini admiró por su capacidad para transformar a la ONE. Solti, Melita, Abbado, Maazel... causaron furor entre los melámanos y los políticos y otros personajes de sociedad que de pronto descubrieron la música. Otros, como Muti, llegaron demasiado pronto y no regresaron.Entre los pianistas sobresalieron los recitales de Richter, Gilels, Pollini, Zimmerman y alguno de Baremboin. Los amantesde la ópera pudieron escuchar a casi todos los grandes, desde una ya veterana en decadencia como la Schwarzkopf hasta la joven Cuberli, pasando por Victoria de los Ángeles, Berganza, Ghiaurov, Kraus, Domingo, Pavarotti o Carreras, incluso a un anciano Lauri Volpi que puso los pelos de punta en una inolvidable Donna é mobile. La Caballé, quizá la artista que más y bien ha intervenido en el Real, demostró la viabilidad de la ópera en concierto con una Norma en primicia.

Esta noche con el último acorde de la Novena todo habrá terminado y quedará una sala vacía dispuesta a ser transformada. Renacerán los palcos, se abrirá toda la enorme embocadura del escenario, se aislará el local de las vibraciones causadas por una línea de metro se dotará al escenario de las últimas novedades electrónicas. Todo ello bajo la dirección del arquitecto González de Valcárcel, autor de la anterior transformación, y con un presupuesto aprobado en convenio por los ministerios de Cultura y Obras Públicas cercano a los 6.000 millones de pesetas. En 1992 está prevista su inauguración.

Un responsable

Pero para que nuestras grandes figuras puedan cantar no bastan las obras arquitectónicas, habrá que nombrar un responsable y crear un ente en el que participen el Ministerio de Cultura, la Comunidad Autónoma y el Ayuntamiento de Madrid para una financiar su funcionamiento anual, superior a los 6.000 millones de pesetas.

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