La frase y el gesto
A seis semanas de las elecciones en Estados Unidos, las numerosas encuestas sobre los resultados posibles apasionan y excitan más que los discursos o la personalidad de los candidatos. Es cierto que los textos son preparados y adobados por los speech-writers y adaptados más a una región (de blancos, o negros, o campesinos, o mineros, o irlandeses, o judíos, o católicos, o protestantes) que al tema que en apariencia tratan de explicar. Y los public relations men dibujan las personalidades con objetivos igualmente disímiles y coyunturales. Pero al menos son datos de la realidad. La misma realidad que se ha vengado muchas veces de los pronósticos que proponen las encuestas. Los más serios cientistas políticos insisten en que las encuestas sirven más para incitar al votante, crear una tendencia o manipular la psicología de las masas que para entender lo que acontece.Por ahora, incluso tan cercano el gran día de la política americana, son pocas las cosas que se saben con certeza. Sólo aquellas que insumieron largo tiempo de investigación antes que la banalidad de los interrogatorios telefónicos. Sabemos, según los encuestadores de la Williamsburg Charter Foundation, de Washington, que un 31% de los ciudadados de Estados Unidos acepta votar por un candidato ateo. Sorprendente dato en, quizá, el pueblo. más auténticamente religioso del mundo occidental. Los mismos encuestadores descubrieron que un 26%. votaría por un candidato a presidente que fuera homosexual. Este dato ya encuadra mejor en lo que trasciende de la cultura contemporánea de Estados Unidos.
Por su lado, la Hearst Corporation de Nueva York informó que un 19% de los ciudadanos que votarán en noviembre reconoció que sus esposas son una fuente "muy importante" de información sobre los candidatos. Este dato podría ser crucial, ya que los asesores de George Bush tanto como los de Mike Dukakis admiten que el líder demócrata aventaja sustancialmente al republicano en el vasto campo femenino, sin olvidar todo lo que aún tiene de matriarcado la sociedad americana.
Siempre en el campo de los números verificables, el Center for Defense Information, de Washington, estableció que en el tiempo que Ronald Reagan lleva en la Casa Blanca su Gobierno ha gastado 8.607 dólares por segundo en armamentos. (Sí, ¡8.607 dólares por segundo durante casi ocho años!) Esto servirá más a Dukakis como punto de referencia para su proyectada política social de lo que pueda serle útil a George Bush para acusar al demócrata de poner en peligro la seguridad de Estados Unidos con sus proyectos de reducción de gastos militares. La situación de los pobres, los ancianos, las minorías, los enfermos que recurrían a los hospitales públicos ha sufrido un serio deterioro por la supresión de los fondos sociales del presupuesto nacional. Más aún, muchas zonas marginales que recibían subsidios de desarrollo han sido abandonadas a su suerte por las modificaciones introducidas por la Administración Reagan en la estructura de los gastos públicos.
Aparte del aluvión de insultos y la difusión de pecados personales, la confrontación entre Bush y Dukakis no alcanza todavía a constituir un debate sobre los temas que al mundo pueden interesarle de lo que ocurre en la primera potencia mundial. Más bien, los dos candidatos tratan de derrotar la imagen del otro confrontándola con la propia. Bush es, o presume ser, un típico americano con profundas raíces en los principios de los padres fundadores, repetidor de la filosofia patriótica aprendida por todos quienes concurrieron a una escuela; americano tanto en lo físico como en el estilo de vida familiar. Dukakis es el hijo de inmigrantes -ese producto mágico de la mitología de Estados Unidos-, con fisico de inmigrante, familia de inmigrantes, pero gobernador del Estado aristócrata de Estados Unidos, lo que ¡mplica otro aspecto de la niltología: el triunfador. Bush no presenta contradicciones ni matices, y se esmera en ocultar lo que podría parecerlo. Dukakis no oculta los suyos, múltiples, llamativos, pero que forman parte de la vida cotidiana de los americanos por debajo de los 40. Es decir, la mayoría.
Este último dato es de dificil evaluación. En general, la vida política de los jóvenes suele ser la más activa. La participación de la juventud en una campaña electoral y en la votación misma es decisiva en muchos países. Ocurre lo contrario en Estados Unidos. Los jóvenes se interesan poco y nada en la política, y es en este segmento en el que se registran las mayores abstenciones en un país donde los votos pueden estar por debajo de la nútad de quienes tienen derecho a votar.
Los dos candidatos buscan alguna frase mágica que reemplace estadísticas, tesis, análisis, explicaciones. Algo que venda directamente, en pocas palabras, sin aburrir con los detalles. Aquellas convincentes estupideces que salían a borbotones del candidato Reagan en 1980: "¿Está usted mejor que hace cuatro años?", referencia al período presidencial de Jimmy Carter. "Estados Unidos está cansado que le sigan empujando por la espalda", para alentar los temores subconscientes del americano a una invasión que podría venir de Rusia, Cuba, Nicaragua o Irán.
No en vano Ronald Reagan fue bautizado como el Gran Comunicador. La televisión ha ilustrado con vehemencia que sólo con estupideces es posible alcanzar este rango. Pero Bush, o sus asesores, aún están buscando científicamente lo que en Reagan fue pura espontaneidad.
Algo mejor le va a Dukakis. En Detroit, ciudad obrera por excelencia y con amplias franjas de clase media, dijo: "Durante los últimos siete años, como acaba de informarnos la Oficina de Censos, los ricos se han hecho más ricos; los pobres, más pobres, y a los que estamos en el medio... nos están exprimiendo. Amigos míos, una simple pregunta: ¿podemos soportar cuatro años más de esto?".
Una buena frase: "¿Podemos soportar cuatro años más de esto?". Los pueblos presuponen que les va mal y no dudan que la culpa es de sus Gobiernos. Dukakis apela a este subconsciente: además de identificar, en el "esto", a Bush con Reagan.
Así como encontró una frase, parece que Michael Dukakis también encontró un gesto. Acompañó a su madre, una inmigrante griega, a Ellis Island, esa isla que fue la puerta de ingreso para millones de inmigrantes, con el objeto vastarriente pregonado de rendir tributo a la diversidad étnica de Estados Unidos.
Y esto es casi todo, a la espera de más encuestas y de la frase y el gesto de los republicanos.
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