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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El futuro editorial

EL PRESIDENTE de una editorial norteamericana ha hecho quizá el comentario más gráfico sobre las consecuencias de la creciente concentración producida en los últimos tiempos en el mercado del libro. Para él, en el futuro no será preciso organizar grandes ferias: "Bastará", dice, "con que nos reunamos en la oficina del único editor que seguirá publicando". En Estados Unidos, el 2% de los editores publica el 75%. de lo que se produce. En Italia, Francia, Reino Unido y República Federal de Alemania no se ha llegado a tales extremos, pero no por voluntad de los protagonistas de este comercio, que buscan la concentración como una manera de enfrentarse a los retos tecnológicos a los que obliga esta aldea cada día más global, sino por las propias resistencias que unas veces la tradición y otras la tortuosidad de las negociaciones económicas de fusión imponen sobre este fenómeno.Ese proceso de fusión o absorción de grandes o pequeñas editoriales por consorcios nacionales o extranjeros ha llegado también a España, y en algún caso reciente, la intervención extranjera en una empresa española se ha propuesto como símbolo de que aquí todo está en venta. Ese chovinismo esconde en muchos casos el temor a la competencia, la ceguera ante la naturaleza de los comportamientos económicos actuales y el olvido de que nuestro país ha ingresado hace tiempo en la Comunidad Europea.

La reacción asustada ante la invasión de editoriales extranjeras en los sellos españoles ha impedido que se ponga en marcha la única salida razonable al reto que esto supone: los editores españoles han de plantearse la reestructuración del sector propiciando ellos mismos la creación de grupos poderosos que sean capaces de competir con los editores extranjeros en su propio terreno. La debilidad y la fragmentación que ahora se ponen de manifiesto ante la avalancha exterior dejarían de existir si tanto la Administración del Estado como los propios editores afrontaran en serio la inodernización del sector.

Es seguro que la concentración editorial puede ir en detrimento de las pequeñas empresas que históricamente han cumplido un papel esencial en la difusión y en el apoyo de la cultura de nuestro país. Resulta claro que, en ese proceso de concentración al que parece destinado el mundo editorial, esos damnificados no tendrían por qué producirse, porque la cultura española los precisa. Lo que sí es cierto es que, tal como funciona el mercado interno y externo del libro, las estructuras obsoletas en las que se basan habitualmente estas pequeñas editoriales las convierten en testimonios, y no en vehículos, de aquello que ha de ser su función principal: el fomento de la cultura. Como no conviene que ese objetivo desaparezca, es esencial que el Estado, a través del recién diseñado Plan para el Fomento de la Industria y el Comercio del Libro, ponga en marcha las medidas suficientes para garantizar la proyección interna y externa del mundo editorial español, de modo que de la eficacia editorial se beneficien tanto los grandes como los pequeños. La concentración a la que se ha llegado en los países de cultura similar a la nuestra no ha acabado, ni mucho menos, con la presencia de editoriales preocupadas por difundir la producción literaria que no resulta animada por el hálito del éxito de venta; pero lo que sí resulta obvio es que la competencia de los grandes consorcios les ha obligado a engrasar sus mecanismos comerciales y de distribución.

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El mundo editorial se enfrenta, pues, al mayor reto de su historia. No es una crisis de estancamiento, ni en España ni fuera de España, la que se está produciendo, sino una situación de crecimiento a la que los editores han de enfrentarse con su propio vigor, sin rasgarse las vestiduras cada vez que son víctimas -o cómplices- de la gran competencia internacional.

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