Un nuevo comandante en jefe
Estados Unidos necesita profundizar su ventaja tecnológica en el campo militar para poder cumplir sus compromisos en el mundo, según mantiene el autor del artículo. Considera necesario dotar al país de un mando adecuado para sus fuerzas armadas y un estricto control de la gestión de los gastos militares.
Hoy la defensa de la OTAN depende absolutamente del poderío aéreo, esto es, de la ventaja tecnológica que representan nuestros cazas avanzados, como el F15 y el F- 16. Pero la Unión Soviética no se ha quedado cruzada de brazos, sino que está copiando nuestra tecnología -e incluso robándola- para tratar de ponerse a nuestra altura. ¿Y qué está haciendo la Administración? Ha recortado los gastos de mantenimiento hasta tal punto que un alto mando de la Fuerza Aérea ha dicho hace poco que -cito literalmente-, "al final de este año vamos a tener aviones sin motor". Y los mejores pilotos están abandonando la milicia a un ritmo sin precedentes.El señor Bush convenció al presidente para que vetara la ley que preveía nuevos complementos retributivos pensados para retenerlos en las Fuerzas Armadas. ¿Qué clase de criterio es ése? Nosotros podemos hacerlo mejor. En mi administración vamos a profundizar en la vía de nuestra ventaja tecnológica con el caza táctico avanzado, para ir siempre un paso por delante en la batalla aérea, y vamos a hacerlo sin alargar plazos ni presupuestos. Vamos a asegurarnos de contar con el dinero para que el caza tenga motores, y también pilotos.
Hoy, la mayor amenaza para nuestra flota naval procede de los submarinos soviéticos. Necesitamos invertir en los mejores medios de guerra antisubmarina para que disminuya esa amenaza . Pero la Administración ha echado a perder nuestra ventaja mientras los submarinos soviéticos son cada vez más silenciosos y mortíferos cada año que pasa. Se pueden hacer mejor las cosas.
Recuperar la delantera
Y como presidente, quiero emplazar a nuestros científicos e ingenieros para que recuperemos la delantera en la guerra antisubmarina, de la que depende la estrategia de la OTAN. Construiremos el Seawolf (el primer modelo nuevo de submarino de ataque de los últimos 15 años) a la mayor rapidez posible. Puede que no igualemos las. cifras soviéticas, pero hemos de contar con una tecnología superior.
Por último, si vamos a cumplir con los compromisos contraídos por tratado, si vamos a cumplir las responsabilidades que tenemos en todo el mundo, si vamos a mantener la prirnacía naval de Estados Unidos en el globo, tenemos que poseer una flota de portaviones de plena capacidad. Y eso significa el tener planes para las operaciones con base en ellos; significa el contar con municiones modernas y personal bien adiestrado, incluidos aviadores que tengan la posibilidad de pilotar en tiempo de paz los aviones de los que sus vidas y nuestra libertad dependerán en tiempo de guerra.
Hoy, como ha señalado el senador Nunn, la Armada carece de la aviación de combate que pueda llenar sus cubiertas en tiempo de guerra, porque hemos construido más portaviones que fuerzas de aviación que vayan en ellos. Una tercera parte de nuestros bombarderos pesados A-16 se halla en tierra o con restricciones operativas porque no tenemos dinero para reparar fisuras que tienen en las alas. Y, este año, hemos amarrado 16 fragatas porque . no podíamos permitirnos su mantenimiento en servicio.
Tenemos que dotar de dirección al Pentágono para que se ocupe de nuestra política de defensa. Y tenemos que tener un presidente en el que confíen los hombres y mujeres a los que encomendemos la defensa de nuestra libertad en todo el mundo. Tenemos que contar con su confianza porque reclutar y conseguir que permanezca en filas un personal capaz es el factor individual más importante de toda estrategia para el mantenimiento de una defensa fuerte.
Hemos de contar con su confianza, dándoles remuneración justa y complementos dignos, además de una atención sanitaria para ellos y para sus familias. Y hoy las retribuciones de los militares son más bajas que las que hay en profesiones civiles en comparación con el comienzo de la actual Administración.
Hemos de contar, en fin, con la confianza de nuestros hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas asegurándonos de que todo dinero destinado a la defensa se dedique a defensa, no a la adquisición de armas que no cumplen los fines para los que están destinadas, y tampoco para llenarle el bolsillo a algún contratista corrupto o traficante de influencias que se mueva en Washington.
El fraude en la defensa no es un delito como otro cualquiera. Cuando alguien redondea en detrimento de la calidad no comete un pequeño robo, sino un gran latrocinio.
Es intolerable que alguien rebañe beneficios que deberían estar destinados al fortalecimiento de la defensa nacional.
Cuando ha habido ocho años de mala gestión, ocho años en los que ha habido de todo, desde martillos de 400 dólares a un vehículo de defensa antiaérea de 4.000 millones de dólares y que no era capaz de acertar a un granero, ya no es momento de otro estudio o comisión, es momento de un nuevo comandante en jefe, y esa es la clase de comandante en jefe que yo quiero ser.
George Bush y su compañero electoral se han opuesto prácticamente a todo intento de reforma del Pentágono. Se han opuesto a la creación de la figura de un inspector general que investigue la malversación en la defensa.
Se opusieron a la creación de un organismo en el Pentágono para la prueba de material previa a toda compra. Se opusieron a imponer restricciones en la puerta giratoria que comunica el Pentágono con la industria de la defensa.
Y se opusieron a otorgar a nuestros mandos de campo más autoridad en la elección de armas para su adquisición. De hecho, tenemos algo que podríamos calificar de tríada republicana: despilfarro, duplicación y malversación.
Atacar el problema
Pero hay quienes dicen que no tenemos posibilidad de cambiar la forma en que se compran armas y abastecimientos militares, que el problema es demasiado grande, que está desbordado, que no sabemos cómo atacarlo. Ni pensarlo: contamos con miles y miles de personas que trabajan en el Pentágono, en las Fuerzas Armadas y en el sector privado con entrega y profesionalidad. Lo que quieren es una dirección que sea competente, que entienda los problemas que nuestros militares -hombres y mujeres- han de afrontar día tras día y semana tras semana; una dirección que se preocupe de obtener las armas que necesitamos cuando las necesitamos y a un precio que podamos permitirnos.
Y puedo afirmar que en una Administración Dukakis no vamos a desatender las recomendaciones de la Comisión Packard, que ha estudiado el problema. Al contrario, las pondremos en práctica, haremos que aumente la competitividad, insistiremos en todo lo posible en la obtención de garantías y en la realización de pruebas de forma no condicionada. Vamos a seleccionar a gente experimentada para la gestión de nuestros programas militares, y vamos a otorgarle la autoridad que necesita, retribuirla cuando haya buenos resultados y hacerla responsable cuando no los haya.
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