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21º FESTIVAL DE CINE FANTÁSTICO DE SITGES

Exito neozelandés con 'The navigator', viaje a las antípodas y a través del tiempo

The navigator, película neozelandesa de Vincent Ward, se ha sumado a la breve lista de las candidatas a ganar un premio en Sitges. Su propuesta, consistente en enviar a unos mineros ingleses que viven en 1348 hasta la Nueva Zelanda de 1988 a través de un túnel que atraviesa el centro de la Tierra, ha logrado sorprender a un público adicto a fantasías más convencionales. En The navigator, los protagonistas huyen de la peste en busca de un santuario en el que poder ofrecer la cruz que les salve de la epidemia. Su viaje no sólo es físico, sino en el tiempo.

La película posee imágenes de gran belleza y pone frente a frente una reconstrucción de la Edad Media que descansa en el vestuario, el paisaje y la palabra y una edad contemporánea visualizada desde una óptica catastrofista, en la que las autopistas son monstruos mitológicos, un submarino es la materialización del monstruo del lago Ness y un viaje en tren sirve para poner a uno de los protagonistas en contacto con una dimensión desconocida. El significado místico-religioso de la fábula puede parecer tan obvio como la idea que Ward tiene de la Edad Media como período oscurantísta, sujeto a las supersticiones y a una fe elemental, pero el espectáculo posee un innegable atractivo visual.Toda la originalidad de la película de Vincent Ward se convierte en tópico al hablar de As time goes b, del australiano Barry Peak, o de Amsterdamned, del holandés Dick Maas. La primera cuenta también el encuentro entre dos mundos y civilizaciones, la de los humanos y la de un extraterrestre que visita la Tierra debido a una avería técnica. Dicho forastero conoce nuestras costumbres a partir de la información suministrada por el cine, tal y como ya sugiere el título, que remite a Casablanca, y eso da pie a una serie de equívocos desgraciadamente previsibles. Amsterdamned es el segundo largometraje de un cineasta que sorprendió internacionalmente con El ascensor.

Aquí toda esta sabiduría narrativa está al servicio de un guión muy poco exigente, que admite toda clase de trampas con tal de prolongar la acción, hasta que llega el momento de detener al criminal, una especie de fantasma de la ópera de los canales de la capital holandesa, un submarinista de rostro desfigurado por una explosión que se venga del mundo asesinando inocentes desprevenidos, que nunca piensan que el peligro pueda salir del agua. La película ni siquiera respeta sus convenciones y se embarca en una sucesión de espectaculares carreras desprovistas de interés.

Tampoco puede decirse que entusiasmara la presentación de Willow, el último producto de la factoría Lucas, firmado por el ex actor Ron Howard, que ya hizo Cocoon. Al margen de la sorpresa que causa ver reunidos en un mismo plano un centenar de enanos -Freaks, el clásico de Browning, nunca tuvo a su alcance este tipo de performances-, el resto del filme es una retahíla de fragmentos de otras historias de origen bíblico -la de Moisés abandonado a la corriente de un río-, cinematográfico -anteriores producciones Lucas destinadas al público infantil- o literario -Tolkien, ante todo-, que se convierten en el único placer del espectador al ir encontrando referentes para cada una de las secuencias o planos, pues nada hay en Willow que sea original.

Pero si la programación del festival, mejor o peor, depende en gran medida de la cosecha del año y los milagros o exquisiteces

La Generalitat de Cataluña, que aporta 20 millones en un presupuesto que no alcanza los 30, quiere que su participación se cifre en un 50% del total, admitiendo la conveniencia de que este total aumente considerablemente y, por consiguiente, su aportación no disminuya, sino que incluso se incremente. Pero hace falta que la Diputación de Barcelona no se limite a ese millón y medio con que ahora contribuye, que el Ministerio de Cultura no se centre casi exclusivamente en San Sebastián, que el Ayuntamiento de Sitges haga un esfuerzo suplementario, etcétera. La exigencia de corresponsabílización formulada por la Generalitat puede determinar, según sea

la respuesta de las otras instituciones, la crisis o el relanzamiento de Sitges.

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