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Reportaje:

Frenos a los "Ferraris"

Para un italiano nada es más humillante que agachar la cabeza y controlar la aguja

Juan Arias

En Italia ha estallado la guerra de la velocidad, que está conmocionando a la opinión pública. Por vez primera, en este país en el que se dice que los hombres tratan con más mimo al coche que a la propia mujer, han sido impuestos algunos límites de velocidad en las carreteras. Hasta ahora los italianos, amantes de los "motores brillantes", no habían querido saber nada de restricciones en el mundo del automóvil: ni límites de velocidad, ni cinturones de seguridad, ni control de alcoholemia, ni multas serias.

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Correr es un placer

Sólo este verano, ante el aumento cada vez mayor de muertos y heridos en las carreteras y en las ciudades, el ministro de Obras Públicas, el socialdemócrata Enrico Ferri, se atrevió a ponerle el cascabel al gato con un decreto ministerial que limitaba la velocidad máxima a 110 kilómetros por hora en las autopistas y 90 por hora en las demás carreteras, con controles electrónicos y multas de hasta 100.000 pesetas para los infractores.El decreto de marras fue la comidilla del verano y el tema más discutido en los medios de comunicación. Más que la misma Mafia. Para comprobar su efecto entre los automovilistas, el mismo ministro Ferri, disfrazado de periodista, se puso, micrófono en mano, a hacer entrevistas volantes en las carreteras. Sin saber que era un excelentísimo, o fingiendo que no lo conocían, no faltó quien le espetara sonoros tacos a la cara.

Para los italianos, humillado a viajar con la cabeza agachada para controlar la velocidad en el salpicadero, en una especie de tortura del caracol, esto ha sido peor que "si les hubieran prohibido los espaguetis". También sen sintieron burlados por los turistas alemanes o franceses, que los pasaban disparados a 140 alegando que ellos no se habían enterado de la nueva ley.

La opinión pública se levantó en armas. En su apoyo subió al ring el ministro de Transportes, el democristiano Giorgio Santuz impugnando la decisión de su compañero de Obras Públicas. Y entre los dos estalló una durísima pelea, que acabó ante el Consejo de, Ministros y ahora irá al mismísimo Parlamento. El autor del delito antivelocidad alegó a su favor que este verano ha habido en las carreteras italianas 2.112 accidentes menos, con un balance de 116 muertos y 2.113 heridos graves menos que el verano pasado, a pesar de que el tráfico había sido superior en 25.000 automóviles. Pero de nada sirvieron sus cifras. El ministro Santuz insistió en que los italianos no podían seguir conduciendo como "tortugas" sin que acabasen con el sistema nervioso roto.

Doble carburador

Para que ninguno de los dos ministros ganara la guerra, el Consejo de Ministros llegó a un clásico compromiso a la italiana. Se ha mantenido el límite de 110 kilómetros sólo en los fines de semana y días festivos, mientras que en los demás días se puede correr a 130. Pero también esta solución ha sido enseguida impugnada. No es posible, dicen los adversarios del nuevo decreto, que los italianos deban viajar con un calendario de fiestas en las mano. Y además, ¿cómo informar a los extranjeros de las fiestas italianas?Ahora el problema pasa al Parlamento. El presidente del Consejo, Ciriaco de Mita, ha presentado una nueva solución: límite de velocidad todo el año de 120 kilómetros por hora. Pero enseguida Gianni Agnelli, rey de Fiat, ha levantado su voz para calificar estos límites de velocidad de "indecentes". Se ha pensado también en la doble velocidad. Los coches de pequeña cilindrada, a 110, y los más potentes, a 140. Pero hay quien ha gritado que eso es "racismo". Precisamente hay italianos que descargan sus frustraciones de pobres colocando a sus utilitarios doble carburador para tener la sensación de correr como en un Masserati.

De ahí que hayan llegado a crear una oración a san Giovanni Agnelli pidiendo ayuda al gran santo del automóvil. Reza así: "San Giovanni Agnefli que quitas los decretos del mundo, concédenos a los automovilistas la paz".

Y junto con el problema de la velocidad, otra cruz para los conductores italianos -por antonomasia alérgicos a las leyesva a ser el control del grado de alcohol cuando conducen. Años atrás se había hablado del control a través de la orina.

Enseguida llegaron los humoristas para acabar con la idea. Ironizá, por ejemplo, un diario, imaginando esta escena: "Señora" -le dice el carabinero en la carretera a la distinguida automovilista-, "haga pipí ahí tras esas matas". Y la señora: "Señor carabinero, no me viene". El policía insiste: "Señora, si basta muy poca cantidad". Y la señora: "Es que no me sale ni una gota, se lo juro por todos los santos".

Ahora se habla del globito que hay que inflar pero ya se dice que además de no ser seguro ni higiénico, para algunos podría resultar indecente. Se afirma que no sería muy educado que un policía dijera, sobre todo a una mujer: "Por favor, señorita o señora, sople e infle el globito".

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