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La Iglesia cubana, contraria a que se presione a Castro

Antonio Caño

La Iglesia católica cubana, que vive el mejor momento de la historia de sus relaciones con el régimen revolucionario, es contraria a la política de presión internacional sobre el Gobierno de La Habana para provocar cambios en el país. "Las presiones pertenecen a un tipo de guerra psicológica. Nosotros optamos por la paz y el diálogo", afirma el presidente de la Conferencia Episcopal, Jaime Ortega. La situación de la Iglesia en Cuba ha sido uno de los principales temas abordados por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

La comisión, que la pasada semana concluyó una visita a la isla, ha encontrado una Iglesia que busca, lenta y cordialmente, un entendimiento con las autoridades y que utiliza una vía de diplomacia silenciosa muy distinta a la de sus correligionarios de Nicaragua.El obispo Jaime Ortega destaca la importancia de la visita de esta comisión como un instrumento para ampliar el campo de comunicación internacional del Gobierno cubano, pero no la considera útil como forma de presión. "A veces, la presión, si es excesiva y siempre en una misma dirección, es malsana", afirma el jefe de la Iglesia católica. "Yo creo que lo que puede ayudar a cualquier país, y en cualquier orden, como en este de los derechos humanos, es la posibilidad de apertura, de comunicación, de diálogo, de no aislamiento".

Jaime Ortega, de 52 años de edad, presidente de la Conferencia Episcopal desde 1981, es autor de una política de convivencia pacífica con el Gobierno comunista. Ayudado por la actitud del presidente Fidel Castro -que el pasado mes de agosto llegó a reconocer que la posibilidad de la Iglesia de predicar su mensaje no debía ser una dádiva, sino un derecho-, ha conseguido que actualmente se haya al canzado, en lo que respecta a las relaciones Iglesia-Estado, "el punto más alto de un largo cami no en el que todavía queda mu cho por andar".

"Situación de hecho"

El obispo Ortega, que es también arzobispo de La Habana, explica que "la Iglesia sigue viviendo en una situación de hecho, esperando siempre que pase a ser una situación de derecho. Ahora bien, en esa situación de hecho ha habido un progresivo mejoramiento de las relaciones con el Estado, a la espera de que lleguemos, utilizando un lenguaje marxista, a un salto de calidad, que sería el de alcanzar una situación de ple no derecho".Entre las principales aspiraciones de la Iglesia en las circunstancias actuales, Jaime Ortega cita "un mayor acceso a los medios de comunicación y la posibilidad de una educación cristiana de los niños".

"La Iglesia puede vivir en cualquier sistema político-social", asegura Ortega, citando al papa Juan Pablo Il. Se trata, en su opinión, de conseguir espacios para desarrolllar su trabajo. Uno de estos espacios es el de la admisión de cristianos en el partido comunista. Aunque, de acuerdo a los estatutos del partido, es necesario renunciar a las creencias religiosas antes de obtener el carné del partido único cubano, Fidel Castro admitió una reforma de ese principio en unas declaraciones hechas hace tres años.

El arzobispo de La Habana opina al respecto que "no es que la Iglesia postule que haya un cierto número de católicos en el partido". "Se trata", dice, "de un principio de derecho; en un país de partido único, si hay en ese partido la exclusión de los creyentes por el hecho de ser creyentes, se les está vedando la gestión política principal".

Jaime Ortega admite que muchos cristianos han sentido contradicciones entre su militancia revolucionaria y su fe. Sobre todo en el pasado, porque, según afirma, "todos los cubanos vivimos al principio la revolución como una realidad nueva que podría transformar el país".

El sistema instaurado el 1 de enero de 1959 abolió la enseñanza religiosa, y muchos sacerdotes se sintieron perseguidos hasta el punto de tener que abandonar el país. Actualmente, aunque se da el caso de alguna iglesia convertida en fábrica, los lugares de culto siguen siendo propiedad de los religiosos, a los que se permite realizar catequesis y otras actividades para la propagación de su fe. Muchas iglesias, sin embargo, se encuentran cerradas por la escasez de sacerdotes que apenas llegan a unos 200. La falta de tradición concordataria en anteriores Gobiernos liberales permite que la Iglesia siga nombrando sus cargos de responsabilidad sin intromisión del Gobierno, que no rompió relaciones con el Vaticano.

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